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Chapter 3 - ova 2: Infinito

En una línea de tiempo diferente, la número 10, fue creada desde el principio con los mismos acontecimientos, solo que con una diferencia crucial: Victor nunca nació en esta línea, ni tampoco Nine Sharon, lo que resultó en un mundo considerablemente más tranquilo.

En el planeta Tierra, se encontraban Luci, Amsel y Trapecio hablando de la vida. Apenas era el año 2025, y no había mucho que hacer, ya que casi no había villanos que hicieran daño a la gente. La paz reinaba y la tranquilidad era la norma en este mundo.

El viento susurraba secretos en la cima de la colina, donde Luci, Amsel y Trapecio se habían reunido. Las estrellas brillaban como diamantes en el cielo nocturno, y el mundo parecía detenerse por un momento.

Luci, con su cabello plateado y ojos profundos, rompió el silencio. "¿Saben? A veces me pregunto si nuestra existencia tiene algún propósito más allá de simplemente existir."

Amsel, el guerrero con cicatrices y mirada penetrante, frunció el ceño. "Luci, siempre te pones filosófica en los momentos más inesperados. Pero supongo que es una pregunta válida. Quizás no hay un propósito universal, pero cada uno de nosotros puede encontrar significado en las pequeñas cosas."

Trapecio, el enigmático ladrón con una moneda girando entre sus dedos, sonrió. "Yo creo que el propósito está en la lucha. En enfrentar desafíos y superarlos. Eso es lo que nos hace sentir vivos, ¿no creen?"

Luci miró al horizonte. "Sí, la lucha... como Karla'k. Sigue peleando por lo que cree. A veces, me pregunto si él también busca un propósito más allá de la batalla."

Amsel asintió. "Karla'k es un caso interesante. Tiene esa oscuridad en su interior. Y su relación con los dioses... es complicada."

Trapecio levantó una ceja. "Y no olvidemos a Dios y los otros dioses. Karla'k tiene una historia con ellos, ¿no? ¿Qué creen que buscan?"

Luci suspiró. "Quién sabe. Pero mientras sigamos luchando, tal vez encontremos respuestas. O al menos, algo que nos haga sentir que vale la pena seguir adelante."

Los tres se quedaron en silencio, mirando al cielo estrellado, perdidos en sus pensamientos. En ese momento, el destino tejía hilos invisibles entre ellos, entrelazando sus vidas en una danza cósmica que aún no comprendían

Palitogood, con su sombrero puntiagudo y ojos centelleantes, se acomodó en una roca. "¡Ah, la magia! Un tema fascinante, ¿no creen? Desde los antiguos grimorios hasta los trucos de ilusionismo en los escenarios, la magia ha cautivado a la humanidad durante siglos."

Luci asintió. "Es cierto. Pero, ¿qué es la magia realmente? ¿Es solo un conjunto de palabras y gestos, o hay algo más profundo en ella?"

Amsel cruzó los brazos. "La magia puede ser un arte oscuro o una ciencia oculta. Se basa en la creencia de que podemos producir resultados que desafían las leyes naturales. ¿Recuerdan aquel antiguo pergamino que encontramos en la cripta? Sus símbolos y fórmulas parecían abrir puertas a otros mundos."

Trapecio jugueteó con su moneda. "Pero también está la magia cotidiana. La que vemos en las sonrisas de los niños cuando creen en los cuentos de hadas o en los momentos de sincronicidad que nos dejan sin aliento."

Palitogood se inclinó hacia adelante. "Exacto. La magia está en la conexión entre lo visible e invisible. En los rituales, en las palabras que invocan poderes ancestrales. Pero también en la simple belleza de un atardecer o en el amor que une a las almas."

Luci miró al cielo estrellado. "¿Y qué hay de Karla'k? Él también tiene su propia magia, ¿no? Esa mezcla de oscuridad que lo impulsa a seguir luchando."

Amsel sonrió. "Quizás Dios es un conjuro en sí mismo. Un equilibrio delicado entre fuerzas opuestas. Y nosotros, sus compañeros, somos parte de esa magia."

Trapecio asintió. "Entonces, ¿qué haremos con la tarea sobre magia? ¿Investigamos grimorios antiguos o exploramos los rincones más misteriosos de la ciudad?"

Palitogood se levantó. "¡Por supuesto! Pero recordemos que la verdadera magia está en la búsqueda del conocimiento y en la amistad que compartimos."

Y así, entre estrellas y destinos, los cuatro amigos se sumergieron en una conversación sobre la magia, explorando sus misterios y secretos, mientras el viento seguía susurrando sus historias al mundo

Aquellos se levantaron para poder tener su entrenamiento diario, no podían darse el lujo de descansar.

En la cima de la colina, Asagi, una estudiante de la Academia Goha observó a los jóvenes bailando con gracia. Sus movimientos fluidos y coordinados parecían una danza ancestral. Se acercó, sintiendo la energía en el aire.

"Disculpen", dijo Asagi, su voz firme pero educada. "He estado entrenando como hechicera y heroína, y necesito ayuda en un combate serio. ¿Podrían asistirme?"

Los jóvenes se detuvieron, mirándola con curiosidad. Uno de ellos, con cabello oscuro y ojos penetrantes, se adelantó. "¿Un combate serio? ¿Qué tipo de enemigo enfrentas?"

Asagi señaló hacia el bosque cercano. "Hay demonios acechando en la academia. Criaturas peligrosas que amenazan a todos. Necesito compañeros para luchar a mi lado."

