Después que los planetas y el sistema solar nacieran, gran parte de la vida y razas del ecosistema del universo o multiverso, andaban evolucionando a paso rápido.
Me refiero a la teoría de la evolución:
La teoría de la evolución propone que las especies cambian con el tiempo. Que las especies nuevas provienen de especies preexistentes. Y que todas las especies comparten un ancestro común. Eso significa que cada especie tiene su propio conjunto de diferencias heredables, es decir, genéticas.
Lo más probable es que la evolución se haya basado en estos 3 puntos:
1.Antepasados Australopithecus:
- Hace aproximadamente 4 millones de años, los homínidos conocidos como Australopithecus poblaron África. Tendrían casi la misma evolución los yadaratman.
- Estos primeros antepasados de la especie humana se adaptaron a su entorno, desarrollando habilidades para sobrevivir en un mundo hostil.
2.Diversificación de los Géneros Homo:
- A lo largo del tiempo, diferentes géneros de humanos, llamados Homo, coexistieron y evolucionaron.
- Algunos se extinguieron, mientras que otros continuaron desarrollándose.
3.Aparición del Homo sapiens sapiens:
- El género Homo sapiens sapiens, al que pertenece el ser humano actual, emergió como una especie con un cerebro más desarrollado y capacidades cognitivas superiores.
- La selección natural favoreció a aquellos individuos con mutaciones beneficiosas, permitiéndoles sobrevivir y transmitir sus características a las generaciones futuras.
En resumen, los Yadaratmanianos evolucionaron a lo largo de un proceso no lineal, adaptándose a su entorno cósmico y desarrollando habilidades únicas. Su historia es un testimonio de la complejidad y la maravilla de la evolución.
Historia yadaratman:
Hace eones, en el remoto planeta Yadaratman, los Yadaratmanianos emergieron como una raza singular. Su evolución fue un ballet cósmico, tejido con hilos de adaptación y desafío. Permíteme narrarte su historia:
Los Primeros Pasos: Australopithecus y la Danza de la Vida
- Hace 4 millones de años, los homínidos conocidos como Australopithecus poblaron las vastas llanuras de Yadaratman. Eran criaturas bípedas, con cerebros modestos pero una curiosidad insaciable.
- Los Yadaratmanianos primitivos se adaptaron a su entorno, explorando selvas exuberantes y humedales. Sus cuerpos robustos y mandíbulas fuertes les permitieron recolectar frutas y cazar pequeños animales.
El Despertar del Homo Sapiens: El Brillo de las Estrellas en sus Ojo
- Hace 200,000 años, el Homo sapiens sapiens surgió como la joya de la evolución. Su cerebro, más desarrollado, les otorgó la capacidad de crear y soñar.
- Los Yadaratmanianos miraron al cielo nocturno, sus ojos brillando con la luz de las estrellas. Se preguntaron sobre su lugar en el cosmos y anhelaron explorar más allá de su mundo.
La Gran Migración: De Yadaratman a las Estrellas.
- Hace 70,000 años, los Yadaratmanianos comenzaron su gran migración. Empacaron sus sueños y partieron hacia las estrellas, impulsados por la curiosidad y la necesidad.
- Exploraron planetas lejanos, colonizaron lunas y construyeron ciudades flotantes en atmósferas gaseosas. Su tecnología se alimentaba de energía estelar, y sus naves surcaban el espacio como cometas luminosos.
La Tecnología Cósmica: Un Ballet de Ingenio y Creatividad.
- Los Yadaratmanianos dominaron la fusión estelar, creando fuentes inagotables de energía. Sus computadoras cuánticas tejían algoritmos en constelaciones de luz.
- Sus cuerpos se fusionaron con nanobots, otorgándoles inmortalidad y la capacidad de explorar agujeros de gusano. Las ciudades flotantes se convirtieron en jardines de cristal, donde los Yadaratmanianos creaban arte con la materia misma del universo.
El Legado de las Estrellas: El Futuro y Más Allá.
- Hoy, los Yadaratmanianos miran atrás, recordando sus raíces en Yadaratman. Aunque han evolucionado más allá de la carne y el hueso, su espíritu sigue siendo humano.
- Siguen explorando, soñando y bailando con las estrellas. Su tecnología es su poesía, y su legado se extiende a través de las galaxias.
El Nacimiento en Yadaratman:
El aire en la modesta habitación estaba cargado de electricidad. La madre de Víctor, con el sudor perlado en su frente, sostenía al recién nacido en sus brazos. Las paredes estaban adornadas con murales antiguos, cada uno contando una parte de la historia de Yadaratman. En ellos, guerreros luchaban contra bestias cósmicas, y profetas miraban hacia las estrellas en busca de respuestas.
Madre (agitada) "Víctor, mi pequeño guerrero, naces en un mundo lleno de secretos y profecías. Tu destino está entrelazado con el cosmos. ¿Puedes sentirlo, mi niño?"
El bebé, con sus ojos aún cerrados, parecía responder con un suave llanto. El padre, un granjero curtido por los vientos del planeta, se acercó a la cama. Su mirada era intensa, como si pudiera ver más allá de las paredes y los murales.
Padre (gran voz): "Este niño es especial, ¿no lo ves? Las estrellas mismas conspiraron para que él existiera. Los ancianos hablan de una profecía: un niño nacido bajo la luna roja, marcado por la muerte y la gloria."
