—Sofía aún estaba furiosa con Marissa y Rafael. Los inocentes ángeles solo querían sus marcas favoritas de dulces.
—¿Por qué tanta severidad con los dulces?
—Sí, sabía que no era su mamá. Pero era su tía. Tal vez no se le permitiera tomar decisiones por ellos, pero se suponía que las tías mimaban a sus sobrinos y sobrinas.
—Dio un golpe al volante frustrada y miró hacia adelante.
—Estaba de camino a la tienda grande cuando vio un convoy de camiones cargados con las tablas de madera más blancas y algunos elegantes muebles blancos, dirigiéndose hacia el camino que llevaba al Palacio Blanco.
—¡Demonios! ¿Está vendido? ¡De ninguna manera! Necesitaba contarle esto a Marissa y cogió su teléfono abruptamente pero entonces se recordó que estaba enojada con su amiga. Esos dulces niños habían conseguido un papá adinerado, y ni siquiera podía comprarles dulces.
—¡Patético!
—¿Y por qué estaban riendo secretamente como si yo también fuera una niña?