Por supuesto, ampliaré el primer capítulo manteniendo el tono y estilo que has empleado. Aquí está la versión extendida:
---
**Capítulo 1: La Historia Comienza**
Era una noche fría de invierno, las calles estaban desiertas para ser apenas las nueve. Los únicos que aún las habitaban eran los perros y los mendigos. La nieve se amontonaba rápidamente, ni siquiera veía a los niños jugar en ella. Mientras tanto, yo seguía concentrado en aquellos documentos sobre mi escritorio. La única iluminación que tenía era una pequeña lámpara sobre la mesa; no quería despertarla, debía estar muy cansada.
Seguía enfocado en los papeles, cuando un grito me sobresaltó. Katherine se despertó de repente, y por poco se me sale el corazón. Me volví rápidamente y la vi sentada sobre la cama, agarrándola con tanta fuerza que parecía que la iba a arrancar. Me levanté de un salto y corrí hacia ella.
—Amor, ¿qué pasa? ¿Tuviste una pesadilla? —le pregunté, intentando calmarla.
Ella solo me miró con un rostro de desesperación.
—¡El bebé va a nacer! —gritó.
No sabía qué hacer, así que empecé a correr de un lado a otro preparando ropas para ella y para el bebé.
—¡No nos vamos a mudar, Josh! —dijo mientras gritaba aún más—. ¡Ahhh! ¡Rocky, ven!
Abrí la puerta y llamé a Rocky.
—Sí, señor.
—Lleva estas maletas al vehículo —le ordené, mientras cargaba a Katherine con mucha precaución hasta el ascensor.
—Señor, John nos está esperando abajo —dijo Rocky, refiriéndose al otro guardaespaldas.
—Bien, vámonos.
Llegamos a la planta baja y todos nos montamos en el vehículo, camino al hospital.
—¡Pisa, John, pisa hondo! —le urgí.
Tras unos diez minutos que parecieron eternos, llegamos al hospital. Rocky salió de inmediato y abrió la puerta trasera. Salí rápidamente y cargué nuevamente a mi esposa hasta adentro. Rocky abrió la cajuela y tomó la maleta mientras le decía a John:
—Vamos para la habitación 304 en el quinto piso.
Llegamos a la habitación que ya teníamos reservada en caso de emergencias, seguido por una doctora y Rocky.
—¡Ahhh, no puedo más! ¡El bebé va a salir!
—Amor, vas a estar bien, no te preocupes.
—Señora Katherine, por favor no se angustie. El bebé solo está ansioso por salir. Todo está bien —dijo la doctora mientras le daba unas pastillas a Katherine—. Señora, estas pastillas le van a ayudar a dormir bien. Señor, si gusta, puede ir a descansar. La estaremos chequeando de vez en cuando porque debe reponer sus fuerzas para el parto.
Salí de la habitación junto a Rocky y la doctora, dejando a John para su cuidado. Bajé a la cafetería para tomarme un café. Luego subí hasta la habitación donde descansaba mi esposa. Abrí la puerta y les dije a los guardaespaldas:
—Estén atentos, muchachos.
—Sí, señor —respondieron.
Les di unas palmaditas y me acerqué a mi esposa, que aún descansaba. La besé en la frente y le susurré:
—Gracias por darle sentido a mi vida.
Me quedé dormido a su lado.
Luego de unas horas, me desperté por los gritos de mi esposa. Al abrir los ojos, vi cómo entraban las enfermeras para llevarla a la otra habitación. Yo estaba más desesperado que ella, porque ella solo podía susurrar:
—Nuestro bebé va a nacer.
Luego de ver a mi esposa empujar mucho, al fin pudimos ver la cabeza del bebé.
—¡Siga empujando, señora! ¡Ya casi, empuje más!
—¡Ahhhhhh! —gritaba Katherine.
Yo ya no tenía uñas para seguir mordiendo. Y sucedió el milagro: ¡nuestro bebé por fin salió!
—Felicidades, señora, su bebé ya nació.
Me acerqué a mi esposa y la besé con mucha delicadeza en la frente. Sus lágrimas se acumulaban en sus ojos y formaban pequeñas gotas deslizantes en sus mejillas. Ella me miraba con felicidad mientras sostenía a la niña en sus brazos.
—Mira a nuestro bebé, Joseph.
—Sí que es bonita, se parece a ti, amor —le dije, volviendo a besarla, esta vez en los labios. Fue un beso corto pero apasionado.