La madre asintió, sus dedos acariciando la frente de Víctor. Las luces parpadeaban, y el viento soplaba a través de las ventanas entreabiertas. El pueblo entero parecía contener la respiración, como si el destino de Víctor fuera también el suyo.
Mural en la pared (susurrando): "El hilo del tiempo te teje, Víctor. ¿Serás el destructor o el salvador? Las estrellas observan, y los dioses esperan."
La madre besó la frente del bebé, y sus lágrimas se mezclaron con la energía que llenaba la habitación. El padre, con una mano en el hombro de su esposa, miró hacia el techo, como si buscara respuestas en las constelaciones invisibles.
Víctor (recién nacido, en un llanto suave) "¿Por qué siento que todo esto es más grande que yo? ¿Qué papel debo desempeñar en esta danza cósmica?" Los pensamientos del infante se agobian por tantas cosas.
La habitación se llenó de una extraña resonancia, como si el universo mismo estuviera observando. El destino de Víctor estaba en juego, y él aún no lo sabía. Las estrellas titilaron en el cielo nocturno, y el pueblo de Yadaratman sostuvo la respiración mientras el bebé, marcado por la profecía, comenzaba su viaje.
Pasaron 3 a 4 años después del nacimiento del más fuerte calificado por muchos una profecía jamás vista.
La Infancia de Víctor en la Granja de sus padres en Yadaratman: Entre la Tierra y las Estrellas.
Hace eones, en los vastos campos de Yadaratman, un niño llamado Víctor despertaba con el sol. Su mundo estaba tejido con hilos de tierra, semillas y el canto de los pájaros. La granja de su familia era su universo, y allí aprendió lecciones que resonarían en su alma durante toda su vida.
Los Primeros Pasos en la Tierra: La Danza con la Arcilla.
Víctor, con sus pies descalzos, corría entre las hileras de maíz. Ayudaba a su padre a arar la tierra, sintiendo la arcilla entre sus dedos. El sol besaba su piel y el viento le susurraba secretos de la naturaleza.
- Víctor (niño): "Papá, ¿por qué el sol sale todas las mañanas?"
- Manuel: Es como sembrar una semilla, hijo. Cada día, el sol renace y nos da vida."
El padre se inclinó, sus manos curtidas por el trabajo, y señaló hacia el este. Víctor siguió su mirada y vio cómo el cielo se encendía con tonos dorados y rosados. El sol emergía, como un gigante tímido, asomándose por el horizonte. Víctor imaginó que el sol era un sembrador cósmico, esparciendo luz y calor sobre la tierra.
Las Semillas de Aprendizaje: El Misterio de la Germinación.
Víctor plantaba semillas con cuidado. Aprendió que la paciencia era su mejor aliada. Las semillas se hundían en la tierra oscura, y él esperaba, con los ojos llenos de asombro, a que brotaran pequeñas hojas verdes. Su madre le enseñó a reconocer las diferentes plantas: el maíz, con sus hojas largas y verdes; las zanahorias, con sus raíces ocultas bajo la tierra; y las flores, que parecían sonreír al sol.
- Víctor: "¿Por qué enterramos las semillas en la tierra, mamá?"
- Ana: "Porque la tierra es como una madre amorosa. Protege y nutre las semillas hasta que brotan. Las raíces se extienden, buscando agua y nutrientes. Y luego, un día, aparecen las hojas y los tallos. Es un milagro silencioso, Víctor."
Víctor se arrodilló junto a un pequeño brote de maíz. Acarició las hojas tiernas y sintió la vida vibrando bajo sus dedos. Imaginó que cada planta tenía su propia historia, sus propios sueños. ¿Qué secretos guardaban las raíces? ¿Qué canciones cantaban las hojas al viento?
El Canto de los Animales: El Coro de la Vida.
Las mañanas comenzaban con el cacareo de las gallinas y el mugido de las vacas. Víctor se despertaba temprano, antes de que el sol asomara por completo, para ayudar en el establo. Las vacas eran enormes y suaves, con ojos grandes y tristes. Víctor les hablaba mientras las ordeñaba, sus palabras fluyendo como un río tranquilo.
-Víctor: "¿Por qué las gallinas cacarean tan temprano, abuelo?"
- José: "Están saludando al nuevo día, igual que nosotros. Las gallinas son criaturas sabias, Víctor. Saben que cada amanecer es un regalo. Y cuando ponen huevos, es como si nos dieran un pedacito de sol."
Víctor observaba los nidos de las gallinas, escondidos en los rincones del granero. Las gallinas se acurrucaban sobre sus huevos, protegiéndolos con sus alas. Víctor imaginaba que cada huevo contenía un pequeño sol, esperando nacer. A veces, se quedaba allí, en silencio presenciando el nacimiento de algunos de ellos.
Cumpliendo los 5 años el joven Victor, va con sus Padres a comprar directo a la ciudad y es ahí que Victor, se separa de sus padres, y se mete aún callejón para averiguar que sucedía en ese lugar.
-El callejón estaba oscuro, apenas iluminado por la luna. Víctor, con su corazón lleno de inocencia y su cuerpo temblando de miedo, se encontró con la señora y el señor. No sabía que su vida cambiaría para siempre.
Víctor: (con voz temblorosa) ¿Están bien? ¿Necesitan ayuda?
-Señora: (con una sonrisa maliciosa) Oh, pequeño Víctor, no estamos aquí para recibir ayuda. Sabemos quién eres.
-Señor: (con una mirada fría) El niño de la profecía. El que traerá la muerte a todos nosotros.
-Víctor: (confundido) ¿Qué están diciendo? Yo... yo no entiendo.