El grupo intercambió miradas y luego asintieron. "Somos buenos en la lucha", dijo una chica con cabello trenzado. "Te ayudaremos."

Asagi sonrió, agradecida. "Gracias. Mi nombre es Asagi. Juntos, nos enfrentaremos a cualquier desafío presente o pasado.

Asagi observó a los chicos con una sonrisa, sintiendo la energía en el aire. Su poder de la suerte siempre había sido su aliado secreto.

Asagi sonrió al ver a sus amigos, Sungonkun y Chomosukez, llegar al lugar. La confianza y la camaradería entre ellos eran palpables. "Gracias por estar aquí", les dijo. "Juntos, enfrentaremos cualquier desafío que se presente. ¡Que la suerte esté de nuestro lado!"

El combate se desató con una ferocidad inesperada. Luci, con su poder descomunal, arremetió contra Asagi. Cada golpe resonaba como un trueno, y la tierra temblaba bajo la fuerza de sus puños. Asagi, ágil y astuta, esquivaba los ataques, su poder de la suerte guiándola.

Chomosukez y Sungonkun observaban desde la distancia, listos para intervenir si fuera necesario. El viento se enredaba en sus cabellos mientras el combate se intensificaba.

Asagi sonrió, su mirada decidida. "Luci, no subestimes la suerte. A veces, incluso los golpes más fuertes pueden desviarse."

Luci gruñó, aumentando su velocidad. Pero Asagi se movía como una hoja al viento, esquivando y contratacando. La tierra se resquebrajaba bajo sus pies, y el cielo parecía retener el aliento.

La colina tembló con la intensidad del combate. Palitogood, Amsel y Trapecio se lanzaron contra Chomosukez, cada uno desplegando sus habilidades únicas. El aire vibraba con energía mágica y explosiones.

Sungonkun, con su espada mágica, trazó un arco en el suelo, liberando una onda de choque que levantó polvo y escombros. Amsel, el presidente de New Perú, canalizó su poder mágico y aplaudió rápidamente, teletransportando a Trapecio directo hacia Chomosukez.

El golpe de Trapecio fue certero, impactando en el estómago de Chomosukez. El joven fue lanzado por los aires, girando antes de estrellarse contra un árbol. El silencio se apoderó del campo de batalla mientras todos observaban el resultado.

Chomosukez se levantó, tambaleándose, pero con determinación en sus ojos. "No subestimen a los que luchan por la suerte y la magia", dijo, su voz firme. "Aún no he dicho mi última palabra."

La sangre de Chomosukez se mezcló con la tierra, y en un estallido de energía, una explosión envolvió a Amsel, Trapecio y Palitogood. La tierra tembló, y el cielo se iluminó con destellos ardientes. Los tres amigos fueron lanzados hacia atrás, pero se levantaron, sus miradas decididas.

"¡No subestimemos a Chomosukez!", exclamó Amsel, su poder mágico ardiendo. "¡Sigamos luchando!"

Trapecio asintió, su moneda girando con determinación. "La suerte está de nuestro lado. ¡No nos detendremos!"

Palitogood, con su sombrero puntiagudo, sonrió. "La magia y la amistad nos guiarán. ¡Vamos!"

Y así, con la explosión aún resonando en el aire, los tres amigos se prepararon para enfrentar a Chomosukez, unidos por lazos más fuertes que cualquier fuerza destructiva.

La transformación de Luci en un águila gigante fue impresionante. Sus garras se aferraron a Asagi, elevándola en el aire. Pero Asagi no se rindió. Con una determinación feroz, pronunció las palabras "Luminous Glow".

En un destello brillante, la piel de Asagi comenzó a emitir una luz intensa. Las garras de Luci se aflojaron, y Asagi cayó al suelo con gracia. Se levantó, su mirada ahora resplandeciente.

"La suerte y la magia siempre encuentran una salida", dijo Asagi, enfrentando a Luci con valentía. "¿Estás listo para seguir luchando?"

Luci sonrió, su forma humana restaurada. "Tú también eres sorprendente, Asagi. Sigamos adelante!"

Asagi, con determinación, pronunció las palabras: "¡No necesitas gritar! ¡Puedo oírte, Luci!" Cada golpe liberaba un resplandor lumínico que calentaba su cuerpo. A pesar del calor, Asagi se mantuvo firme, enfrentando a Luci con valentía. La batalla continuó, con el destino de ambos en juego.

La colina tembló con la intensidad del combate. Trapecio, Amsel y Palitogood canalizaron la energía atómica en sus manos, cargando un poder devastador. Golpearon a Chomosukez y Sungonkun, creando una explosión que arrasó con todo a su alrededor.

Mientras tanto, Luci golpeó el rostro de Asagi, generando fricción y calor. La energía se desató en una reacción en cadena, formando una explosión que envolvió a todos los combatientes.

El mundo pareció detenerse por un instante, y luego la onda expansiva se propagó, levantando tierra y escombros. Los destinos entrelazados de los amigos y enemigos se entremezclaron en un estallido de poder y caos.

Luci, con su influencia, logró que Asagi detuviera su poder. La tensión en el aire se disipó, y todos suspiraron aliviados. Los demás también se relajaron, conscientes de la peligrosidad de la situación. El campo de batalla quedó en silencio, solo interrumpido por el eco de los recuerdos de la lucha.

