Una suave caricia en la entrepierna de Amelia la hizo despertar. Su piel se estremeció al sentir los dedos de Jason deslizándose delicadamente sobre ella. Lentamente, abrió los ojos con pereza, sus párpados pesados por el sueño, y se encontró con la mirada penetrante de Jason, quien la observaba a corta distancia, su rostro iluminado por la suave luz del amanecer que se filtraba a través de las cortinas.
—¿No pensarás pasarte todo el día en la cama? —preguntó Jason con una voz dulce, inclinándose para besarla tiernamente en los labios. Amelia sintió el calor de su aliento y la suavidad de su boca, su corazón acelerándose por la inesperada ternura.
Amelia giró la cabeza hacia la ventana. El cielo apenas comenzaba a iluminarse con los primeros destellos del amanecer. Con un hábil movimiento de cintura, rodó y se sentó a horcajadas sobre Jason. Sus cuerpos desnudos se rozaban, la piel de ambos aún cálida por el sueño compartido.
—¿Todo el día? Si aún no ha amanecido. ¿Qué hora es? —preguntó Amelia, sintiendo el miembro erecto de Jason rozar sus labios inferiores. Solo estaba jugando con él; no iba a darle sexo, pero le gustaba tener el control. La sensación de poder la hacía sentirse más segura en su nueva vida.
—Las seis de la mañana. Hora de salir a correr, ya holgazaneamos ayer demasiado —sonrió Jason, sus manos descansando en las caderas de Amelia—. Media hora de carrera, una ducha, desayunar y a las ocho podemos estar en la oficina.
Amelia se levantó de la cama, sus pies tocando el suave suelo alfombrado. Caminó hacia el vestidor, su cuerpo reflejándose en el enorme espejo dorado que adornaba una de las paredes. La habitación era inmensa, decorada con muebles de caoba finamente tallados y cortinas de terciopelo que daban un aire de elegancia y lujo. La cama, con su dosel de seda, parecía un trono en el centro de la habitación.
—¿Me vas a llevar a la oficina? Pensé que mi función era cuidar de la casa —dijo Amelia, sacando uno de los tops y mallas deportivas comprados el día anterior.
—Debes aprender a manejar también mis negocios —respondió Jason desde el otro vestidor, su voz resonando en la habitación con una seguridad que a veces intimidaba a Amelia.
Mientras se cambiaba, Amelia no pudo evitar mirar su reflejo en el espejo. Su cuerpo femenino, que aún le resultaba extraño, se movía con una gracia nueva. Sus pensamientos se arremolinaban en su mente. ¿Podría realmente adaptarse a esta vida? ¿Podría manejar los negocios de Jason y mantener su interés? Sabía que debía intentarlo, que debía mostrarse fuerte y capaz.
—¿Y todas las mañanas correremos media hora? —preguntó, tratando de concentrarse en la rutina diaria en lugar de sus dudas.
—Si no hay impedimentos, sí. Además, he mandado comprar otra cinta para instalar en la piscina climatizada para los días de lluvia —dijo Jason con una sonrisa que Amelia pudo sentir incluso sin verlo.
Amelia suspiró en su cambiador. Parecía que lo bueno había terminado. Ahora le iba a tocar trabajar duro para conservar el interés de Jason en ella. Sus pensamientos se entremezclaban con la sensación de la ropa deportiva ajustándose a su cuerpo, recordándole que debía estar en su mejor forma, tanto física como mentalmente.
Salió del vestidor y se encontró nuevamente con Jason, ahora vestido con ropa deportiva que acentuaba su musculatura bien definida. Él le ofreció una sonrisa tranquilizadora, y por un momento, Amelia sintió que quizás, solo quizás, podría encontrar un equilibrio en esta nueva vida.
Amelia y Jason salieron de la casa, el aire fresco de la mañana los envolvía mientras se dirigían al inmenso jardín. El sol comenzaba a elevarse, bañando el paisaje con una luz dorada que hacía brillar el rocío en la hierba. El jardín era un laberinto de senderos, fuentes y parterres de flores que parecían extenderse infinitamente.
Jason comenzó a trotar a un ritmo constante, y Amelia hizo lo posible por seguirle. Cada paso resonaba en el silencio de la mañana, acompañados solo por el canto de los pájaros que despertaban. Amelia se esforzaba por mantener el ritmo, pero sus piernas empezaban a doler y su respiración se volvía cada vez más pesada. Jason, en cambio, parecía moverse con una facilidad natural, su cuerpo fuerte y ágil deslizándose por el camino.
A medida que avanzaban, Amelia sentía que el recorrido se hacía interminable. Cada vez que pensaba que podrían detenerse, Jason seguía adelante, su ritmo constante e implacable. Finalmente, después de lo que le pareció una eternidad, Jason desaceleró y se detuvo junto a una fuente de mármol adornada con estatuas clásicas.