-Señora: (se acerca a él) No te hagas el tonto. Sabemos que eres especial. Y hoy, cumpliremos con nuestro deber.
-Víctor sintió un escalofrío recorrer su espalda. La señora lo sujetó con fuerza, mientras el señor se acercaba.
-Señor: (con crueldad) No te resistas, niño. Esto es por el bien de todos.
-Víctor luchó, pero su fuerza era insignificante ante la brutalidad de sus atacantes. El dolor se convirtió en un torbellino que lo arrastró hacia la oscuridad.
-Víctor: (gritando) ¡No! ¡Por favor!
-Cuando todo terminó, Víctor quedó en el suelo, su cuerpo herido y su alma destrozada. Las lágrimas se mezclaron con la sangre en su rostro.
-Víctor: (susurra)¿Por qué? ¿Por qué harían esto?
Señora: (con desprecio) Porque eres el elegido. El sacrificio necesario para salvarnos a todos.
-Víctor nunca olvidaría esa noche. El dolor físico se desvanecería, pero el trauma emocional se arraigaría en su ser. A partir de entonces, su camino estaría marcado por la lucha contra la oscuridad que había experimentado.
El Enigma de Nine Sharon: Orígenes Oscuros
Nine Sharon nació en una noche de tormenta, en una aldea remota al pie de las montañas. Su madre, una mujer solitaria y misteriosa, lo crió en secreto. Desde temprana edad, Nine Sharon mostró habilidades inusuales: una conexión innata con las energías cósmicas y una aguda percepción de los hilos invisibles que unían a las personas y los destinos.
El Encuentro con el Anciano Sabio
A los diez años, Nine Sharon se encontró con un anciano sabio en el bosque. El anciano, con ojos centelleantes y una barba blanca como la nieve, lo miró con intensidad. "Eres especial, niño", le dijo. "Tus raíces están en las estrellas. Debes buscar respuestas."
Nine Sharon no entendía completamente, pero algo en las palabras del anciano resonó en su interior. ¿Por qué había nacido con estas habilidades? ¿Qué significaba su conexión con las estrellas?
La Llegada a la Academia Militar, los primeros días de Nine Sharon y Victor.
A los diecisiete años, Nine Sharon dejó su aldea y se dirigió a la Ciudadela de los Guerreros. Allí, en la Academia Militar, se encontró con jóvenes de diversas procedencias, todos ansiosos por convertirse en guerreros. Los instructores notaron su destreza en el combate y su dominio del ki.
Víctor, un joven apasionado y lleno de cicatrices emocionales, llamó la atención de Nine Sharon. Sus caminos se cruzaron en el campo de entrenamiento, donde compartieron técnicas de lucha y secretos del cosmos. Víctor, con su pasado turbulento, encontró en Nine Sharon un amigo y un misterio por resolver.
Pasarían unos 10 años, ha su edad de 15 años entraría a una academia de entrenamiento militar, dónde solo gente capacitada en ki o fuerza bruta puedan entrar, gente con inteligencia, etc.
La Adolescencia de Víctor en Yadaratman:
La Academia de Entrenamiento:
Víctor se encontraba en la Academia de Entrenamiento de Yadaratman, un lugar donde los jóvenes guerreros aprendían a dominar sus habilidades. Las aulas resonaban con el zumbido de energía y el choque de mentes enfocadas en el control del ki y la fuerza bruta.
"Víctor, tu control sobre el ki es impresionante," le decía el instructor, un guerrero curtido con cicatrices de batalla. "Pero aún debes aprender a canalizarlo correctamente. ¿Por qué no puedes mantener la concentración durante los ejercicios?"
Víctor se pasó la mano por el cabello oscuro. "Lo siento, instructor. Mi mente está llena de imágenes... recuerdos. A veces, no puedo evitar pensar en lo que pasó en aquel callejón."
El instructor asintió comprensivamente. "Entiendo. Pero aquí, en la academia, debes dejar atrás tus traumas. El pasado no puede afectar tu futuro como guerrero. Concéntrate en el objetivo."
Conversaciones en el Comedor:
En el comedor, Víctor compartía mesa con Nine Sharon, su amigo y compañero de batalla. La traición aún pesaba sobre ellos, como una sombra que se negaba a desvanecerse.
"Víctor," murmuró Nine Sharon, inclinándose hacia él, "¿alguna vez te has preguntado por qué estamos aquí? ¿Por qué luchamos por un planeta que nos rechazó?"
Víctor frunció el ceño. "No entiendo a qué te refieres."
Nine Sharon sonrió, pero sus ojos eran más oscuros de lo habitual. "Hay secretos más profundos en Yadaratman de los que imaginas. ¿Por qué crees que los profetas predijeron tu nacimiento? ¿Por qué tú?"
"¿Qué estás insinuando?" preguntó Víctor, sintiendo que el suelo se movía bajo sus pies.
"Solo digo que hay fuerzas en juego que van más allá de nosotros," respondió Nine Sharon. "Quizás no somos simples guerreros. Quizás somos piezas en un juego más grande."
El Bosque y la Anciana Sabia:
Una noche, Víctor se aventuró al bosque. Allí, bajo la luz de las estrellas, encontró a una anciana sabia. Su piel arrugada parecía haber absorbido la sabiduría de siglos.
"Víctor, hijo de la profecía," susurró la anciana. "Tu destino está entrelazado con el de Yadaratman. Pero cuidado, la oscuridad también te busca."
