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Chapter 69 - 069. El Juramento de fuego

Amelia permanecía sentada en una de las sillas del evento, rodeada por Mei, Li Wei, Jason, y otras personalidades influyentes que habían decidido quedarse a su lado tras el terrible incidente. Aunque su cuerpo aún temblaba y una sensación de suciedad y humillación persistía, se obligaba a mantener la compostura. Sabía que el proceso que venía sería doloroso, pero lo único que deseaba en ese momento era cerrar ese capítulo de una vez por todas, sin tener que revivirlo nuevamente.

El Inspector Rodríguez, un hombre de mediana edad con una expresión grave pero compasiva, se acercó con la pesadez de alguien que ha visto demasiados horrores. Su uniforme impecable y la insignia de la Policía Nacional brillaban bajo las luces del salón, ahora atenuadas, reflejando el dolor y la tensión del ambiente.

—Señora Antúnez, soy el Inspector Rodríguez —dijo, inclinándose ligeramente para hablarle con suavidad—. Siento molestarla en este momento tan difícil, pero es imperativo que un médico la examine cuanto antes. Entiendo lo duro que debe ser para usted, y aunque podemos posponer su declaración para mañana, el parte de lesiones es un procedimiento que no podemos aplazar.

Amelia levantó la vista y se encontró con los ojos del inspector. En su mirada se reflejaba el cansancio de alguien que ha enfrentado demasiadas injusticias, pero también la determinación de una mujer que no permitirá que ese dolor quede sin respuesta. Aunque su mente estaba nublada por la confusión y el miedo, más que nada, quería poner fin a esa pesadilla de una vez por todas.

—Gracias, Inspector Rodríguez —respondió Amelia, su voz temblorosa pero firme—, pero preferiría terminar con esto hoy mismo. No quiero prolongar más esta situación.

El inspector la observó por un momento, evaluando su estado. A pesar de la súplica oculta en los ojos de Amelia, percibió una resolución que no podía ignorar. Comprendía la necesidad de cerrar ese capítulo lo antes posible, pero también sabía que debía proteger su bienestar físico y mental.

—Entiendo cómo se siente, señora Antúnez —dijo finalmente—. Pero quiero que sepa que todo el peso de la ley caerá sobre ese desgraciado.

Amelia esbozó una sonrisa amarga. No anhelaba la aplicación de la ley, sino venganza. Sabía que la justicia no era lo mismo que la ley; una era personal y visceral, la otra, un formalismo frío. Una farsa que disfrazaba la realidad de que la venganza era la respuesta más natural.

—Procederemos como usted lo prefiera —continuó el inspector—, pero le pido que considere lo importante que es su salud en este momento. Si decide continuar, tomaré su declaración aquí mismo, pero el examen médico es necesario para respaldar cualquier acusación que decida presentar.

Amelia asintió lentamente, sintiendo el peso de la decisión. Sabía que enfrentar este proceso sería doloroso, pero también era crucial para asegurarse de que Sandro no escapara de las consecuencias de sus acciones, especialmente si no conseguían sacarlo de la cárcel para que la venganza fuera personal. Jason le apretó suavemente el hombro, un gesto silencioso de apoyo que le dio el valor necesario para continuar.

—Estoy lista, Inspector —dijo Amelia con más firmeza—. Hagámoslo ahora.

El inspector asintió y se volvió hacia sus colegas, indicando que comenzaran a preparar el lugar para la toma de la declaración. Las luces se atenuaron aún más, y un espacio privado fue rápidamente improvisado para garantizar que Amelia tuviera la mayor comodidad posible en esas circunstancias.

Mientras tanto, Mei y Li Wei permanecieron a su lado, su presencia era un recordatorio de que no estaba sola en este proceso. Amelia, luchando contra las olas de miedo y repulsión que la embargaban, cerró los ojos por un momento, respiró hondo y se preparó para revivir los detalles más oscuros de la noche. Sabía que lo que estaba por venir no sería fácil, pero también sabía que era necesario. Solo así podría comenzar a sanar y, lo más importante, asegurarse de que la justicia prevaleciera.

