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—Afortunadamente, Amanecer tenía razón —Cenit se detuvo justo a tiempo antes de que pudiera arrancarlos, pero parecía estar en tanto dolor. La bestia negra rugió de ira, la bestia estaba enfurecida, como si hubiera algo que la agobiara, o probablemente, estaba tratando de luchar contra algo, algo que solo él podía combatir.
—¿Cenit? —llamó Amanecer.
Pero hubo un momento en que todos los cambiadores sintieron el dolor, como si su corazón estuviera siendo arrancado, su piel quemada y el dolor insoportable los hizo caer de rodillas. No podían respirar y con el calor de este lugar, luchaban por aire.
Este lugar estaba muy caliente. En este punto, se sentían como si estuvieran parados sobre una estufa y ni siquiera podían imaginar cómo sobrevivir a esto, porque obviamente, no había ni un atisbo de esperanza en ese momento.
Los caballeros intentaban luchar contra la bestia negra, una vez que se dieron cuenta de que el rugido de la bestia afectaba a todos los cambiadores.