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Chapter 89 - 089. Sombras en el Cóctel

Amelia había estado inmersa en su trabajo, dividida entre las crecientes responsabilidades que venían con "Luminis Luxuria Group". Sus días habían estado llenos de reuniones con directores, asesores, y presidentes de las diversas empresas bajo su nuevo mando. Apenas había tenido tiempo para sí misma, y las noches las pasaba revisando informes y números que parecían interminables.

Mei, por su parte, se encontraba desbordada. Amelia le delegaba una cantidad descomunal de tareas, que incluían gestionar gran parte de "Energreen Solutions" y al mismo tiempo pedirle verificaciones sobre detalles de "Luminis Luxuria Group". Todo esto mientras trataba de seguir la evolución de Sandro, vigilándolo constantemente a través de las cámaras instaladas en su habitación. Mei también debía estar alerta a los movimientos de Diego y Laura, quienes tramaban algo, aunque aún no sabía exactamente qué.

En los días previos, Mei había sopesado la idea de enfrentarse a Laura con la información que había obtenido del archivo privado de Diego. Las fotos comprometedoras y los videos de sus encuentros podrían haber sido suficientes para disuadir a Laura de continuar con su venganza contra Amelia. Sin embargo, Mei decidió esperar. Sabía que hoy era el día clave: Diego haría su gran intento de arruinar a Amelia.

Amelia había sido invitada a un cóctel en uno de los hoteles más exclusivos de la ciudad, donde se presentaría una nueva bodega de vinos. La invitación parecía inofensiva, una simple reunión de empresarios para discutir alianzas y degustar los nuevos vinos de temporada. Sin embargo, Mei había descubierto que detrás de esa apariencia trivial, Diego y Laura habían orquestado un plan minucioso para comprometer a Amelia.

Ya se habían cruzado en un par de reuniones previas, bajo el pretexto de una colaboración entre "Verity Fragrances" y una cadena de perfumerías de Hesperia. Diego había jugado bien sus cartas, manteniendo una fachada profesional y ganándose la confianza superficial de Amelia, pero esta tarde sería diferente. Mei sabía que el plan de Diego era tomar fotos de Amelia en situaciones comprometedoras, imágenes que podrían ser manipuladas para dar la impresión de que había una relación inapropiada entre ellos. Peor aún, también existía la posibilidad de que Diego intentara drogarla, haciéndola más susceptible a sus insinuaciones.

Amelia había aceptado la invitación, confiada en que no había ningún peligro inminente. Jason, sin embargo, no había podido acompañarla. Estaba atrapado en una importante reunión con inversores extranjeros, y aunque había querido estar presente, las circunstancias no se lo permitieron. Mei, por su parte, también estaba supuestamente ocupada. Un ataque informático había afectado la red de la corporación JX el día anterior, y todos asumían que Mei estaba concentrada en resolver esa crisis. Pero la realidad era muy distinta. Mei estaba al tanto de todo.

Los guardaespaldas de Amelia, que normalmente la seguían a todas partes, no estaban permitidos dentro del evento, una regla del lugar que se había aplicado con una sospechosa firmeza. A pesar de esto, Mei había tomado sus propias medidas de seguridad: había instalado discretamente cámaras en el interior del hotel, en lugares estratégicos, para poder vigilar todo lo que sucediera sin tener que estar físicamente presente.

Diego llegó temprano al cóctel, con su usual aire despreocupado y carismático. Sabía que la noche sería su oportunidad, y estaba preparado para aprovecharla. Vestido impecablemente, se mezcló con los invitados, haciendo uso de su encanto para pasar desapercibido, mientras aguardaba la llegada de Amelia. Laura le había instruido bien: debía actuar con sutileza, pero sin perder de vista su objetivo. La droga que había traído consigo era un plan de contingencia, algo que solo usaría si no lograba acercarse lo suficiente de manera natural. Amelia no debía sospechar nada hasta que fuera demasiado tarde.

Amelia llegó al lugar con su habitual elegancia. Llevaba un vestido largo de seda color borgoña, ajustado pero discreto, que la hacía destacar entre la multitud sin ser demasiado llamativa. Su rostro mostraba calma y confianza, aunque en su interior sentía el peso de las preocupaciones acumuladas por el trabajo. Saludó a algunos conocidos y se adentró en el evento, sin sospechar lo que realmente se estaba desarrollando a su alrededor.