Amelia se dobló, apoyando las manos en las rodillas mientras trataba de recuperar el aliento. Sus músculos ardían y su corazón latía con fuerza.
—No puedo más —dijo entre jadeos, sintiendo que su cuerpo iba a colapsar.
Jason la miró con una expresión impasible, sin rastro de agotamiento en su rostro.
—Me he estado reteniendo. Debes mejorar tu forma física —dijo, su voz firme pero no cruel.
Amelia lo miró incrédula, sabiendo que no había más opción que seguir su rutina. Jason la tomó de la mano y la guió de vuelta a la casa, su paso firme y decidido.
Llegaron al cuarto de baño, una amplia estancia con mármol blanco y grandes espejos. Jason encendió la ducha y ajustó el agua a una temperatura fría. Amelia hizo una mueca, pero no protestó. Sabía que su lugar era seguir sus indicaciones.
El agua fría la golpeó como un jarro de agua helada, haciéndola jadear. Jason entró detrás de ella, sus manos recorriendo su cuerpo mientras ambos se enjuagaban. A pesar del frío, la cercanía de sus cuerpos creaba una extraña calidez. Jason tomó un gel de baño y comenzó a enjabonarla, sus manos deslizándose con suavidad y firmeza sobre su piel.
—Relájate —dijo en un susurro, su voz ronca por la cercanía.
Amelia cerró los ojos, permitiéndose disfrutar del momento. Las manos de Jason eran firmes y seguras, recorriendo cada rincón de su cuerpo con una mezcla de cuidado y posesividad. Ella hizo lo mismo, tomando el gel y comenzando a enjabonarlo, sus dedos trazando líneas de espuma sobre su piel.
Las caricias se volvieron más lentas y sensuales, el agua fría convertida en un telón de fondo para la creciente tensión entre ellos. Jason la giró suavemente, sus labios rozando su cuello mientras sus manos continuaban explorando. Amelia sintió que su cuerpo respondía a cada toque, su respiración volviéndose más profunda.
—Así está mejor —murmuró Jason, sus labios rozando el lóbulo de su oreja.
Amelia se entregó a las sensaciones, olvidando por un momento el cansancio y el dolor de la carrera. El agua fría ya no era una molestia, sino un contraste que intensificaba el calor de sus cuerpos.
Después de lo que parecieron horas, Jason finalmente apagó la ducha. Ambos salieron, sus cuerpos aún temblando ligeramente por la intensidad del momento. Se secaron con toallas suaves, sus miradas encontrándose en el reflejo del espejo.
—Vamos a vestirnos y desayunar —dijo Jason, su voz tranquila pero cargada de promesas.
Amelia asintió, sintiendo una extraña mezcla de agotamiento y energía renovada. Sabía que los desafíos no habían terminado, pero estaba decidida a enfrentarlos, un paso a la vez, junto a Jason.
Mientras se vestía en su cambiador, la mente de Amelia no dejaba de pensar en el fibroso cuerpo de Jason. Recordaba cómo sus manos y labios le habían proporcionado un placer intenso, y cómo, a pesar de la temperatura del agua, había salido de la ducha aún más caliente. Deseaba entregarse a Jason, tener sexo completo con él, pero por otro lado, no terminaba de entender cómo eso era posible. De repente, Jason le atraía sexualmente cuando hacía solo unos días ella era un hombre y el contacto con otro hombre le parecía repulsivo.
Sabía que iban a ir a la empresa y debía vestirse de manera recatada, pero sus ojos buscaban cómo ser más irresistible para él. El vestido no podía ser muy provocativo, aunque toda su ropa había sido elegida para realzar su figura. Finalmente, eligió uno celeste que se ajustaba a su cuerpo, pero que no era ni muy corto ni enseñaba demasiado pecho.
Mientras elegía la ropa interior más sexy y el vestido, Jason apareció en su vestidor cuando aún estaba solo en tanga y sujetador.
—Un poco descarado ir así a la oficina —bromeó Jason, disfrutando de la visión del cuerpo de Amelia.
—No te rías. No sabes lo difícil que es elegir algo para ir a la oficina. Tú te enfundas un traje y ya está. En mi caso, debo pensar en cómo estar elegante, pero no demasiado como para parecer de noche, y a la vez no ser demasiado casual.
—Haré que mi sastre vaya a la oficina esta mañana para tomarte medidas y hacerte varios trajes —dijo Jason, con una sonrisa que mezclaba diversión y aprecio.
—Pero no voy a aguantar la chaqueta durante el verano. Bueno, usaré la falda o el pantalón del traje y una camisa. Dame cinco minutos para ponerme el vestido y maquillarme.
—No es necesario el maquillaje, te ves muy linda al natural.
