Lo primero que Cenit hizo al llegar al pueblo fue alquilar una posada para ambos y pidió a alguien que buscara un curandero para revisar la condición de Amanecer.
—Ella está bien, señor. Solo está cansada —informó la vieja curandera a Cenit—, parecía no darse cuenta de la identidad de Cenit, pero era mejor así.
Cenit le lanzó una moneda de oro y ella se fue contenta. Era mucho más de lo que costaba por solo revisar a una persona perfectamente saludable.
—Ella es una estafadora. ¿Cómo no puede decir que estoy embarazada? —Amanecer frunció el ceño—. Ella preguntó sobre su embarazo, pero la curandera dijo que no estaba embarazada —, ¿o me estás tomando el pelo? Ella creía a Cenit, ya que había ocurrido antes, pero por si acaso él estaba jugando con ella.
—Espera algunas semanas más y el curandero podrá decir que estás embarazada —Cenit la alimentó con carne de ciervo—. Era impresionante para él poder encontrar esa carne específica aquí.