—¡Marcaste a alguien, por el amor del cielo! ¿Cómo vas a arreglar eso? —Amanecer rugió. Estaba tan enojada, sus garras se alargaron, tenía este impulso de arañar su estúpida cara, de hacer que dejara de pedirle disculpas y dijera que podía arreglar las cosas con ella—. ¡Eres una basura!
Blake se arrodilló, agarró su mano y no quería soltarla, rogándole por una segunda oportunidad.
—Por favor, por favor, Amanecer... Lo siento. Lo siento, dame una segunda oportunidad, debe haber una manera de arreglar esto —Blake lucía patético y eso enfurecía aún más a Amanecer—. También es tu culpa, porque no me prestaste atención. Me ignoraste tanto tiempo...
La audacia de este hombre era espantosa. Incluso cuando rogaba por perdón, todavía encontraba la manera de culpar a Amanecer.