Diego la vio en cuanto cruzó la entrada y, calculando sus movimientos, se aproximó lentamente. No podía abordarla de inmediato; debía esperar el momento justo, cuando ella estuviera lo suficientemente cómoda para bajar la guardia. Mientras tanto, Laura aguardaba impaciente en otro lugar, asegurándose de que el fotógrafo estuviera preparado para capturar cualquier imagen comprometedora.

Mei, desde la distancia, vigilaba cada detalle a través de su teléfono, conectada a las cámaras que había instalado. Observaba a Diego con una expresión de disgusto contenida, sabiendo de lo que era capaz. Tenía que asegurarse de que todo saliera bien para Amelia, pero no podía intervenir demasiado pronto. Si algo salía mal, su única opción sería detener el plan antes de que fuera demasiado tarde. Sin embargo, sabía que Amelia no era alguien que se dejara engañar fácilmente. Mei confiaba en la capacidad de su cuñada para manejar la situación, aunque el peligro seguía acechando.

El cóctel transcurrió con normalidad durante las primeras horas. Amelia conversaba con varios empresarios y directores, evaluando posibles colaboraciones para "Luminis Luxuria Group". Diego, mientras tanto, permanecía en la sombra, esperando el momento adecuado para acercarse. Cuando finalmente lo hizo, lo hizo con una sonrisa amigable y un comentario casual sobre su última reunión. Amelia lo recibió educadamente, pero se notaba que su atención estaba en otros asuntos.

El primer acercamiento había fallado. Diego sabía que tendría que ser más persuasivo. Esperó un rato más, vigilando a Amelia desde la distancia, analizando sus movimientos y las personas con las que hablaba. Finalmente, vio su oportunidad cuando Amelia se apartó del grupo principal para tomar un respiro en una terraza del hotel.

Diego se acercó a ella una vez más, esta vez con una copa de vino en la mano y un aire de mayor confianza. El escenario era perfecto: la terraza apenas estaba iluminada, y aunque había algunas personas cerca, la privacidad era lo suficientemente adecuada como para que un acercamiento pasara desapercibido.

—Amelia —dijo Diego con suavidad, ofreciéndole la copa—. Me alegra verte aquí. Pensé que podríamos hablar más tranquilamente sobre la posible colaboración. Tienes un gran potencial con "Verity Fragrances", y creo que hay mucho que podemos hacer juntos.

Amelia aceptó la copa con una sonrisa cortés, aunque se mantenía alerta. Sabía que Diego había mostrado un interés peculiar en las últimas reuniones, pero no tenía motivos para desconfiar del todo. Sin embargo, algo en su instinto le decía que debía ser cautelosa. Mei, a través de las cámaras, observaba con creciente tensión, preparándose para intervenir si algo salía mal.

Amelia, después de varias copas de vino, empezaba a sentir cómo una ligera niebla se instalaba en su mente. Sentía cómo las conversaciones a su alrededor se desdibujaban y, por momentos, el mundo parecía moverse más lento. Algo en su interior se encendía, una alarma que intentaba advertirle que no debía bajar la guardia. "No... no puedo perder el control," pensaba, luchando por mantenerse lúcida. Pero sus pensamientos se desvanecían como el humo de una vela apagada, y aunque trataba de analizar lo que estaba ocurriendo, no podía evitar que su cuerpo respondiera más lentamente de lo habitual. Sabía que algo estaba mal, pero el cansancio y el efecto del vino parecían jugar en su contra. Sus instintos gritaban cautela, pero sus acciones no seguían con la misma rapidez.

Frente a ella, Diego la observaba. Sabía que tenía a Amelia justo donde quería. Había planeado cuidadosamente cada paso, pero ahora, viendo su fragilidad momentánea, algo se removía en él. No era solo una cuestión de trabajo; quería conquistarla, hacerla suya. Verla caer, tanto emocionalmente como físicamente, era una victoria que iba más allá del encargo de Laura. "Podría tenerla... en todos los sentidos," pensó mientras sentía el deseo y la ambición mezclarse dentro de él. Pero al mismo tiempo, no podía fallar en la misión. Laura era implacable, y si no lograba comprometer a Amelia hoy, habría un precio que pagar.

"Solo un beso," pensó. Un beso que consolidara el éxito de la noche.

Mientras Diego se inclinaba hacia Amelia, Luis, el fotógrafo, ya estaba preparado.