Jason, a unos pasos detrás, observaba la escena con una mezcla de preocupación y furia contenida. Sabía que esto era solo el principio de una larga batalla, pero estaba decidido a acabar con Sandro. Amelia había demostrado ser más fuerte de lo que él podría haber imaginado, y ahora era su turno de ser fuerte para ella.

La declaración de Amelia comenzó. Su voz vaciló al principio, pero a medida que avanzaba, su relato se volvió más claro y firme. Cada palabra que pronunciaba era un golpe contra Sandro, cada detalle que recordaba, un paso más hacia su caída. El ambiente en el salón era pesado, cargado de una tensión palpable, mientras todos los presentes comprendían la gravedad de lo que estaba ocurriendo. Amelia, con cada palabra, recuperaba un poco de la dignidad que Sandro había intentado arrebatarle, y aunque la noche había sido una pesadilla, sabía que estaba empezando a tomar control de su vida de nuevo.

Mientras Amelia hacía su declaración, Jason hablaba discretamente con Isabel Ferrer para preparar todo lo necesario. No solo planificaban la venganza sobre Sandro, sino también los arreglos para el hospital y nuevas prendas de vestir para sustituir su vestido destrozado. Isabel, horrorizada por el atrevimiento de Sandro, entendió que esto había ido mucho más allá de lo que cualquiera podría haber anticipado.

Cuando Amelia terminó su declaración, el Inspector Rodríguez la miró con gravedad, su rostro reflejaba la seriedad de la situación. Cada palabra que había escuchado resonaba en su mente, pintando un cuadro oscuro y perturbador.

—Señora Antúnez, ¿está completamente segura de todo lo que ha contado? —preguntó, su voz baja pero cargada de peso.

Amelia asintió, sus ojos se llenaron de lágrimas al revivir cada detalle de esa aterradora experiencia. La vulnerabilidad que sentía era palpable, como si cada palabra pronunciada arrancara un pedazo de su alma, pero sabía que era necesario. Necesitaba que todo lo sucedido fuera conocido, que Sandro pagara por lo que había intentado hacerle.

—El hecho de que sumergiera su cabeza en el agua del lavabo es extremadamente grave —continuó el inspector, su tono se endureció aún más—. Esto cambia la acusación de intento de violación a intento de asesinato.

Amelia tragó saliva, sintiendo un nudo en la garganta. La realidad de lo cerca que había estado de la muerte la golpeó con una fuerza devastadora.

—Realmente pensé que mi vida terminaría allí —respondió con la voz quebrada, señalando hacia los aseos donde había ocurrido el ataque—. Si Mei no hubiera entrado... —su voz se cortó, apretando los puños y la mandíbula con tanta fuerza que sintió dolor. Las imágenes de lo ocurrido la asaltaban sin piedad, y la certeza de que podría haber muerto en ese lugar era una sombra que no podía disipar.

El inspector Rodríguez dirigió su mirada hacia Mei, buscando confirmar lo que Amelia acababa de relatar.

—¿Puede usted corroborar eso? —preguntó con un tono firme.

Mei asintió solemnemente, sus ojos reflejaban una mezcla de ira y protección hacia Amelia.

—Por supuesto, inspector. Estaba claro que Sandro tenía la intención de matarla si no hubiera intervenido a tiempo —dijo Mei, su voz firme pero contenida, como si cada palabra fuera un veneno dirigido a Sandro.

—Entonces, le tomaremos declaración también, si no le importa —continuó el inspector, antes de volverse de nuevo hacia Amelia—. En cuanto a usted, señora Antúnez, he dispuesto que una pareja de mis hombres la acompañe al hospital.

En ese momento, Jason, que había permanecido cerca, intervino con una voz cargada de autoridad y preocupación.

—Ya he hablado con el hospital privado de la familia Villalobos. Están preparados para recibirla y atenderla en cuanto lleguemos —dijo, su tono no dejaba lugar a objeciones.

El Inspector Rodríguez suspiró profundamente, sintiendo el peso de la situación. Odiaba cuando las élites estaban involucradas, ya fuera como víctimas o como perpetradores. Todo se volvía infinitamente más complicado. Sabía que si no se manejaba todo con precisión, algún abogado de prestigio metería sus narices en el asunto, complicando aún más el proceso.