Asagi sonrió y miró a los combatientes exhaustos. "Parece que son mucho más buenos de lo que imaginé", dijo. "La suerte, la magia y la amistad se entrelazan en esta danza de poder. Sigamos luchando juntos."

Los combatientes se sentaron en círculo, sus miradas aún cargadas de la intensidad del combate. Luci, Amsel, Trapecio, Palitogood y Asagi compartieron una sonrisa, como si hubieran forjado un vínculo más allá de la lucha.

"¿Cómo llegaron a ser tan poderosos?", preguntó Palitogood, su sombrero inclinado hacia adelante.

Amsel se recostó en el césped. "Cada uno tiene su historia. Yo, como presidente de New Perú, he enfrentado desafíos políticos y mágicos. La lucha me hizo más fuerte."

Trapecio giró su moneda entre los dedos. "Yo soy un ladrón con secretos oscuros. La magia siempre ha sido mi aliada en las sombras."

Luci miró al horizonte. "Mi oscuridad y mi heroísmo están entrelazados. Los dioses y los demonios han marcado mi camino."

Asagi tocó su piel aún brillante. "La suerte es mi don. Pero también la amistad. Juntos, somos invencibles."

Palitogood asintió. "Nuestros destinos se cruzaron aquí."

Chomosukez y Sungonkun se unieron al grupo, sentándose junto a los demás. La colina ahora estaba llena de historias, poderes y lazos que se entrelazaban. Juntos, enfrentarían lo que viniera, con la magia, la suerte y la amistad como sus aliados.

Asagi: (se acomoda en la hierba, mirando al cielo estrellado) Bueno, supongo que es hora de compartir mi historia. No es algo que haga a menudo, pero aquí estamos.

Amsel: (se apoya en un codo) Estamos ansiosos por escuchar, Asagi. Todos tenemos nuestras propias historias, y cada una es un tesoro.

Asagi: (suspira) Mi camino comenzó en la pequeña aldea de kariha. Mis padres eran agricultores, y yo crecí entre campos de arroz y leyendas antiguas. Desde joven, sentí una conexión con lo místico, como si hubiera algo más allá de lo que mis ojos podían ver.

Trapecio: (entrecierra los ojos) ¿Leyendas antiguas? ¿De qué tipo?

Asagi: (sonríe) Historias de espíritus de los bosques, guardianes de los ríos y criaturas que danzaban bajo la luna llena. Mi abuela decía que teníamos sangre de brujos o hechiceros, guerreros que protegían a la humanidad de las amenazas sobrenaturales. Pero pensé que eran solo cuentos para dormir.

Luci: (se acomoda junto a Asagi) A veces, los cuentos son más reales de lo que creemos.

Asagi: (asiente) Exacto. A los dieciséis años, mi vida cambió. Una noche, mientras caminaba por el bosque, encontré un antiguo pergamino. Sus símbolos brillaban con una luz tenue. Sin saberlo, había desencadenado un poder ancestral.

Palitogood: (se inclina hacia adelante) ¿Qué tipo de poder?

Asagi: (cierra los ojos) La suerte. No como un simple concepto, sino como una fuerza tangible. Comencé a notar pequeños cambios a mi alrededor. Las monedas siempre caían con la cara hacia arriba, las puertas se abrían cuando más lo necesitaba. Pero también había un precio. La suerte no siempre es benevolente.

Sungonkun: (frunce el ceño) ¿Qué quería a cambio?

Asagi: (suspira) Mi vida se volvió un equilibrio delicado. Cada buena fortuna tenía su contraparte. Y luego, conocí a Victoria Four.

Chomosukez: (se acomoda) ¿Victoria?

Asagi: (asiente) Una hechicera solitaria, atormentada por su oscuridad interior. Nos encontramos en una batalla contra un demonio ancestral. Victoria Four era feroz, pero también vulnerable. Su mirada me atravesó el alma. Y supe que nuestros destinos estaban entrelazados.

Amsel: (con interés) ¿Qué pasó después?

Asagi: (mira al horizonte) Luchamos juntos. Confrontamos a dioses y criaturas que desafiaban la realidad. Pero también enfrentamos nuestras propias sombras. Victoria Four y yo... teníamos una conexión profunda. A veces, la suerte nos sonreía, otras veces nos abandonaba.

Trapecio: (con curiosidad) ¿Y ahora?

Asagi: (sonríe) Ahora, seguimos luchando. La academia Goha es nuestro refugio, pero también un campo de batalla. La magia fluye en sus pasillos, y los secretos ancestrales esperan ser descubiertos. Y aquí estamos, unidos por la amistad y la necesidad de proteger lo que amamos.

Luci: (se pone de pie) Nuestros destinos se cruzaron en esta colina. Y juntos, enfrentaremos lo que venga.

Chomosukez: (se acomoda junto a los demás, mirando al fuego que crepita) Bueno, supongo que es mi turno. Mi historia no es tan épica como las de ustedes, pero tiene sus momentos interesantes.

Asagi: (sonríe) Cada historia tiene su valor. Adelante, Chomosukez.

Chomosukez: (suspira) Mi nombre real es Takeshi Korlin. Crecí en las calles de Neo-Tokio, una ciudad donde la tecnología y la magia coexisten. Mi familia era de clase baja, y desde joven aprendí a sobrevivir en un mundo lleno de peligros.

Luci: (asiente) Neo-Tokio es un lugar intrigante. ¿Cómo te involucraste en la lucha contra las fuerzas sobrenaturales?

Chomosukez: (mira sus manos) Fue un encuentro fortuito. Un día, mientras buscaba chatarra en un callejón, encontré un amuleto antiguo. No sabía qué era, pero algo en él me atrajo. Desde entonces, comencé a ver cosas que otros no veían: espíritus, sombras, criaturas que se escondían en las sombras.

Palitogood: (con curiosidad) ¿Qué hiciste con el amuleto?

Chomosukez: (se toca el cuello) Lo llevé siempre conmigo. Me di cuenta de que tenía habilidades especiales. Podía crear explosiones, leer pensamientos y, a veces, predecir el futuro. Pero también había un precio. El amuleto se alimentaba de mi energía vital.

Trapecio: (frunce el ceño) ¿Por qué seguiste usándolo?

Chomosukez: (suspira) Porque me volví adicto a su poder. Me convertí en un cazador sobrenatural. Luché contra demonios, fantasmas y criaturas que acechaban a los humanos. Pero cada victoria me debilitaba más. El amuleto era una carga y una bendición.

Sungonkun: (con interés) ¿Y cómo llegaste a la academia Goha?

Chomosukez: (mira a los demás) Un día, durante una cacería, conocí a Amsel. Él me habló de la academia, un lugar donde los poderes mágicos y la tecnología se entrelazaban. Decidí unirme. Aquí encontré aliados, amigos y un propósito más allá de mi propia supervivencia.

Amsel: (sonríe) Todos tenemos nuestras cargas y secretos. Pero juntos, somos más fuertes.

Sungonkun: (se acomoda, mirando al fuego) Bueno, aquí va mi historia. No es tan espectacular como las de ustedes, pero tiene sus momentos.

Asagi: (sonríe) Cada historia tiene su encanto. Adelante, Sungonkun.

Sungonkun: (suspira) Mi nombre real es Hiroshi. Nací en el distrito de Akihabara, en Tokio. Sí, ese lugar lleno de tiendas de electrónica y cultura otaku. Mi familia tenía una pequeña tienda de antigüedades, y crecí rodeado de objetos misteriosos y curiosidades.

Luci: (con interés) ¿Antigüedades? ¿Qué tipo de objetos?

Sungonkun: (se toca la barbilla) Desde katanas samuráis hasta viejas consolas de videojuegos. Pero había uno en particular que me intrigaba: un reloj de bolsillo con inscripciones rúnicas. Mi abuelo decía que estaba vinculado a la magia, pero nadie sabía cómo activarlo.

Palitogood: (con curiosidad) ¿Y qué hiciste con el reloj?

Sungonkun: (sonríe) Lo llevé siempre conmigo. Aunque no entendía su propósito, sentía que tenía un significado especial. Un día, mientras exploraba un templo abandonado, el reloj comenzó a vibrar. Las agujas giraron locamente, y me vi transportado a otro lugar.

Trapecio: (levantando una ceja) ¿A dónde fuiste?

Sungonkun: (mira al fuego) A un mundo paralelo. Un lugar donde la tecnología y la magia se fusionaban. Allí, conocí a un grupo de rebeldes que luchaban contra un imperio opresor. El reloj era la llave para viajar entre dimensiones.

Amsel: (con interés) ¿Y qué hiciste?

Sungonkun: (con determinación) Me uní a la resistencia. Aprendí a usar la magia y la tecnología en armonía. El reloj se convirtió en mi arma y mi guía. Pero también descubrí que cada salto entre mundos tenía un precio. Mi energía se agotaba, y mis recuerdos se desvanecían.

Chomosukez: (frunciendo el ceño) ¿Por qué seguiste haciéndolo?

Sungonkun: (suspira) Porque encontré algo más allá de la supervivencia. En ese mundo, conocí a una chica llamada Yumi. Ella también era una viajera interdimensional. Juntos, exploramos mundos, enfrentamos peligros y nos enamoramos. Pero el reloj nos separaba constantemente.

Asagi: (con empatía) El amor y la aventura. Una combinación poderosa.

Sungonkun: (asiente) Ahora estoy aquí, en la academia Gosha. El reloj sigue en mi bolsillo, pero he aprendido a controlarlo. Y aunque extraño a Yumi, sé que nuestro destino está entrelazado. Quizás algún día, los relojes nos volverán a unir.

Con una sonrisa, los amigos se despidieron y se dispersaron hacia sus hogares. Luci, alzando la voz, pronunció sus palabras finales: "Cuando quieran, nos visitan en la Academia Historia." Las estrellas brillaban sobre ellos, y el vínculo que habían forjado en esa colina perduraría más allá de la noche.

Era el cumpleaños de Trapecio, aunque su nombre real era Eduardo. Pero había olvidado la fecha, como solía hacerlo con las cosas triviales. Los demás, sin embargo, no lo habían olvidado. Habían preparado una fiesta sorpresa, con luces mágicas, confeti y un pastel gigante que nunca se apagaba.

Cuando Trapecio entró en su casa, las luces estaban apagadas. Extrañado, las encendió y se encontró con la sorpresa. Los demás salieron de sus escondites, sonriendo y cantando "Feliz cumpleaños". Trapecio no pudo evitar emocionarse. ¿Cómo habían sabido? ¿Por qué se habían molestado?

Luci, con su mirada intensa, le dio un abrazo. "Porque eres parte de esta extraña y maravillosa familia", dijo.