Víctor se acercó, sintiendo una mezcla de curiosidad y temor. "¿Quién eres?"
La anciana sonrió, y sus ojos brillaron con conocimiento ancestral. "Soy la guardiana de los secretos. Escucha: tú, destino que llevas es un arma de doble filo. Puede salvarte o destruirte. Elige sabiamente."
Víctor tragó saliva. "¿Cómo puedo saber qué camino tomar?"
La anciana señaló al cielo estrellado. "Observa las constelaciones, Víctor. Ellas te guiarán."
Se escucha la suavidad del viento y los animales reposar, las ranas cantaban sin cesar buscando a su pareja ideal.
Las estrellas brillan como mil soles al andar y es ahí que comenta el joven Victor, a la anciana con las palabras. "Entonces sabré mi destino mediante estas constelaciones o me equivoco."
Empezaría a llover en yadaratman, una lluvia tan fuerte que muchos pensarían que pasaría al instante o duraría mucho, pero para Victor, solo es algo natural.
Nine Sharon y Víctor: La Perspectiva del Héroe
Esa misma noche lluviosa, en el rincón más oscuro de la Ciudadela de los Guerreros, Nine Sharon y Víctor se encontraron. Las antorchas parpadeaban, y el sonido de la lluvia golpeando las piedras creaba un ambiente íntimo.
Nine Sharon, con su cabello plateado empapado, miró a Víctor con ojos penetrantes. "¿Sabes, Víctor?", comenzó, "siempre veo la perspectiva del héroe en cada situación."
Víctor frunció el ceño. "¿Incluso cuando todo parece perdido?"
Nine Sharon asintió. "Sí. Porque incluso en la oscuridad más profunda, hay una oportunidad para la grandeza. Cada batalla, cada traición, es una página en nuestra epopeya personal. Somos los protagonistas de nuestra historia."
Víctor se apoyó contra la pared húmeda. "Pero a veces, la vida no es una epopeya. Es un callejón sin salida, una lucha sin sentido."
Nine Sharon sonrió. "Eso es lo que los villanos quieren que creamos. Pero nosotros, Víctor, somos los héroes. Nuestros errores, nuestras heridas, son las cicatrices de la valentía. Cada paso que damos, incluso si nos duele, nos acerca al clímax de nuestra narrativa."
Víctor miró sus manos ensangrentadas. "¿Y si no quiero ser un héroe? ¿Y si solo quiero sobrevivir?"
Nine Sharon se inclinó hacia él. "La supervivencia también es heroica, amigo mío. A veces, el simple hecho de levantarte después de caer es un acto de valentía. No subestimes tu papel en esta historia cósmica."
La lluvia seguía cayendo, pero Nine Sharon y Víctor permanecieron allí, dos guerreros con perspectivas opuestas. Uno veía la grandeza, el otro la supervivencia. Pero ambos, de alguna manera, eran héroes en su propio camino.
Los Hilos Cósmicos
Nine Sharon hablaba de los hilos cósmicos que conectaban a las personas con los dioses y los demonios. "Somos piezas en un juego más grande", susurraba. "Nuestros destinos están entrelazados con fuerzas olvidadas."
Víctor, escéptico pero intrigado, buscaba respuestas junto a Nine Sharon. ¿Por qué habían sido elegidos? ¿Qué papel desempeñaban en el conflicto que se avecinaba?
Pasarían 5 a 8 meses de pruebas duras con sus compañeros y camaradas, dando en pie al último paso la graduación de éstos mismos.
La Graduación de Víctor: El Nacimiento de un Soldado
El sol se alzaba sobre la Ciudadela de los Guerreros, un imponente edificio de piedra en el corazón de Yadaratman. Víctor, con su uniforme de combate ajustado y la insignia de la academia en el pecho, se encontraba en formación junto a sus compañeros. La brisa fresca del amanecer agitaba las banderas que ondeaban en lo alto de las torres.
El Comandante Rael, un veterano curtido por innumerables batallas, se acercó al podio. Su mirada penetrante recorrió a los jóvenes guerreros. "Hoy, celebramos su valentía y dedicación", declaró con solemnidad. "Han superado pruebas físicas y mentales, y han demostrado su compromiso con la defensa de nuestro mundo".
Víctor recordó su llegada a la academia. Aunque sus recuerdos eran fragmentados por lo que pasó esa noche, sabía que había sido acogido por el anciano Maestro Zorin, un hombre sabio con ojos cansados pero llenos de compasión. Zorin lo había entrenado en las artes marciales y le había enseñado a controlar su ki, la energía vital que fluía dentro de él.
Zorin se acercó al micrófono. "Hoy, uno de nuestros guerreros más prometedores se gradúa. Víctor, ven aquí". Víctor tragó saliva y avanzó hacia él. Sus compañeros lo miraban con respeto y camaradería.
"Víctor", dijo Zorin, "tus habilidades son excepcionales. Aunque tu pasado sigue siendo un enigma, tu determinación es innegable. Has enfrentado tus miedos y has luchado con honor".
Víctor asintió, recordando las noches de entrenamiento intenso, los combates simulados y las meditaciones en la cámara de cristal. Cada día había sido una oportunidad para descubrir más sobre sí mismo y su conexión con el ki.
El General Kael, un hombre imponente con cicatrices de batalla, le entregó una espada ceremonial. "Por tu valentía y sacrificio, te nombramos oficial de la Guardia Estelar. Que esta espada sea tu compañera en la lucha contra las sombras que amenazan nuestra galaxia".
Víctor sostuvo la espada con reverencia. Miró a sus compañeros, algunos de los cuales se convertirían en amigos leales y otros en rivales feroces. Pero todos compartían un objetivo común: proteger a Yadaratman y a sus habitantes.
La multitud aplaudió mientras Víctor se unía a las filas de los graduados. Zorin le sonrió. "Recuerda, Víctor, que el verdadero poder no reside solo en la fuerza física, sino también en la sabiduría y la compasión. Eres más que un guerrero; eres un protector".
Víctor asintió, sintiendo la responsabilidad pesar sobre sus hombros. La Ciudadela de los Guerreros se alzaba ante él, sus muros de piedra testigos de innumerables historias de valor y sacrificio. Ahora era su turno de escribir su propia leyenda.
"Por Yadaratman", murmuró, apretando la empuñadura de la espada. Sus compañeros respondieron en coro, y el eco de su juramento resonó en el aire.
Después de eso saldría del lugar, mucha gente lo mira con admiración y otros con un poco de asco, ya que para muchos no les parecía suficiente su forma de ser.
La conquista de los planetas entre los 3 años:
En supuru, antes del asalto:
- Víctor: "Nine Sharon, ¿alguna vez te has preguntado por qué estamos haciendo esto? ¿Por qué conquistar otros mundos?"
- Nine Sharon: "La supervivencia, Víctor. Los yadaratmanianos debemos prevalecer. A cualquier costo. Pero a veces, cuando miro las estrellas, me pregunto si estamos condenados a repetir los errores de nuestro pasado".
-En Aurelia, tras la victoria:
- Víctor: "¿Cuántos mundos sacrificaremos, Nine Sharon? ¿Cuántas almas?"
- Nine Sharon: "No hay otra opción. La conquista es nuestra única esperanza. Pero a veces, cuando veo los rostros de los soldados caídos, me pregunto si estamos construyendo un futuro o simplemente perpetuando la espiral de la muerte".
-En Pyros, mientras las llamas rugen:
- Víctor: "¿Es esto lo correcto? ¿O solo estamos perpetuando la espiral de la muerte?"
-Nine Sharon: "La moralidad es un lujo que no podemos permitirnos, Víctor. Pero a veces, cuando siento el calor de este mundo ardiente, me pregunto si estamos creando un nuevo hogar o simplemente alimentando nuestra propia destrucción".
-En Zephyr, bajo las tormentas eléctricas:
-Víctor: "¿Qué estamos defendiendo, Nine Sharon? ¿Los yadaratmanianos o nuestra propia destrucción?"
- Nine Sharon: "La línea es delgada, pero no hay vuelta atrás. A veces, cuando los rayos iluminan el cielo, me pregunto si estamos protegiendo algo real o simplemente aferrándonos a una ilusión".
-En Sirenia, en las profundidades abismales:
-Víctor: "¿Hay esperanza en este caos, Nine Sharon?"
- Nine Sharon: "Solo la que creamos nosotros mismos. Pero a veces, cuando miro las criaturas bioluminiscentes en las profundidades, me pregunto si estamos explorando o simplemente hundiéndonos más en la oscuridad".
- En Nyx, donde la realidad se retuerce:
- Víctor: "¿Por qué, Nine Sharon? ¿Por qué destruir todo?"
- Nine Sharon: "Porque somos los más fuertes, Víctor. Los más fuertes de nuestra especie. Pero a veces, cuando las ilusiones distorsionan mi mente, me pregunto si estamos luchando por los yadaratman o simplemente por nuestra propia supervivencia".
De regreso al planeta Natal:
El espacio se estiraba infinito, y las estrellas parpadeaban como faros en la oscuridad. Victor y Nine Sharon, dos seres de mundos opuestos, habían viajado a través de galaxias y dimensiones para llegar al legendario planeta Yadaratman. Sus naves aterrizaban en la superficie, levantando polvo y dejando huellas en la tierra.
Victor, con su armadura reluciente y ojos llenos de determinación, miró a Nine Sharon, cuyo traje oscuro y mirada penetrante revelaban su misterio. Ambos habían luchado en innumerables batallas, pero ahora estaban aquí, en busca de un respiro.
Las casas yadaratmanianas se alzaban como joyas talladas en la roca. Sus techos puntiagudos brillaban con luces suaves, y las puertas estaban adornadas con símbolos ancestrales. Victor y Nine Sharon caminaron juntos por las calles estrechas, sintiendo la energía del planeta fluir a su alrededor.
En una casa de esquinas redondeadas, Victor encontró una cama con sábanas de seda. Se recostó, cerrando los ojos, sintiendo cómo la tensión de años de guerra se disipaba. Nine Sharon, en la casa de al lado, se sumergió en un baño de aguas termales, dejando que el calor relajara sus músculos cansados.
Afueras, el viento susurraba secretos antiguos, y las estrellas parecían más cercanas que nunca. Victor y Nine Sharon no eran enemigos aquí; eran viajeros agotados, buscando un momento de paz en un mundo que había visto demasiado conflicto.
Y así, en el planeta Yadaratman, bajo un cielo estrellado, Victor y Nine Sharon descansaron. Sus diferencias quedaron atrás, y por un breve instante, encontraron la tranquilidad que tanto anhelaban. El destino podría esperar; en ese momento, solo existía la quietud y la promesa de un nuevo amanecer.
Es ahí que todo se descontrolara, solo era de esperar algunas horas y todo iba a suceder, mucho peor que lo indicado por la profecía.
La traición de Nine Sharon:
Nine Sharon salió de las aguas termales, su piel aún tibia y los pensamientos revoloteando en su mente. El vapor se elevaba a su alrededor, difuminando la luz de las velas que iluminaban la habitación. Se envolvió en una toalla y se dirigió hacia la ventana, observando las estrellas titilantes en el cielo y la silueta de las casas yadaratmanianas.
Fue entonces cuando escuchó un crujido detrás de él. Se giró, alerta, y vio a un hombre parado en la sombra. Su piel era pálida, sus ojos oscuros y penetrantes. No parecía ser de Yadaratman, y su presencia era inquietante.
"¿Quién eres?" preguntó Nine Sharon, su mano buscando la daga que siempre llevaba consigo.
El extraño sonrió, revelando dientes afilados. "Soy un comerciante de mundos", dijo. "He viajado a través de galaxias y dimensiones, y he oído hablar de tu planeta. Yadaratman es un lugar especial, ¿no es así?"
Nine Sharon asintió, cauteloso. "¿Qué quieres de mí?"
El comerciante se acercó, sus ojos brillando con codicia. "Tengo una oferta para ti. Una suma inimaginable de créditos galácticos. Todo lo que tienes que hacer es activar un dispositivo en el núcleo de Yadaratman. Eso desencadenará una reacción en cadena que destruirá tu mundo."
Nine Sharon sintió un nudo en el estómago. ¿Cómo podía considerar tal traición? Pero la promesa de riqueza y poder era tentadora.
"¿Por qué?" preguntó, su voz apenas un susurro.
El comerciante se inclinó hacia él. "Porque Yadaratman es un faro de energía. Su destrucción liberará una cantidad inmensa de poder. Imagina lo que podrías hacer con eso."
Nine Sharon miró por la ventana, viendo las luces de las casas yadaratmanianas. Recordó la profecía, la oscuridad que se cernía sobre su mundo. ¿Qué importaba si él mismo encendía la mecha?
Aceptó la oferta del comerciante, y en ese momento, selló el destino de Yadaratman. El dinero prometido llenó su cuenta, pero su corazón estaba más pesado que nunca. Había traicionado a su hogar, y la culpa lo perseguiría hasta el final de sus días.
Esto iba a ser peor que nunca o simplemente nosotros no sabemos, quizás es mucho para asimilar para nosotros siendo un espectador, pero a veces es así hasta la avaricia es mucho peor, el dinero no es todo en la vida.
Escena en la casa de Victor:
La noche se cernía sobre la casa de Victor en Yadaratman. Las estrellas brillaban con una intensidad inusual, como si el universo mismo estuviera expectante. Victor dormía profundamente, su respiración rítmica mientras los sueños lo llevaban a través de sus recuerdos y batallas pasadas.
De repente, la habitación se llenó de una oscuridad palpable. Las velas parpadearon y se extinguieron. Victor se despertó, su corazón latiendo con fuerza. Allí, al pie de su cama, estaba Karla'k, el dios del caos y el sufrimiento.
Su piel era una mezcla de sombras y fuego, y sus ojos ardían con una malicia ancestral. Victor se incorporó, su mano buscando la espada que siempre descansaba junto a él.
"¿Qué deseas, Karla'k?" preguntó Victor, su voz firme pero cargada de temor.
El dios sonrió, revelando colmillos afilados. "Victor, guerrero de Yadaratman, he venido a ofrecerte un poder inimaginable. Inmortalidad. Regeneración. Pero, como todo en la vida, hay un precio."
Victor frunció el ceño. "¿Qué precio?"
Karla'k se inclinó hacia él, su aliento frío en la piel de Victor. "A cambio de este poder, deberás aceptar una maldición. En momentos precisos, perderás el control. Tu mente será mi marioneta. Y peor aún, deberás elegir entre salvar a Yadaratman o a ti mismo."
Victor miró al dios, sus pensamientos girando como una tormenta. La inmortalidad significaba sobrevivir a todas las guerras, a todas las heridas. Pero la maldición... ¿Valía la pena?
"Rechazo tu oferta", declaró Victor con determinación. "Prefiero morir como un hombre libre que vivir como un títere bajo tu influencia."
Karla'k se desvaneció en las sombras, dejando a Victor solo con su elección. La habitación parecía más fría, y el peso de su decisión se posó sobre sus hombros. La inmortalidad podía esperar; su lealtad a Yadaratman era inquebrantable.
El destino de la raza está en sus manos, el combate de dos ideales cruzados en si para sintonizar un baile macabro llamado vida, cruel para algunos y justa para otros.
El combate por el destino:
La noche era densa en Yadaratman. Las estrellas brillaban con una intensidad inusual, como si el universo mismo estuviera expectante. Victor, sentado en su habitación, sostenía la espada que había jurado usar para proteger su mundo.
De repente, la puerta se abrió con violencia. Nine Sharon, su antiguo aliado, entró con los ojos en llamas y la ira desbordante. No había rastro de remordimiento en su mirada.
"¡Victor!" gruñó Nine Sharon, avanzando hacia él. "¿Cómo pudiste rechazar el poder de Karla'k? ¿Cómo pudiste ser tan ciego?"
Victor se puso de pie, su corazón latiendo con fuerza. "No es poder, es esclavitud", respondió. "No puedo traicionar a Yadaratman."
Nine Sharon se abalanzó sobre él, su puño golpeando el rostro de Victor. Los muebles se rompieron, y la habitación tembló con la fuerza del impacto. Victor se defendió, bloqueando los golpes con su espada.
"¡Eres un necio!" gritó Nine Sharon. "Karla'k nos ofreció la oportunidad de salvarnos, de liberarnos de nuestras cadenas. Pero tú... tú prefieres morir por un ideal."
Victor luchó, su mente dividida entre la lealtad a su mundo y la traición que Nine Sharon representaba. Cada golpe resonaba en su cuerpo, pero su determinación no flaqueaba.
Finalmente, Victor logró desarmar a Nine Sharon y lo inmovilizó en el suelo. "No puedo seguirte por ese camino", dijo. "Nuestra amistad termina aquí."
Nine Sharon escupió sangre y sonrió con desprecio. "Entonces que así sea. Entonces que así sea, Victor, no me tomaré las molestias contigo."
Victor se quitó su traje pesado listo para el combate, se quitó todo solo dejando su ropa de entrenamiento y su camisa de color negra. "EN EL CIELO Y EN LA TIERRA, YO SOY EL MÁS FUERTE."
Se escucha un golpe en la casa de Victor, y se vería a nine Sharon, volar por los aires como de una pluma ligera, logrando retomar el control esté baja al suelo justo en plena calle mientras ve a Victor, llegar al lugar y dice: "Desde hace tiempo quería hacer está mierda."
Ambos se ponen en posición de combate.
Segundo Round: El Duelo de los Destinos.
El callejón estrecho se convirtió en su campo de batalla una vez más. Victor y Nine Sharon se enfrentaron sin armas, solo con sus puños y su determinación. La energía llamada ki y la lealtad a Yadaratman chocaban en cada golpe.
Victor, con sus guantes de metal, había aprendido de su primer encuentro. Su postura era firme, sus ojos ardían con la promesa de proteger su mundo. Nine Sharon, en cambio, se movía con una agilidad sobrenatural. Su piel pálida contrastaba con su cabello oscuro, y sus ojos brillaban con una malicia ancestral.
El primer ataque vino de Victor. Un directo de derecha que cortó el aire como una cuchilla. Nine Sharon esquivó con gracia, su sonrisa burlona intacta. Pero esta vez, Victor no se detuvo. Siguió con una serie de ganchos y uppercuts, cada golpe llevando consigo la fuerza de su determinación.
Nine Sharon contraatacó. Sus puños eran ráfagas de oscuridad. Victor bloqueó, sintiendo la energía maldita retorcerse a su alrededor. Cada impacto resonaba en sus huesos, pero su voluntad no flaqueaba.
El suelo tembló cuando Victor canalizó su energía. Sus puños brillaron con una luz intensa. "Por Yadaratman", gruñó nuevamente.
Nine Sharon se desvaneció en las sombras y apareció detrás de Victor. Sus movimientos eran impredecibles, como si bailara entre dimensiones. Victor se movió con rapidez, esquivando y contrarrestando. Cada choque creaba ondas de energía que destrozaban las paredes del callejón.
La lucha continuó, los dos guerreros agotados pero sin rendirse. El destino de Yadaratman estaba en juego, y cada golpe era una promesa de lealtad y sacrificio. Victor recordó las palabras de Karla'k, la tentación del poder. Pero también recordó las luces titilantes de las casas yadaratmanianas, la esperanza de su mundo.
El planeta Yadaratman temblaba bajo la amenaza de Puño, un guerrero intergaláctico cuyo poder oscuro desafiaba incluso las leyes del cosmos. Victor, el guerrero profetizado, y Nine Sharon, el portador de la energía cósmica, se encontraron en el epicentro de la lucha.
Los murales ancestrales habían predicho este enfrentamiento. Victor, marcado por su destino, y Nine Sharon, con su mirada decidida, se enfrentaron en un combate a muerte.
Los puños de Victor chocaron contra los de Nine Sharon. Cada golpe resonaba como un trueno. El suelo temblaba bajo sus pies.
Puño, con su camisa negra y ojos sin piedad, observaba desde la distancia. Sabía que solo uno de ellos sobreviviría.
Victor gruñó, su rostro sudoroso y determinado. Nine Sharon, con su cabello plateado ondeando al viento, no cedía terreno.
Los puños se movían con velocidad sobrehumana. Victor canalizó su ira y dolor en cada golpe. Nine Sharon irradiaba luz, su ki envolviéndolo como un manto protector.
Puño rugió, su rostro desfigurado por la furia. Pero no podía igualar la conexión entre Victor y Nine Sharon. Sus almas se entrelazaron, y el universo mismo pareció sostener la balanza.
Dos puños se acercan y poco a poco, causando una explosión que afecto al planeta sacando el magma de la superficie del planeta, y los volcanes retumbando sacando la lava que tenían adentro ellos dos se miran a los ojos.
Victor canalizó su ki en su blaster solar, una esfera de energía ardiente que giraba en su mano. Nine Sharon, con sus ojos brillantes y cabello plateado, extendió sus brazos hacia el cielo.
La energía cósmica fluyó a través de Nine Sharon. Su cuerpo se iluminó como una supernova. Sus ojos reflejaban la inmensidad del universo.
Puño, con su armadura negra y ojos sin piedad, observaba desde la distancia. Sabía que solo uno de ellos sobreviviría.
Victor disparó su blaster solar hacia Nine Sharon. La esfera de energía se estrelló contra la supernova que lo rodeaba.
La explosión fue titánica. La luz y la oscuridad se mezclaron en un torbellino de poder. El suelo tembló, y los árboles se desvanecieron.