—De acuerdo —concedió el inspector, aunque su voz denotaba una ligera resignación—. Mis hombres la escoltarán hasta allí. Es crucial tener toda la documentación de las pruebas realizadas a la mayor brevedad posible.

Amelia asintió, su cuerpo se sentía pesado, como si todo el sufrimiento de la noche la estuviera hundiendo en un pozo sin fondo.

—Si lo considera necesario, no pondré impedimento —dijo con una voz que apenas era un susurro, sabiendo que debía seguir adelante, aunque cada paso que daba parecía llevarla más lejos de la persona que era antes de esa noche.

El grupo comenzó a moverse, con Jason firmemente a su lado, su mano descansando en el hombro de Amelia, un pilar de fuerza en medio del caos que los rodeaba. La gravedad de la noche seguía pesando sobre ellos, pero en medio de la oscuridad, la determinación de Amelia de no dejar que Sandro quedara impune brillaba con una intensidad feroz.

Mei y Li Wei observaron cómo Amelia se alejaba, el peso de la noche reflejado en sus miradas. Querían estar a su lado, acompañarla en cada paso, pero sabían que debían quedarse y prestar declaración. La responsabilidad las mantenía en su lugar, aunque sus corazones las impulsaran a seguir a su amiga.

En la entrada del lugar, una multitud de periodistas se agolpaba, sus cámaras y micrófonos listos, como buitres hambrientos esperando capturar cada detalle de la tragedia que rodeaba a Amelia. Los flashes destellaban como relámpagos en la oscuridad, y cada clic de la cámara era un eco del dolor que Amelia llevaba dentro. Pero ella, con una dignidad forjada en el sufrimiento, se compuso lo mejor que pudo. Con la cabeza erguida, caminó hacia el coche, ignorando las preguntas insistentes y las miradas voraces. ¿Por qué siempre parecía que todo se torcía cuando finalmente comenzaba a disfrutar de la vida? ¿Cuánto tiempo más tendría que soportar esta racha de adversidades? Sabía que Sandro estaba sentenciado. El lunes, "Energreen Solutions" rompería su contrato, llevando a su empresa a la bancarrota. Pero, ¿cuántos frentes más tendría que enfrentar? ¿Laura? ¿El padre de Jason?

Mientras el coche comenzaba a moverse, Jason la abrazó con firmeza, su presencia era un ancla en medio de la tormenta. Se inclinó hacia ella y le susurró al oído, su voz era un susurro lleno de promesas sombrías.

—Acabaremos con Sandro.

Amelia levantó la mirada, y sus ojos, normalmente llenos de calidez, ahora ardían con un odio feroz, un fuego que solo podía ser apagado con venganza.

—Quiero que sufra —dijo, su voz era baja pero cargada de una intensidad que hacía temblar el aire a su alrededor—. Quiero que sienta un dolor igual o mayor al que ha infligido a tantas mujeres. Quiero que ruegue por la muerte, pero que ésta lo esquive.

Cada palabra era un latigazo, un reflejo de la oscuridad que había crecido dentro de ella, alimentada por el dolor y la humillación que había soportado. Jason la miró, sintiendo la furia y la determinación que emanaban de ella, y asintió. Revisó su smartphone discretamente, leyendo un mensaje de Isabel.

"Voy camino de la mansión para recoger la ropa. La Señora Montalbán no estuvo muy contenta de ser despertada tan temprano un domingo, pero cuando se enteró del motivo, dijo que no habría problema. Organizará una entrevista con Lourdes para mañana. Ella está ahora al cuidado de las chicas y los gusanos."

Jason leyó el mensaje en silencio, comprendiendo la importancia de cada palabra.

—Lo sufrirá, Amelia. Deseará no haber tocado nunca a una mujer. Pero mañana tendrás que hablar con una tal Lourdes.

Amelia frunció el ceño, buscando en su memoria el nombre que resonaba con un eco distante.

—¿Tiene que ver con Inmaculada? —preguntó, sintiendo que un recuerdo incómodo comenzaba a aflorar.

Jason asintió, confirmando sus sospechas.