Asagi, tocando su piel brillante, añadió: "La suerte nos sonríe hoy".

Palitogood, ajustando su sombrero, exclamó: "¡Vamos a celebrar hasta el amanecer!"

La fiesta continuó, con música, risas y abrazos. Trapecio sopló las velas del pastel, deseando que este momento durara para siempre. Pero entonces, un disparo resonó a lo lejos. Todos se giraron hacia la cocina, donde Luci y Trapecio habían estado ordenando algunas cosas.

Luci cayó al suelo sin vida, su mirada perdida. El disparo había roto la magia y la amistad que habían compartido. Los demás corrieron hacia ellos, pero ya era demasiado tarde. La cocina se llenó de silencio y dolor.

Asagi, con lágrimas en los ojos, murmuró: "No puede ser..."

Palitogood, apretando los puños, juró: "Vamos a encontrar al responsable. Nadie se saldrá con la suya."

Amsel, con rabia, añadió: "Luci era un guerrero valiente. No merecía esto."

Chomosukez, con voz temblorosa, preguntó: "¿Por qué alguien haría algo así?"

Sungonkun, con su espada en mano, declaró: "La venganza será nuestra."

Trapecio se quedó atónito y con la mirada fija. Salió corriendo de su casa hacia afuera, desesperado por encontrar al asesino que había matado a Luci. El aire estaba cargado de tensión mientras atravesaba el umbral de su hogar.

El viento siseaba entre los árboles, susurros de un mundo que también parecía retener el aliento. Trapecio corría, sus pies golpeando el suelo con urgencia. ¿Quién había arrebatado la vida de Luci? ¿Qué oscuro poder se cernía sobre ellos?

Las calles estaban desiertas, pero la oscuridad no era un vacío. Era una presencia tangible, acechando en las sombras. Trapecio se adentró en un callejón estrecho, las paredes parecían cerrarse sobre él. Su corazón latía como un tambor de guerra, y su mente se aferraba a la imagen de Luci, su sonrisa, su valentía.

Entonces, lo vio. El asesino emergió de la penumbra, una figura imponente con ojos ardientes. No era humano. Sus dedos eran garras, y su piel, una amalgama de escamas y metal. Trapecio se preparó para la lucha, su propio poder fluyendo a través de él. Magia ancestral, tecnología prohibida, todo se mezclaba en su ser.

El poder de Trapecio se desató como una tormenta. La energía se concentró en su ser, y sus ojos brillaron con una luz sobrenatural. "¡Resplendent Atomic Range!" rugió, y el mundo se estremeció.

La explosión fue cataclísmica. Onda tras onda de energía arrasó con todo a su paso. El asesino fue lanzado como una marioneta rota, su forma retorcida impactando contra el muro con un estruendo ensordecedor. Los escombros volaron en todas direcciones, y el callejón quedó reducido a un campo de ruinas.

Trapecio se tambaleó, exhausto pero triunfante. El asesino yacía inmóvil, su piel escamosa chamuscada y sus ojos apagados. Luci había sido vengada, pero a qué costo. El poder tenía un precio, y Trapecio lo había pagado con sangre y alma.

El viento susurró en los escombros, y el mundo pareció sostener la respiración. ¿Qué más se ocultaba en las sombras? ¿Qué otros enemigos acechaban? Trapecio no sabía, pero estaba dispuesto a enfrentarlos. Por Luci, por la justicia, por todo lo que amaba.

Y así, en ese rincón oscuro, Trapecio se alzó como un héroe. Su historia se inscribiría en las leyendas, su poder reverberando a través del tiempo. Pero en ese momento, solo existía el silencio roto por el eco de su grito de guerra.

Los amigos de Trapecio se reunieron en la sala, sus rostros reflejando una mezcla de alivio y preocupación. Chomosukez, con su cabello azul y ojos inquisitivos, fue el primero en hablar.

"¿Lo hiciste?" preguntó, su voz apenas un susurro. Los demás asintieron, esperando la confirmación.

Trapecio asintió lentamente, su mirada perdida en el vacío. "Sí. Lo maté." Las palabras salieron como un eco, cargadas de dolor y agotamiento. Luci, su amiga, su compañera, había sido arrebatada de su lado. Y ahora, el asesino también yacía sin vida.

Asagi, con su armadura reluciente y espada desenvainada, se acercó a Trapecio. "Fue necesario," dijo con firmeza. "Por Luci, por todos nosotros."

Sungonkun, el maestro de las artes marciales, asintió. "A veces, la justicia exige sacrificios."

Palitogood, el ingeniero genial, se frotó la barbilla. "¿Qué era? ¿Un monstruo? ¿Un ser de otro mundo?"

Trapecio negó con la cabeza. "No lo sé. Era... diferente. Escamas, metal, magia. Una abominación."

Amsel, el sanador, se acercó y puso una mano en el hombro de Trapecio. "Has hecho lo que debías. Pero no estás solo en esto."

Los amigos se miraron entre sí, una hermandad forjada en la lucha y la pérdida. El asesino estaba muerto, pero las cicatrices permanecerían. Luci viviría en sus recuerdos, en los corazones de aquellos que la amaban.

El año de luto y venganza había dejado una marca profunda en Trapecio. La pérdida de Luci, la batalla contra el asesino, todo había erosionado su fe en la bondad inherente del mundo. ¿De qué servía ser bueno si los malos siempre parecían triunfar al final?