Luego sostuve a nuestra bebé en mis brazos. Era una niña muy hermosa, tenía ojos azules como su abuelo (el padre de mi esposa), sus mejillas formaban pequeñas pecas rojas, era pálida como la nieve y tenía un pequeño rizo que salía desde el centro de su cabeza hasta su frente, de color rojo.
—Bienvenida al mundo, pequeño retoño. Mi pequeña Claudia.
Mi esposa se había quedado dormida, pero a mí no me agarraba el sueño, lo cual me parecía perfecto. Estaba contándole a mi pequeña Claudia todas las cosas que habían pasado antes de que ella llegase al mundo, como si me fuese a entender.
—Quiero ser como un mejor amigo para ti, que cada vez que te sientas mal o algo te haya pasado, no te lo guardes para ti, sino que vengas corriendo a mis brazos a contarme. Si quieres llorar, llora. Si quieres desahogarte gritando, grita. Pero prométeme que la primera persona que recordarás cuando estés en esos momentos, seré yo. Siempre serás mi pequeño retoño, te protegeré como un león protege a sus crías. Seré tu consejero, tu primer amor, y por sobre todo, tu cueva de refugio. Cuando entres a esa cueva, olvidarás todos tus problemas y todos tus temores porque nadie podrá hacerte daño mientras estés en ella. Me aseguraré de que vivas una vida alegre y plena. Serás la consentida de papá...
Ya para entonces había salido el sol, y Claudia y su madre seguían dormidas. Así que salí del hospital para comprarle algo a Katherine y que así ella pudiese alimentar a la bebé.
—John, hazte cargo de mi esposa y de mi hija mientras vuelvo, que nadie entre.
—Sí, señor.
Así que Rocky y yo salimos del hospital rumbo a un restaurante que estaba a dos calles del hospital. De camino, Rocky me miró por el espejo del auto y dijo:
—Señor, hemos llegado, pero sería más prudente que yo bajara solo, quédese en el auto.
—¿Por qué? —arqueé una ceja.
—Solo es un presentimiento. No creo que sea algo grave, pero prefiero ser precavido.
Le hice caso y solo le dije lo que debería ordenar. Mientras tanto, veía algunas fotos y videos que había hecho cuando nació Claudia. Aún no puedo creer que ella haya llegado a nuestras vidas. Rocky no tardó mucho, así que llegamos antes de que mi esposa despertara.
—Amor, toma, te traje unos sándwiches. Come y repone fuerzas porque en la noche nos iremos a casa.
Ella comió y amamantó a la bebé para luego dormir junto a ella. Posteriormente, recibí una llamada de mi secretaria.
—Felicidades, señor, por su niña.
—Gracias, Emily.
—Señor, las 200 unidades de vehículos eléctricos que ordenó en la fábrica de Japón han llegado. Usted me dijo que le informara cuando estuviesen aquí.
—Bien, recógelos en el muelle y llévalos a la sede.
—Como ordene, señor.
Después de la conversación, tomé mi computadora para leer las últimas tendencias de autos y considerar incorporarlas en la empresa. Después de unas horas, llegó la enfermera con unos documentos para que firmara y nos dieron de alta. Así que volvimos a casa.
En el camino a casa, Katherine dormía a mi lado mientras yo sostenía a mi Claudia, viéndola dormir. De repente, el vehículo frenó bruscamente.
—¿Qué sucede?
—Señor, el camino está bloqueado.
—Entonces tomen otra ruta.
—Sí, señor, pero vea, bloquearon el camino a propósito —señala dos vehículos Suburban negros bloqueando el carril.
De repente, empiezo a sentir que algo no anda bien. Coloco a Claudia en el asiento de bebé y le abrocho los cinturones, ajustándola muy bien. Mientras me aseguraba de ajustarla y acomodarla, salieron unos sujetos de los vehículos que estaban delante, armados con metrallas, y empezaron a disparar hacia nosotros.
—¡Vamos, John! ¡Vamos, sácanos de aquí!
John hizo una maniobra golpeando a dos de los sujetos y arrancó a toda velocidad en la dirección contraria. Ellos volvieron a subirse a sus vehículos y nos siguieron disparando, pero las balas no lograban penetrar gracias al blindaje del vehículo. Después de unos kilómetros de persecución, uno de ellos aceleró bastante hasta embestirnos, haciendo volcar y rodar varios metros el vehículo donde íbamos.
—¡Ahhhhh! ¡Katherine, Katherine!
La sacudo y noto que aún respira y que todos están desmayados. Por suerte, el sujetador del bebé era de los mejores y ella no recibió el más mínimo daño. Los