Eryndor explicó que debían viajar a la Torre de Cristal, un antiguo bastión donde los secretos de los cuatro elementos estaban guardados. La torre se encontraba en el corazón del Bosque de Esmeralda, un lugar místico y peligroso.
Formaron un grupo con los más valientes del pueblo: Lyra, Eryndor, Kael el herrero, y Maren la curandera. Partieron al amanecer, con el cielo teñido de rosa y oro. El camino al Bosque de Esmeralda era largo y traicionero. Atravesaron valles cubiertos de niebla y cruzaron ríos de aguas turbulentas.
—¿Qué sabemos realmente sobre la Torre de Cristal? —preguntó Kael mientras avanzaban por un sendero bordeado de árboles inmensos.
—Se dice que fue construida por los antiguos magos de Eldoria —respondió Eryndor—. En su interior, guardaron el conocimiento de los cuatro elementos: tierra, aire, fuego y agua. Pero también es un lugar de pruebas y desafíos.
Maren, que caminaba en silencio, añadió:
—Y también se dice que aquellos que no son dignos nunca regresan.
Finalmente, llegaron al Bosque de Esmeralda. Los árboles eran tan altos que sus copas se perdían en las nubes, y una extraña luz verde bañaba el entorno. Avanzaron con cautela, conscientes de los peligros que acechaban.
De repente, un rugido resonó entre los árboles. Un enorme oso de pelaje dorado se abalanzó sobre ellos. Eryndor levantó su bastón y un rayo de luz emanó de él, ahuyentando a la bestia.
—No estamos solos en este bosque —dijo con seriedad—. Debemos estar preparados para cualquier cosa.