—¡Chica! ¡Estás siendo paranoica! —susurró Flint a Marissa porque los niños estaban durmiendo en la habitación contigua—, ¿Por qué piensas que ese hombre estaba observando a Ariel?
—¡Porque le pareció linda! —Antes de que Marissa pudiera hablar, Sofia interrumpió mientras seguía mirando la pantalla del portátil.
Flint chasqueó los dedos y asintió:
—Exactamente. Rafael está en Sangua. Tú estás aquí en Kanderton manejando tu negocio de catering. ¿Por qué Rafael se molestaría en venir aquí cuando su industria de miles de millones de dólares va muy bien en su casa? No hay nada para él en la ciudad de Kanderton.
Marissa se frotaba las manos con ansiedad. Su corazón se hundía con cada minuto que pasaba.
—¿Y si algún día Rafael viene a mi puerta y exige conocer a mis hijos entonces qué haré, Flint? —El sonido de cerrar el portátil la hizo sentarse derecha en su asiento. Los ojos de Sofía ardían de rabia: