Amanecer disfrutaba de este bosque. Esperó obedientemente a que Cenit regresara, mientras miraba el cielo despejado cuando escuchó un sonido de entre los arbustos. Pensó que era Cenit, pero pronto se dio cuenta de que no era él.
Amanecer estaba alerta, al enderezar su espalda y fijar la vista en la fuente del sonido. Inmediatamente se levantó cuando un hombre emergió de detrás de un árbol.
Tenía el cabello hasta los hombros que ataba detrás de su nuca, piel bronceada y figura robusta. Vestía ropa sencilla y pantalones. A juzgar por su aspecto, probablemente era un aldeano cercano.
Pero lo más importante, era un cambiaformas. Amanecer podía reconocerlo.
Él también la vio y luego caminó hacia ella.
Al principio, Amanecer quería ignorarlo, pero parecía que este extraño hombre no tenía la misma intención.
—¿Estás aquí sola? —preguntó con tono grave.
—No, no lo estoy —Amanecer lo observó más de cerca y lo reconoció—. ¿Centeno?