—Sí, es la psicóloga del área de las novatas. Así es como se llamaba la zona donde éramos entrenadas —explicó, su voz era un susurro cargado de viejas sombras.

El nombre "Lourdes" trajo de vuelta recuerdos enterrados, la sensación de ser moldeada por fuerzas externas, de ser reducida a algo menos que humano para ser reconstruida según la voluntad de otros. Amelia cerró los ojos por un momento, permitiéndose un breve instante de vulnerabilidad antes de que la determinación volviera a endurecer sus rasgos. Sabía que el camino que tenía por delante no sería fácil, pero ya no era la misma persona que había sido. Se había convertido en alguien más fuerte, alguien que ya no se acobardaba ante el poder o la violencia. Y ahora, estaba dispuesta a utilizar todo lo que había aprendido para asegurarse de que Sandro, y cualquiera que se atreviera a cruzarse en su camino, pagara el precio más alto.

Jason observaba cómo los ojos de Amelia se llenaban de lágrimas, reflejando el peso de todo lo que había ocurrido esa noche. Buscando una forma de aliviar su dolor, su mirada se desvió hacia el violín que descansaba a su lado. Una idea surgió en su mente, y decidió intentar distraerla, aunque fuera solo por un momento.

—¿Te gustaría aprender a tocar el violín? —le preguntó con una sonrisa suave, tratando de ofrecerle una pequeña distracción—. Podría contratar al mejor profesor para que te enseñe. Sería una manera maravillosa de encontrar algo de paz.

Amelia esbozó una sonrisa triste, apreciando el gesto, pero sus pensamientos estaban lejos de cualquier pasatiempo. Sus responsabilidades y la rabia que aún bullía dentro de ella no le dejaban espacio para soñar con algo tan apacible como la música.

—Jason, me encantaría, de verdad —respondió, con un tono que revelaba su cansancio—. Pero, ¿crees que tengo tiempo? Mi vida ahora es una carrera constante. Quiero disfrutar de mi venganza, debo llevar a "Energreen Solutions" a la cima y, además, tengo que aprender todo sobre el segmento de la moda para poder dirigir "Luminis Luxuria Group". 

Amelia suspiró, mirando el violín con añoranza.

—Ojalá tuviera tiempo para aprender a tocar ese maravilloso instrumento, pero ahora mismo, no puedo permitirme ningún respiro. Mi mente está enfocada en los objetivos que me he marcado, y no puedo desviarme ni un milímetro.

La determinación en su voz era inquebrantable, aunque Jason podía ver el anhelo en sus ojos, el deseo de tener una vida que no estuviera tan consumida por el odio, la venganza, y las interminables responsabilidades. Aun así, sabía que no era el momento de insistir. Amelia tenía razón; había tantas cosas que necesitaban su atención, y el lujo de un pasatiempo, por más reconfortante que pudiera ser, tendría que esperar.

—Lo entiendo —dijo Jason, asintiendo con suavidad—. Sé que tienes mucho en tu plato ahora mismo. Pero quiero que sepas que estoy aquí para ti, para lo que necesites. No tienes que enfrentarlo todo sola.

Amelia miró a Jason, apreciando su apoyo incondicional. Se sentía afortunada de tenerlo a su lado en medio de la tormenta que se avecinaba. Aún así, el peso de sus responsabilidades y el deseo de venganza la empujaban a mantener su enfoque.

—Gracias, Jason —respondió, tomando su mano—. Sabes que valoro cada gesto, cada palabra. Pero por ahora, mi mente tiene que estar clara y enfocada. Hay demasiado en juego, y no puedo permitirme flaquear.

Jason apretó suavemente su mano, comprendiendo el fuego que ardía dentro de ella.

—Lo que necesites, Amelia. Estoy contigo en esto, en cada paso que demos.

El coche continuaba su camino hacia el hospital, el ambiente en su interior era una mezcla de emociones: la calma antes de la tormenta, la quietud antes de que el caos realmente comenzara. Amelia sabía que esta noche no era el final de su lucha, sino solo el principio. Pero con Jason a su lado y su resolución más firme que nunca, estaba lista para enfrentarlo todo, incluso si eso significaba dejar de lado por un tiempo esos pequeños sueños que alguna vez imaginó.