Cuando la videollamada llegó a su fin, la sala de reuniones quedó en un silencio tenso y reflexivo. Los tres permanecieron en sus asientos, tratando de digerir el peso de las decisiones que acababan de tomar y las expectativas que los aguardaban en los próximos dos años. Aunque habían conseguido mantener la calma y negociar una tregua, la sensación de incertidumbre pesaba sobre ellos como una losa.
Jason fue el primero en romper el silencio, soltando un largo suspiro mientras dejaba que sus hombros, tensos por la presión, finalmente se relajaran. Se recostó en su silla, tratando de liberar la tensión que se había acumulado en su cuerpo durante la conversación. Amelia, sintiendo una presión similar, se inclinó hacia él, buscando consuelo en su cercanía. Cuando sus dedos se rozaron, ambos encontraron un momento de alivio, un respiro necesario en medio de la incertidumbre que los envolvía.
Mei, que había estado observando a sus hermanos en silencio, dejó escapar un suspiro de alivio. Sabía que la tregua era solo temporal, pero por ahora, les daba un respiro en medio de la tormenta.
—Hemos conseguido una tregua —dijo Mei en voz baja, como si al pronunciarlo en voz alta, el acuerdo se volviera más tangible—. Pero ahora tenemos que decidir qué hacer con este tiempo.
Jason asintió, su expresión endurecida por la determinación. —Lo primero es lo primero —respondió, su voz firme—. Debemos prepararnos para regresar a Suryavanti. Es ahí donde se decidirá nuestro futuro.
Amelia, consciente de la verdad en las palabras de Jason, asintió lentamente. Los próximos dos años serían cruciales no solo para sus vidas personales, sino también para el destino del "Grupo Xiting". La presión era inmensa, y cada uno de ellos lo sentía a su manera.
De repente, Amelia giró la cabeza hacia Mei, sus ojos llenos de curiosidad y una pizca de preocupación. —Mei, ¿por qué te has señalado por nosotros? —preguntó, sin poder evitar que la duda y la confusión se reflejaran en su tono. No terminaba de entender el motivo detrás del fuerte apoyo de Mei hacia ellos.
Mei bajó la mirada, jugando con uno de los anillos en sus dedos mientras pensaba en su respuesta. Durante unos segundos, el silencio se hizo aún más pesado en la sala, como si el tiempo se hubiera detenido mientras Mei buscaba las palabras adecuadas.
—No quiero que mi padre decida con quién debo casarme —respondió finalmente, su voz tranquila pero cargada de una tristeza contenida—. Él me ve como su princesa y cree que puede emparejarme con un joven heredero, pero siendo realista, nuestra familia no va a conseguir eso. Con suerte, me casará con algún viejo viudo sin herederos, como el Señor Sun.
El nombre del Señor Sun resonó en la sala, trayendo consigo un aura de inquietud. Jason frunció el ceño, recordando la historia detrás de ese nombre, pero su atención se centró primero en la curiosidad.
—¿El Señor Sun volvió a enviudar? —preguntó con un tono neutro, sin darse cuenta del peso de las palabras de su hermana ni del dolor que le provocaba ese posible destino.
Mei asintió, apretando un poco más su anillo, como si el gesto le diera fuerzas para continuar. —Sí, y todo el mundo sospecha de su hermano o de sus sobrinos. Es ya la tercera esposa que muere en extrañas circunstancias. Por favor, hermano, no permitas que nuestro padre me convierta en la cuarta.
El Señor Sun, primogénito de la poderosa familia Sun, estaba emparentado con la familia Shen, la dinastía gobernante en Suryavanti. Su influencia provenía no solo de ese parentesco, sino también de su control sobre los principales resorts del país. Sin embargo, el nombre de Sun estaba envuelto en una nube de misterio y tragedia. Había perdido a tres esposas en circunstancias sospechosas, lo que había hecho que muchas familias influyentes evitaran cualquier posible alianza matrimonial con él. Solo familias ambiciosas y no completamente asentadas, como los Xiting o los Tan, podían considerar tal unión como ventajosa.
