```
Si no fuera por la expresión en el rostro de Amanecer, Cenit habría matado a Aurel en ese mismo lugar y momento, porque no podría contener su furia. Sentía ganas de partir su rostro en dos y cortar todos sus miembros.
—Cenit, ¿qué sucedió? —preguntó Amanecer con cuidado, mientras él la limpiaba de la sangre que había obtenido de él. Ella estaba solo en su ropa interior, porque Cenit insistió en que debía ser limpiada a fondo.
A pesar de lo confundida que estaba, Amanecer accedió, porque podía ver cuán ansioso estaba su pareja. No podía comprender por qué Cenit de repente se había vuelto así.
—¿Sientes algo? ¿Sientes algo extraño? —Cenit la bombardeó con preguntas, mientras frotaba su piel e inspeccionaba el dorso de su mano que Aurel había arañado. No había nada allí, porque la herida había sanado casi de inmediato.
—¿Cenit? Cenit, cálmate. Me asustas —Amanecer se estremeció cuando Cenit frotó su piel demasiado fuerte—. ¡Ay! Eso duele. Cálmate, por favor. Me haces daño.