Las noches se volvieron más largas, y Trapecio se encontraba en un abismo de dudas. ¿Había sacrificado demasiado? ¿Había cruzado una línea que no podía desandar? Las cicatrices físicas se desvanecían, pero las emocionales seguían ardiendo.

Un día, mientras observaba el cielo estrellado, Amsel se le acercó. El sanador, con su mirada sabia y manos gentiles, parecía leer los pensamientos de Trapecio.

"La bondad no es una garantía de victoria," dijo Amsel. "Pero es una elección. Y en cada elección, dejamos una huella en el mundo."

Trapecio frunció el ceño. "¿Y si nuestras huellas no importan? ¿Si todo es efímero?"

Amsel sonrió. "Las estrellas también son efímeras, pero su luz viaja a través del tiempo. Nuestras acciones pueden ser pequeñas, pero su impacto es eterno."

El sol se deslizaba lentamente hacia el horizonte, pintando el cielo con tonos anaranjados y púrpuras. El viento soplaba suavemente, agitando las hojas de los árboles y llevando consigo un susurro de esperanza y tristeza. Trapecio estaba de pie en la colina, con la mirada perdida en la distancia, sus pensamientos sumidos en un mar de recuerdos y emociones encontradas.

Amsel se acercó, con una expresión de comprensión y tristeza reflejada en su rostro. Se detuvo a unos pasos de Trapecio, respetando su espacio y su dolor. Tras un momento de silencio, se aventuró a hablar.

-¿De qué sirve todo esto, Amsel? -dijo Trapecio, sin apartar la vista del horizonte-. Después de todo lo que ha pasado, no veo el sentido.

Amsel suspiró, sintiendo el peso de las palabras de su amigo.

-Es difícil encontrar respuestas en medio del dolor, Trapecio. Pero no podemos dejar que la oscuridad nos consuma -respondió Amsel con suavidad.

Trapecio cerró los ojos por un instante, luchando contra las lágrimas que amenazaban con brotar. Luego, abrió los ojos y se volvió hacia Amsel, apuntándole con un dedo y una mirada seria.

-Sabes, he estado pensando mucho. Creo que es hora de hacer lo que siempre debí hacer. Ya no puedo seguir postergándolo -dijo con determinación.

Amsel frunció el ceño, intrigado por la resolución en la voz de Trapecio.

-¿Y qué es eso, amigo mío? -preguntó.

Trapecio bajó el dedo, pero su mirada permaneció fija en Amsel, llena de una nueva y ardiente determinación.

-Es momento de actuar. Luci no querría que nos rindiéramos. Tengo que cumplir con mi destino, por ella y por todos nosotros -declaró.

Amsel asintió lentamente, comprendiendo la profundidad del compromiso de Trapecio.

-Si eso es lo que sientes en tu corazón, entonces sabes que estaré a tu lado. No estás solo en esto -aseguró Amsel con firmeza.

Trapecio sintió una oleada de gratitud y fuerza renovada. Asintió, sabiendo que, con Amsel a su lado, podían enfrentar cualquier adversidad.

-Gracias, Amsel. Juntos, encontraremos la manera de seguir adelante -dijo Trapecio, dejando que una leve sonrisa cruzara su rostro.

El viento seguía soplando, llevando consigo el eco de su determinación y la promesa de un nuevo comienzo.

La energía se concentró en los dedos de Trapecio mientras apuntaba hacia Amsel. El aire vibró con anticipación, y el mundo pareció sostener la respiración. El ataque atómico se desató, una explosión de luz y fuerza que envolvió al sanador.

Amsel fue arrojado hacia atrás, su cuerpo retorcido por la onda de choque. La sala quedó en ruinas, escombros flotando en el aire. Pero cuando el humo se disipó, Amsel seguía de pie, tambaleante pero vivo.

"¿Por qué?" preguntó Amsel, su voz ronca. "¿Por qué intentas matarme?"

Trapecio miró sus manos temblorosas. "Porque... porque no puedo soportar más pérdidas. Luci, todo lo que hemos enfrentado. ¿Para qué? ¿Para que los malos sigan ganando?"

Amsel se acercó, su mirada compasiva. "La venganza no es la respuesta, Trapecio. No importa cuánto dolor hayas sufrido. La bondad sigue siendo nuestra elección."

Trapecio cayó de rodillas, lágrimas en los ojos. "¿Qué sentido tiene ser bueno si siempre perdemos?"

Amsel lo ayudó a levantarse. "Porque cada acto de bondad cambia algo. Quizás no el mundo entero, pero sí nuestro propio corazón."

Trapecio miró a Amsel, su enemigo convertido en aliado. "¿Y si no puedo seguir luchando?"

Amsel sonrió. "Entonces lucharemos por ti. Porque todos merecen una segunda oportunidad."

Amsel, con su mirada llena de compasión, intentó detener a Trapecio. Pero el corazón del guerrero estaba endurecido, y la venganza lo había consumido por completo. Las palabras de Amsel se perdieron en el abismo de la ira y el dolor.

El destino de Trapecio estaba sellado. La oscuridad lo envolvía, y la línea entre héroe y villano se desvanecía. ¿Qué quedaba de aquel joven que luchaba por la justicia? Solo un eco distante, una sombra de lo que una vez fue.

Amsel suspiró, impotente. "Trapecio, no tienes que seguir este camino."

Pero Trapecio ya no escuchaba. Sus ojos ardían con una determinación feroz. Luci merecía justicia, y él la llevaría a cabo, sin importar las consecuencias.