Amelia, al escuchar la historia y ver el temor reflejado en los ojos de Mei, sintió una profunda empatía por ella. Aunque sus circunstancias eran diferentes, comprendía lo que significaba enfrentarse a un destino impuesto por otros. Observó a Jason, esperando que él también entendiera lo mucho que su hermana estaba arriesgando al apoyarlos.
Amelia se acercó a Mei, conmovida por su situación, y tomó su mano con calidez.
—Cuando estemos en Suryavanti, haremos todo lo posible para encontrarte un mejor prometido y convencer al Señor Xiting de que es la mejor opción —dijo con suavidad, pero con la firmeza de una promesa—. ¿Tienes a alguien en mente?
Las palabras de Amelia provocaron una pequeña sonrisa en los labios de Mei. A pesar de los desafíos que Amelia ya enfrentaba para consolidar su relación con Jason, estaba dispuesta a complicar aún más su situación con Liang Xiting por ayudarla. Ese gesto de solidaridad tocó profundamente a Mei.
Sin embargo, cuando pensó en su situación, la sonrisa se desvaneció ligeramente. No tenía ningún candidato en mente, nadie que pudiera ser una alternativa viable y menos alguien que su padre aceptara fácilmente. Con un suspiro resignado, Mei negó con la cabeza, su mirada reflejando tanto gratitud como incertidumbre.
Antes de que las palabras pudieran llenar el silencio, Mei se levantó y, dejando a un lado cualquier duda, se acercó a Amelia para envolverla en un cálido abrazo. En ese gesto simple, Mei le agradeció no solo por su amistad, sino también por su disposición a luchar junto a ella en una batalla que parecía casi imposible. En ese abrazo, ambas encontraron un breve respiro de consuelo en medio de las tormentas que aún quedaban por enfrentar.
Mei soltó a Amelia con una leve sonrisa antes de disculparse y salir de la sala. Jason observó cómo su hermana cerraba la puerta detrás de ella, dejando a la pareja sola en el silencio que seguía a la reunión. Jason permaneció en silencio por un momento, sus ojos fijos en Amelia mientras procesaba todo lo que había ocurrido. Amelia, todavía sintiendo el calor del abrazo de Mei, se quedó quieta, perdida en sus pensamientos.
Jason se acercó a Amelia, tomando su mano con delicadeza y guiándola hacia la salida de la sala de reuniones. No necesitaban palabras en ese momento; el peso de la conversación y las emociones compartidas los había dejado en un estado de comprensión silenciosa. Mientras caminaban por los pasillos de la oficina, sus pasos eran lentos, reflejando la fatiga emocional que ambos sentían. Aunque el día apenas comenzaba, la intensidad de lo vivido lo hacía parecer interminable.
Llegaron al despacho de Jason, y cuando estuvieron frente a las puertas, él las abrió y la atrajo hacia adentro, cerrándolas suavemente tras ellos. Jason apretó un poco más la mano de Amelia, como una forma de asegurarse de que seguía allí, a su lado, compartiendo el mismo espacio de calma en medio de la tormenta. Amelia levantó la vista hacia él, sus ojos cansados pero llenos de gratitud, esbozando una pequeña sonrisa que hablaba de su confianza en él.
—Gracias por estar siempre conmigo —susurró Amelia, su voz apenas audible, pero cargada de sinceridad.
Jason la miró con una ternura que solo él sabía expresar, inclinándose para besar suavemente su frente. —No hay nada que no haría por ti, Amelia —respondió, su voz firme y reconfortante.
La atmósfera en el despacho había cambiado ligeramente. Las luces tenues y el suave murmullo de la ciudad que se filtraba por las ventanas creaban un ambiente de calma, un refugio necesario después de la tensión del día. Jason guió a Amelia hacia su pequeño paraíso personal, consciente de que ambos necesitaban ese momento para dejar atrás las preocupaciones y simplemente estar juntos.
