Amanecer estaba durmiendo profundamente, muy cansada después de todo el calvario, cuando sintió que alguien la estaba mirando y al abrir los ojos, se encontró con un par de hermosos ojos azules, del mismo color que los de Zander y Cenit, que la miraban fijamente.
Sin embargo, este par de ojos pertenecía a una mujer. Tenía este lindo pelo rizado y castaño rojizo que le caía en cascada por la espalda.
—¡Por fin despertaste! —dijo alegremente.
Amanecer se sobresaltó, se levantó con dificultad de la cama. —¿Quié... quién eres tú?
—Soy Zaya —se presentó—. La forma en que mencioné mi nombre era como si estuviera cantando—. No tenía intención de despertarte. Y sin embargo, miraba intensamente. Ningún cambiaformas podría dormir con tal intensidad, ya que sus agudos sentidos no lo permitirían.