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—Sabes que tienes que matarla —dijo Zander, su jovialidad desapareciendo. Estaba completamente serio en ese momento. Caminó hacia la mesa y puso su máscara sobre ella mientras se sentaba—. ¿Sabes lo que sucederá si no lo haces? ¿Cuál es tu plan? —Zander entrecerró los ojos. Intentó entender lo que había en la mente de su hermano, pero aún no podía descifrar nada.
—No voy a matarla —afirmó lo obvio Cenit. Si no la iba a matar en el camino hasta aquí, nunca lo haría. El alfa incluso había seguido adelante con la ceremonia.
—Entonces, será ella quien te mate a ti —gruñó Zander. Estaba frustrado.
—Eso no es lo que dijo la profecía.
—Eliminaré todas las posibilidades.
—Inténtalo y seré tu calamidad.
Zander apretó la mandíbula. Ambos sabían que Cenit no jugaba con sus palabras. Él decía en serio todo lo que decía. Y si Zander le hacía daño a Amanecer, él estaría dispuesto a derribar todo el reino consigo.
—Ella ni siquiera es tu compañera destinada.