Amelia se sentó en el borde del sillón, quitándose los zapatos con un suspiro de alivio. Jason, notando la fatiga en sus movimientos, se acercó y comenzó a desabotonar lentamente la chaqueta de Amelia, sus dedos rozando con suavidad la tela mientras la ayudaba a liberarse del peso de la ropa formal. Cada gesto era una manifestación silenciosa de su cuidado, una forma de decirle que no tenía que cargar con todo sola.
—Hoy ha sido un día largo —murmuró Jason mientras colgaba la chaqueta en el perchero cercano, sus palabras llenas de la comprensión que solo él podía ofrecer.
Amelia asintió, sus ojos cerrándose momentáneamente mientras se dejaba llevar por la tranquilidad del momento. —Demasiado largo —respondió con una voz suave, sintiendo cómo el cansancio, producto de la tensión sufrida durante la reunión con su futuro suegro y cuñado, la envolvía por completo.
Jason se inclinó y la abrazó desde atrás, rodeándola con sus brazos mientras descansaba su barbilla sobre su hombro. El calor de su cuerpo y la seguridad de su abrazo le dieron a Amelia la sensación de estar en casa, un refugio seguro donde las preocupaciones del mundo no podían alcanzarlos.
—Vamos a descansar un rato, Amelia —susurró Jason, besando su mejilla antes de ayudarla a recostarse en el sofá—. Mañana tendrás otra prueba de fuego, pero la enfrentaremos juntos, como siempre.
Amelia lo miró, sus ojos llenos de cariño y confianza. Sabía que, con Jason a su lado, cualquier obstáculo podía superarse. Se dejó llevar, recostándose en el sofá mientras las caricias y besos de Jason la transportaban a un lugar lejano, libre de preocupaciones.
Mientras Jason se inclinaba sobre ella, inundado de una reconfortante sensación de placer, Amelia notó cómo su mente captaba las últimas palabras que él había pronunciado. "Mañana tendrás otra prueba de fuego..."
—¿Una prueba de fuego? —preguntó, dejando escapar un suspiro de placer, aunque la curiosidad empezaba a abrirse paso entre la serenidad—. ¿Qué prueba de fuego? —insistió, con la respiración entrecortada, deseando una respuesta.
—Una gala benéfica, no te preocupes —contestó Jason, apartando suavemente el cabello del lado derecho de su cuello y recorriéndolo con la punta de sus dedos—. Solo será un cóctel, durante el cual se hará una subasta benéfica.
Amelia dejó escapar un suspiro de alivio, sintiendo cómo las preocupaciones se desvanecían de nuevo bajo el toque de Jason. Aceptó la explicación y se permitió disfrutar del momento, sabiendo que, con él, cualquier desafío se sentiría más llevadero.
Jason continuó acariciando el cuello de Amelia con delicadeza, sus labios rozando suavemente su piel mientras sus manos recorrían su espalda con movimientos lentos y reconfortantes. Amelia cerró los ojos, permitiendo que las sensaciones la envolvieran, pero la curiosidad aún latente la impulsó a preguntar más sobre lo que les esperaba.
—¿Qué tipo de gala es? —murmuró Amelia, girando ligeramente su cabeza para mirarlo a los ojos. Sus palabras estaban entrecortadas por el placer que sentía bajo las caricias de Jason, pero no podía dejar de preguntarse qué tipo de evento sería.
Jason sonrió, disfrutando del interés de Amelia mientras continuaba su recorrido por su cuello, dejando besos suaves que enviaban pequeñas descargas de placer por su cuerpo.
—Es una gala benéfica organizada por varias de las principales familias de Hesperia —explicó, su voz baja y cálida, mientras deslizaba sus manos por los hombros de Amelia, masajeándolos suavemente—. Cada año recaudan fondos para diversas causas, y esta vez será para un proyecto de energías renovables, algo que te concierne directamente.