Cuando la luz se disipó, solo quedaba un rastro de energía. Victor yacía en el suelo, su blaster solar apagado. Nine Sharon flotaba en el aire, agotado pero victorioso.
"Nuestro ki es uno", susurró Nine Sharon.
El mundo se llenó de silencio. Los murales cambiaron una vez más. Ahora mostraban a Nine Sharon solo, sosteniendo el destino de dos mundos. Y también dándole fin a las profecías con Victor muerto.
El Adiós a Yadaratman
Nine Sharon flotaba solo en el espacio, su mirada fija en el lugar donde una vez estuvo su amado planeta. Las ruinas de Yadaratman se dispersaban como polvo de estrellas.
Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas mientras recordaba los campos verdes, las ciudades llenas de vida y los rostros sonrientes de su gente. Pero ahora todo eso era solo un eco en su memoria.
Victor, su compañero caído, yacía inerte a sus pies. Había dado su vida para proteger a su mundo natal. Nine Sharon no podía evitar sentir la pérdida, la soledad.
Extendió sus brazos, y su energía cósmica lo envolvió. Sus pies dejaron de tocar el suelo. Se elevó hacia el cielo, las estrellas brillando a su alrededor.
"Hasta siempre, Yadaratman", susurró Nine Sharon. "Tu luz siempre vivirá en mí."
Y así, con el corazón pesado pero lleno de determinación, Nine Sharon se perdió en el vasto universo, un héroe sin hogar, pero con un propósito eterno.
Este mismo se largo a otro planeta recordando todo lo que hizo con una sonrisa en su rostro recordó ese momento:
La devastación era completa. Los fragmentos de Yadaratman flotaban en el espacio, esparcidos como las piezas rotas de un sueño olvidado. Nine Sharon, inmune al caos que él mismo había desencadenado, observaba la dispersión con indiferencia.
¿Arrepentimiento? No había lugar para eso en su corazón. Las estrellas brillaban como testigos mudos de su ira. Las profecías, los lazos familiares, todo se había desvanecido en la explosión. Victor, el guerrero que una vez había sido su amigo, ahora era solo un recuerdo.
La energía residual de la destrucción danzaba a su alrededor. Nine Sharon extendió sus manos, sintiendo la vibración cósmica. No había lágrimas, ni pesar. Solo la certeza de que había cumplido su destino.
Yadaratman, el mundo que lo había visto nacer, ahora era solo polvo y recuerdos. Nine Sharon se alejó, dejando atrás la ruina. No había remordimiento en su mirada, solo una oscuridad profunda.
La galaxia no tembló ante su acto. Las estrellas continuaron su danza eterna, indiferentes a la tragedia.
Los ojos de Karla'k se abrieron con horror mientras observaba desde la distancia. La figura de Nine Sharon, inmutable y poderosa, se alzaba sobre la superficie de Sandx. No había lágrimas en los ojos de Karla'k, solo una mezcla de asombro y terror.
Las llamas danzaban a su alrededor mientras Nine Sharon extendía sus manos. La energía cósmica fluía a través de él, alimentando su poder destructivo. Las montañas se partían, los océanos hervían y las ciudades se desmoronaban.
Karla'k había sido testigo de muchas batallas, pero esto era diferente. No era solo la destrucción de un planeta; era la aniquilación de todo lo que Sandx representaba. Las profecías, los lazos familiares, todo se desvanecía en la explosión.
Victor, el guerrero profetizado, estaba ausente ya que había muerto. Karla'k sabía que él también había observado desde algún rincón del cosmos. Pero Nine Sharon no mostraba arrepentimiento. No había vacilación, ni pesar.
El núcleo del planeta vibró, y la energía se liberó en una explosión titánica. Sandx se desgarró en fragmentos, como un corazón roto. Karla'k flotó en el espacio, incapaz de apartar la mirada.
Las estrellas brillaban como testigos mudos de la ira de Nine Sharon. No había remordimiento en su mirada, solo una oscuridad profunda. Y así, la guerrera sin arrepentimiento dejó atrás los escombros de Sandx, su corazón tan frío como las estrellas que la rodeaban.
Victor se arrodilló en el suelo polvoriento, mirando hacia el cielo estrellado. La presencia de Jehová era abrumadora, como un vendaval cósmico.
"¿Por qué, Jehová?" Victor alzó la voz, su corazón lleno de dolor y confusión. "¿Por qué Nine Sharon, mi amigo de toda la vida, me ha traicionado de esta manera?"
La voz resonó en su mente, profunda y serena. "Victor, hijo mío, el libre albedrío es un don peligroso. Nine Sharon eligió su camino, y ese camino lo llevó a la oscuridad."
"Pero él destruyó nuestro mundo, Jehová. Y no mostró ni un ápice de arrepentimiento." Victor apretó los puños. "¿Cómo puedo aceptar esto?"
Jehová respondió con paciencia. "La destrucción es parte del ciclo cósmico. A veces, incluso los elegidos se desvían. Nine Sharon fue tentado por el poder, la ira y la sed de venganza."
"¿Y yo, Jehová? ¿Qué debo hacer ahora?" Victor sintió lágrimas en sus ojos pero intenta ser fuerte y reprime esa emoción observando el cielo.
"Nine Sharon también enfrentará su juicio", dijo la voz. "Pero tú, debes subir, ya hicistes mucho por ellos." Lo levanta para llevarlo al cielo, ahí ve a su familia.
Fin.