Y así, en ese punto sin retorno, Trapecio se lanzó hacia su destino. El mundo tembló bajo sus pies, y la historia escribió su última página. ¿Triunfaría la venganza o la redención? Solo el tiempo lo diría.

Información:

La idea de despertar un poder oscuro a través de un detonante emocional es intrigante. Es como si el dolor y la pérdida actuaran como catalizadores para desencadenar habilidades más allá de lo común.

En este caso, el usuario podría experimentar una transformación radical. Su interior se llenaría de una energía oscura, alimentada por la tristeza, la ira o el deseo de venganza. Este poder podría manifestarse de diversas formas: control sobre elementos destructivos, habilidades sobrenaturales o incluso una conexión con fuerzas ancestrales.

Sin embargo, como toda maldición, habría un precio. El usuario podría perder parte de su humanidad, su empatía o incluso su cordura. La línea entre el bien y el mal se volvería borrosa, y la sed de poder podría consumirlo.

Los ojos de Trapecio ardían como brasas, y su cabello se teñía de un rojo intenso. La oscuridad lo había consumido por completo. "Mataré a todo el que se interponga en mi camino," susurró, su voz cargada de ira y desesperación.

Amsel, herido pero aún de pie, alzó una mano temblorosa. "Trapecio, esto no es lo que Luci hubiera querido."

Pero Trapecio ya no escuchaba. La venganza lo había transformado en un monstruo. Los malos, los buenos, todos serían víctimas de su ira. El mundo temblaba bajo su poder.

El trapecio, con un puñetazo devastador, golpeó a Amsel y luego desató una explosión en su propia casa, reduciéndola a escombros junto con Amsel. Sin mirar atrás, se alejó del lugar, dejando tras de sí la destrucción y el caos.

Los cinco días transcurridos desde que Trapecio desató su devastador poder han dejado un rastro de destrucción y muerte en casi todas las naciones. Países enteros han sido reducidos a escombros, y la humanidad se encuentra al borde del abismo. Los únicos que se atreven a enfrentarlo son Asagi, Sungonkun y Chomosukez, sus antiguos amigos. Pero incluso ellos dudan de si podrán detenerlo a tiempo.

En algún lugar, Paligood yace sin vida, incapaz de presenciar el cataclismo que Trapecio ha desatado. La humanidad se desvanece rápidamente, y la esperanza parece un recuerdo lejano.

El Querubín caído, una entidad de poder inimaginable, se fusiona con el cuerpo de Trapecio. La oscuridad y la luz chocan dentro de él, creando una tormenta de energía. Sus ojos brillan con una intensidad sobrenatural mientras lucha por mantener su cordura.

Trapecio siente cómo su voluntad se desvanece, reemplazada por la influencia del Querubín. Sus habilidades se multiplican, y su control sobre la destrucción se vuelve absoluto. Pero también hay un precio: la humanidad que alguna vez fue parte de él se desvanece, y su corazón se endurece.

Asagi, Sungonkun y Chomosukez se enfrentan a un enemigo aún más formidable. ¿Podrán detener a Trapecio ahora que está imbuido con el poder del Querubín? ¿O la humanidad está condenada a perecer bajo su ira?

El Arcángel Miguel, el gran defensor del pueblo judío y líder de los ejércitos celestiales, descendió a la Tierra. Asagi, Chomosukez y Sungonkun, al ver al ángel, quedaron atónitos. La leyenda bíblica cobraba vida ante sus ojos, y la realidad superaba sus expectativas.

El Arcángel Miguel fija su mirada en los tres jóvenes, su presencia imponente llenando el espacio. "Me envió Jehová por una razón seria", declara con solemnidad. "Veamos qué demonio enfrentamos."

Los corazones de Asagi, Chomosukez y Sungonkun laten con una mezcla de asombro y temor. La leyenda se ha vuelto realidad, y ahora están en presencia de un ser celestial. ¿Qué secretos revelará el Arcángel? ¿Qué destino aguarda a nuestros héroes?

El Arcángel Miguel y sus compañeros atraviesan un portal y emergen en la ciudad donde Trapecio se encuentra. El paisaje es desolador, marcado por la destrucción y el caos. Miguel observa con tristeza y determinación.

Sus ojos se posan en Trapecio, y en ese instante, ve más allá de la apariencia física. Reconoce al demonio que se oculta en su interior, el mismísimo Lucifer, el ángel caído. Miguel no titubea al dirigirse a él:

"Ya veo. Así que eres tú, Diablo. El gran Lucifer. Pero no te llevarás a esta criatura de mi Señor como alguna vez intentaste con el cuerpo de Moisés. Yo lo protegeré."

Con una mirada firme, Miguel pronuncia las palabras finales: "Que el Señor te reprenda."

La batalla entre la luz y la oscuridad está a punto de alcanzar su clímax.

La épica batalla se despliega ante ellos: tres mortales y un ángel, unidos en un último esfuerzo por detener a Trapecio, ahora poseído por Lucifer. Las energías chocan, la tierra tiembla y el cielo se oscurece.

Asagi, Sungonkun y Chomosukez desatan sus habilidades, luchando con valentía. El Arcángel Miguel, con su espada de fuego, enfrenta al demonio interior de Trapecio. Cada golpe, cada hechizo, decide el destino del mundo.