Amelia dejó escapar un suspiro, mitad por la información, mitad por el efecto de las atenciones de Jason. —¿Vamos a tener que interactuar mucho? —preguntó, su voz un poco más suave ahora, como si la idea de enfrentarse a una multitud la intimidara un poco en ese momento de intimidad.
Jason rió suavemente, disfrutando de la manera en que Amelia parecía debatirse entre la curiosidad y la necesidad de relajarse. —No más de lo necesario, prometo que no te dejaré sola en ningún momento —dijo, su voz cargada de una seguridad que le transmitió calma—. Pero será una buena oportunidad para conocer a personas influyentes que podrían interesarse en tu trabajo con "Energreen Solutions". Y no te preocupes, la mayoría de ellos estarán más interesados en mostrarse y presumir que en hacer preguntas difíciles.
Amelia asintió lentamente, sus preocupaciones comenzando a disiparse mientras se concentraba en las caricias de Jason, que ahora se deslizaban por sus brazos, trazando líneas de ternura que la hacían sentir más tranquila.
—¿Y qué se supone que debo ponerme? —preguntó, su voz apenas un susurro mientras sentía cómo las manos de Jason se movían con seguridad sobre su cuerpo, ofreciéndole tanto confort como intimidad.
Jason se detuvo un momento para mirarla a los ojos, su expresión se suavizó al ver la leve ansiedad en la mirada de Amelia. —Te aseguro que cualquier cosa que elijas te quedará perfecta —respondió, su tono lleno de admiración—. Pero si quieres una sugerencia, un vestido de "Velvet Couture" sería ideal para esta ocasión junto a unas joyas de Etherea by Luminis. Así haces publicidad a dos de tus marcas. El conjunto debería llegar a lo largo de hoy, te lo ha enviado Inmaculada desde Suryavanti.
Amelia dejó escapar una pequeña risa, recordando cómo Inmaculada siempre parecía preocuparse por ella. —¿Crees que le gustará a tu padre? —preguntó con un poco más de seriedad, su mente volviendo brevemente a la tensión que aún sentía después de la videollamada.
Jason acarició su mejilla con ternura, inclinándose para besarla suavemente en los labios antes de responder. —No te preocupes por él. Lo importante es que tú te sientas cómoda y segura. Esta gala es solo un evento más, no una prueba de fuego real. Lo único que quiero es que disfrutes de la noche y que no te preocupes por lo que otros piensen. Además, mi padre estará en otro país.
Amelia asintió, dejándose consolar por las palabras de Jason. Sabía que él estaba en lo cierto, pero aún así, no podía evitar sentir una ligera aprensión por lo que vendría. En esos eventos siempre había fotógrafos y periodistas del mundo del corazón. Sin embargo, la manera en que Jason la sostenía, la manera en que la besaba y acariciaba, le recordaba que no estaba sola y que, juntos, podían enfrentar cualquier cosa.
—¿Y qué se subastará? —preguntó finalmente, queriendo concentrarse en los detalles del evento más que en sus propios temores.
Jason sonrió, encantado por la curiosidad de Amelia. —Piezas de arte, joyas, experiencias exclusivas... ya sabes, lo típico en este tipo de eventos —dijo, continuando su recorrido de besos por su cuello hasta llegar a la clavícula—. Estaba pensando en pujar por algo para ti, pero me temo que tendré competencia —bromeó, intentando aligerar el ambiente.
Amelia rió suavemente, disfrutando del momento y de la ligera broma de Jason. —Tendrás que luchar duro entonces, porque no pienso dejarte ganar tan fácilmente —respondió, su tono juguetón mientras se inclinaba para besarle el cuello.
Jason la abrazó más fuerte, disfrutando de la cercanía y la conexión que compartían. —No me importa quién gane, siempre que tú estés conmigo —susurró, dejando que sus palabras llenas de cariño y devoción sellaran el momento.
Amelia cerró los ojos, disfrutando de la calidez de Jason a su lado, sus corazones latiendo en un ritmo compartido. Aunque la gala aún les aguardaba con sus desafíos, sabían que lo enfrentarían juntos, y en ese momento, nada más importaba.