—Ya tengo las fotos —informó Luis a través del intercomunicador, su voz tranquila pero cargada de emoción—. Si consigues un beso, será perfecto. Estoy moviéndome para enfocar mejor.

Diego escuchó la orden de Luis y apretó los dientes. Sabía que podía robarle un beso en cualquier momento, pero el deseo de dominarla, de conquistarla verdaderamente, lo hacía dudar. "Quiero más que una simple foto... pero no puedo arriesgarme," pensó mientras su mirada se deslizaba sobre Amelia. Finalmente, tomó la decisión. Al despedirse, colocó su mano en la cintura de Amelia y se inclinó para darle los dos besos típicos en la mejilla. Sin embargo, en el último segundo, desvió su cabeza de manera sutil y sus labios rozaron los de Amelia. Fue un beso breve, casi imperceptible, pero suficiente.

Amelia, aún algo aturdida por el alcohol, sintió el contacto inesperado en sus labios, pero su mente tardaba en procesar lo que acababa de suceder. Por un segundo, intentó reaccionar, pero antes de que pudiera decir algo, Diego ya se estaba disculpando con una sonrisa inocente.

—Perdón, Amelia, fue un error —dijo, como si se tratara de una simple confusión.

Amelia lo miró con ojos turbios, tratando de entender. "¿Qué acaba de pasar?" pensó, pero la niebla en su mente no le permitía hilar los pensamientos con claridad. Finalmente, aceptó sus disculpas con una risa nerviosa, restándole importancia al "accidente". No sospechaba nada, solo quería descansar.

Mientras tanto, Luis había capturado todo. Las fotos en ráfaga habían congelado el momento justo en que los labios de Diego rozaron los de Amelia, pero sin mostrar su rápida disculpa. Laura, quien escuchaba la conversación a través del auricular, sonrió satisfecha. Ya tenía lo que necesitaba.

Pero Mei, observando desde las cámaras de seguridad, sintió una profunda preocupación. Había estado siguiendo todo de cerca y ahora, mientras escuchaba a Laura y Luis celebrando su éxito, su corazón latía con fuerza. "Esto es grave," pensó, consciente de que Jason solo vería las imágenes comprometedoras. Sabía que esas fotos eran peligrosas, que contarían una historia completamente diferente. "Cuando vea esto, Amelia será la culpable a sus ojos."

Mei cerró los ojos por un momento, intentando calmarse. Pero la realidad la golpeaba: había fallado al no actuar antes. Ahora, con las fotos en manos de Laura, la situación estaba a punto de salirse de control. Jason no escucharía excusas, y lo peor era que Mei se sentía directamente responsable. "Si esto sigue adelante... lo perderé todo," pensó.

Su preocupación aumentó cuando escuchó a Diego nuevamente en el intercomunicador.

—Creo que puedo llevar esto más lejos —dijo Diego con un tono calculador—. Está un poco afectada por el vino. Podría intentar llevarla a una habitación.

—Hazlo —respondió Laura sin dudar—. Quiero que esa mosquita muerta desaparezca de la vida de Jason.

El corazón de Mei se paralizó por un instante. "Si Amelia termina sola con Diego, será su fin." Se levantó de golpe de su asiento, haciendo que todo a su alrededor se tambaleara. No podía permitir que eso sucediera. "Amelia está en peligro real."

—¡Llévame al hotel, ahora mismo! —ordenó Mei, subiendo rápidamente al coche, su voz llena de pánico. Mientras el vehículo arrancaba, Mei intentó desesperadamente llamar a Amelia, pero cada llamada era ignorada. "¡Vamos, contesta!", pensaba mientras sus dedos temblaban. Sin embargo, el teléfono seguía sonando sin respuesta.

Desesperada, Mei siguió vigilando las cámaras. Sus ojos se abrieron de par en par cuando vio a Diego vertiendo un polvo en la copa de vino. El terror la invadió. Sabía lo que venía a continuación.

—¿Cuánto falta para llegar? —preguntó con urgencia, su voz quebrada por la ansiedad.

—El tráfico está atascado, señora. Tal vez en quince minutos o más —respondió el chófer con un tono nervioso.

Quince minutos eran demasiado tiempo. Mei intentó llamar a los guardaespaldas de Amelia, pero no tenía su número directo.

—¿Hay alguna forma de contactar a los guardaespaldas de Amelia? —preguntó, su voz al borde del colapso.