Chomosukez se alinea con Trapecio y coloca una mano frente a él. "¡Explosión!" exclama, desatando una onda de energía que lanza a Trapecio hacia atrás, dejándolo herido pero aún peligroso. La tierra tiembla bajo el impacto, y el aire se carga con electricidad.

Asagi se prepara, su determinación brillando en sus ojos. "¡Bien, aquí voy!" exclama. "Técnica sagrada de suerte, ¡Counter full!"

La energía fluye a través de él mientras se lanza hacia Trapecio.

Asagi, imbuido con habilidades divinas, se volvió inmortal durante cinco minutos. Su cuerpo irradiaba una luz sagrada mientras se enfrentaba a Trapecio. El tiempo se estiraba, y cada segundo parecía eterno.

La batalla alcanzó un nuevo nivel. Asagi esquivaba los ataques de Trapecio con gracia, su espada trazando arcos de luz. Cada golpe resonaba como un trueno divino. Pero el reloj seguía su marcha inexorable.

Sungonkun, con su destreza en artes marciales, asestó rápidos golpes a Trapecio. Mientras tanto, Asagi y Chomosukez se unieron a su lado, volando hacia su mejor amigo para ayudarlo. Los tres atacaron con furia, superando la capacidad de defensa de Trapecio. Ni él ni Lucifer sabían cómo enfrentar la combinación de sus habilidades.

El aire vibraba con la intensidad de la lucha, y el destino del mundo pendía de un hilo.

El Arcángel Miguel, con una velocidad sobrenatural, atravesó el pecho de Trapecio con su espada. La sangre brotó, y el cuerpo del poseído tembló. En ese momento, la presencia de Lucifer fue expulsada, como si la luz divina hubiera purgado la oscuridad.

Trapecio cayó de rodillas, jadeando, mientras el ángel sostenía su espada manchada. El mundo pareció sostener la respiración, y la batalla llegó a un punto crítico.

Trapecio, al borde de la muerte, desata una energía atómica brillante. La explosión arrasa con todo a su paso, reduciendo la zona a escombros. El Arcángel Miguel se protege, pero Asagi, Sungonkun y Chomosukez no ven venir el cataclismo.

El humo se disipa, y el silencio pesa en el aire. ¿Qué queda ahora? ¿La humanidad ha sobrevivido o sucumbido ante esta última y desgarradora batalla?

El Arcángel Miguel se inclina, su mirada compasiva sobre los cuerpos inmóviles de Sungonkun y Chomosukez. Asagi, aún de rodillas, sostiene la tristeza en sus ojos. Las palabras del ángel resuenan en el aire: "Ya están en un lugar mejor."

El sacrificio de los amigos no fue en vano. La destrucción, la lucha, todo ha dejado su huella. Pero quizás, en ese lugar mejor, encuentren paz y descanso.

Asagi se levanta, su corazón cargado de pérdida y gratitud. El mundo sigue en pie, pero a un costo inmenso.

En el reino de los cielos, Chomosukez, Sungonkun y Trapecio se encuentran ante un ser luminoso. Sus formas son etéreas, sus ojos reflejan la sabiduría de los siglos. El ángel o entidad que los recibe extiende sus brazos en bienvenida.

"Venid," dice con una voz que parece resonar en sus almas. "Habéis luchado valientemente en la Tierra. Aquí, encontraréis paz y redención."

Los tres amigos intercambian miradas, sus heridas aún frescas. Pero hay esperanza en este lugar de luz. Se adentran en el reino celestial, dejando atrás el dolor y la destrucción.

En el reino celestial, donde Chomosukez, Sungonkun y Trapecio caminan entre las nubes. La luz dorada los envuelve, y cada paso parece borrar las heridas de la batalla pasada. A lo lejos, una ciudad de alabastro brilla con promesas y misterios.

Chomosukez, con los ojos aún ardiendo de ira, golpeó a Trapecio en la cabeza. El sonido resonó en el aire, una mezcla de frustración y dolor. "¿Por qué?" susurró Chomosukez. "¿Por qué debía llegar a esto? No era necesario que toda la humanidad pereciera."

El cielo celestial los observaba en silencio, y el viento parecía llevarse las palabras. Trapecio, herido y abatido, no respondió. Quizás no había respuestas suficientes para justificar la destrucción que había desatado.

La amistad se había fracturado, y el mundo seguía temblando bajo las consecuencias de sus acciones.

Sungonkun, con los ojos llenos de dolor y frustración, también recriminó a Trapecio. "¿Por qué?" preguntó. "¿Por qué tanta destrucción? ¿Qué te llevó a causar este caos?"

El golpe resonó en el aire, una expresión de impotencia y desesperación. Trapecio, herido y abatido, no pudo encontrar palabras para justificar sus acciones. El cielo celestial observaba en silencio, y la respuesta parecía flotar más allá de su alcance.

El reino celestial los recibió, y Trapecio, con la mirada cargada de pesar, habló: "Por Luci, por cómo son las personas… por eso lo hice."

Las palabras flotaron en el aire, un eco de arrepentimiento y conflicto. El cielo, infinito y compasivo, parecía escucharlo todo.

Chomosukez y Sungonkun, con miradas implacables, pronuncian: "No te perdonamos." Sin embargo, sus sonrisas sugieren una esperanza frágil. Se acercan a Trapecio, quien asiente con tristeza. En este reino celestial, quizás encuentre la redención que tanto anhelaba, incluso en la muerte.

Estos se despidieron y cada quien agarro camino en el cielo.

Fin.