—Jason puede hacerlo —contestó el guardaespaldas que viajaba con ella, sin levantar la vista del camino.

Mei sabía que si llamaba a Jason, tendría que enfrentarse a una bronca monumental más tarde. Podía perder su lugar de confianza, incluso ser obligada a regresar a Suryavanti. Pero en ese momento, nada de eso importaba. "Si algo le sucede a Amelia, Jason no me lo perdonará jamás."

Dejando de lado su miedo, Mei marcó el número de Jason.

—Jason, no hay tiempo para explicaciones. Ordena a los guardaespaldas de Amelia que entren al hotel y la saquen de ahí. ¡Ahora! —gritó antes de colgar, sin darle tiempo a Jason de responder.

Mei, con el pulso acelerado, volvió a las cámaras. Vio cómo Diego se acercaba nuevamente a Amelia, quien estaba sonriendo distraídamente mientras sostenía la copa de vino adulterada en sus manos. Desde las cámaras exteriores, los guardaespaldas de Amelia aún no habían aparecido, detenidos en la entrada del hotel por la seguridad. El pánico de Mei creció. Diego estaba cada vez más cerca de lograr su objetivo.

Hackeó el sistema del hotel y detuvo los ascensores. Al menos podría ganar algo de tiempo. Pero no era suficiente. Necesitaba otra solución.

Mei envió un mensaje anónimo a Laura: <>.

Laura, en medio de su celebración, recibió el mensaje. Cuando abrió el archivo adjunto, su rostro se tornó pálido. Eran fotos y videos de ella y Diego, grabados sin su consentimiento, durante una relación que había creído privada. La furia la recorrió de pies a cabeza. Diego había traicionado su confianza, igual que había intentado traicionar a Amelia.

Otro mensaje llegó casi de inmediato: <>.

Laura sintió cómo su corazón latía con fuerza. Estaba furiosa, pero también acorralada. No sabía quién estaba detrás de esto, pero las imágenes no mentían. Había sido grabada en momentos íntimos, y si esas fotos salían a la luz, su reputación se destruiría.

<<¿Quién eres? ¿Cómo puedo confiar en ti?>> tecleó rápidamente.

La respuesta fue clara: <>.

Laura cerró los ojos, respirando profundamente antes de tomar una decisión. Se levantó con determinación y fue hacia los ascensores. No podía permitir que Diego llegara tan lejos.

Cuando encontró a Diego, lo detuvo con una mirada helada.

—Deja a Amelia —ordenó con una frialdad que lo dejó perplejo.

—¿Qué? —respondió Diego, desconcertado—. ¿No era este el plan?

—Cámbialo. Yo me ocuparé de llevarla a casa. —Sin esperar respuesta, Laura se acercó a Amelia y la sostuvo por la cintura, ayudándola a caminar.

Diego observó la escena con una mezcla de frustración y confusión. "¿Por qué se echa atrás ahora?" Estaba tan cerca de lograrlo. No quería renunciar a su presa. Pero la expresión de Laura no le dejaba espacio para discutir. Con un suspiro, se giró y volvió al salón de actos.

Laura miró a Amelia, que apenas podía mantenerse en pie debido al efecto de la droga. Aunque había decidido salvarla, su odio hacia ella no había desaparecido. "Te has salvado por ahora," pensó mientras ayudaba a Amelia a caminar. "Pero esto no ha terminado." Sabía que había estado a punto de destruirla, pero ahora, por una coacción inesperada, debía protegerla. No era justo.

Mientras ayudaba a Amelia, su mente volvía a las fotos que había recibido. Sabía que Diego había traicionado su confianza, grabándola en sus momentos más íntimos. Una oleada de rabia la consumió. Ahora tenía dos enemigos: Diego y Amelia. Y ambos pagarían por lo que habían hecho.

Cuando finalmente llegaron los guardaespaldas de Amelia, uno de ellos la levantó con cuidado. En ese momento, Mei llegó también, con una expresión de alivio y furia. Las dos mujeres se miraron intensamente, sus miradas cargadas de reproches y promesas veladas. Mei sabía que Laura no había cambiado de opinión sobre Amelia, y Laura reconocía en Mei la amenaza silenciosa que representaba. Ambas estaban atrapadas en un juego peligroso, conscientes de que, tarde o temprano, se enfrentarían nuevamente. Pero por ahora, el silencio era su único acuerdo.