Amelia asintió, sonrojándose mientras su cabeza pensaba en cómo podía sentirse tan halagada por ese simple comentario de un hombre. Se puso el vestido y los zapatos, sintiéndose nerviosa y emocionada.
—Lista. ¿Desayunamos?
Jason asintió y la tomó de la mano, guiándola hacia el comedor. El sol de la mañana entraba por los grandes ventanales, llenando la habitación con una luz cálida y acogedora. La mesa estaba preparada con un desayuno abundante: frutas frescas, pan recién horneado, mermeladas, huevos y café.
Se sentaron uno frente al otro, y mientras comían, Jason la observaba con una mezcla de interés y admiración. Amelia, por su parte, trataba de mantener la compostura, aunque por dentro sentía un torbellino de emociones. Sus manos temblaban ligeramente al sujetar el tenedor, y el nudo en su estómago parecía no disminuir, a pesar del ambiente tranquilo y la comida deliciosa.
—Debes estar nerviosa por ir a la oficina —comentó Jason, mientras tomaba un sorbo de café, sus ojos fijos en los de Amelia.
—Un poco. No sé qué esperar —admitió Amelia, jugueteando con un trozo de pan. Sabía que era una subestimación. En realidad, estaba aterrorizada. Tenía estudios recientes de Harvard, pero su experiencia laboral era nula. La idea de tener que dirigir una empresa la abrumaba. ¿Cómo iba a estar a la altura?
—Estarás bien. Solo recuerda que estás conmigo. Aprenderás rápidamente y tendrás mi apoyo en todo momento —dijo Jason con una sonrisa tranquilizadora, pero Amelia no podía evitar pensar en todas las formas en que podía fallar.
—Pero, ¿y si cometo un error? ¿Y si no puedo manejar la presión? Nunca he trabajado en una empresa real, y menos aún en una de este nivel —dijo Amelia, su voz revelando la creciente ansiedad que trataba de controlar.
Jason dejó su taza de café y se inclinó hacia ella, tomando su mano entre las suyas. Sus ojos, llenos de firmeza y comprensión, la miraban con una intensidad que la hizo sentir un poco más segura.
—Cometer errores es parte del aprendizaje. Nadie espera que seas perfecta desde el primer día. Lo importante es que estás dispuesta a aprender y a mejorar. Yo estaré a tu lado para guiarte y apoyarte en cada paso del camino —dijo, apretando suavemente su mano.
Amelia asintió, sintiendo un poco de alivio. Sabía que enfrentaría muchos desafíos, pero tener a Jason a su lado le daba una seguridad que no había esperado sentir. Terminó su desayuno lentamente, intentando calmar sus pensamientos y prepararse mentalmente para lo que vendría.
—Recuerda, Amelia, la confianza se construye con el tiempo. Hoy es solo el primer paso —añadió Jason, sonriendo mientras ella asimilaba sus palabras.
Se levantaron de la mesa y se dirigieron hacia la puerta principal. El trayecto al coche fue tranquilo, pero Amelia no pudo evitar sentir una creciente presión en su pecho. Se acomodaron en los asientos traseros, y el coche comenzó a moverse hacia la oficina.
Mientras miraba por la ventana, Amelia intentó recordar todas las lecciones de sus profesores en Harvard. Las teorías de gestión, los modelos de negocios, los análisis financieros... Todo parecía tan distante ahora, comparado con la realidad de tener que aplicarlo. Las dudas se arremolinaban en su mente. ¿Sería capaz de tomar decisiones acertadas? ¿Cómo manejaría a los empleados? ¿Qué haría si alguien cuestionaba su autoridad o su conocimiento?
—¿Qué hago si no sé cómo resolver un problema? —preguntó de repente, rompiendo el silencio en el coche.
Jason la miró con una mezcla de paciencia y aliento. —Pregúntame. Pregunta a tu equipo. La mayoría de las veces, los problemas se resuelven mejor en grupo. No estás sola en esto, Amelia.
La respuesta de Jason la tranquilizó un poco, pero sabía que el verdadero reto estaba por delante. Las calles de la ciudad pasaban ante sus ojos, y cada kilómetro recorrido la acercaba más a ese desafío inminente. Intentó enfocarse en la respiración, inhalando y exhalando lentamente, buscando calmar su mente.
Finalmente, el coche se detuvo frente a un imponente edificio de oficinas. Amelia sintió que su corazón se aceleraba al mirar hacia la entrada. Este era el comienzo de algo completamente nuevo y aterrador. Jason le dio un suave apretón en la mano, transmitiéndole una confianza que, en ese momento, necesitaba desesperadamente.
—¿Estás lista para empezar? —preguntó Jason, mirándola con una sonrisa que intentaba infundirle valor.
—Sí, estoy lista —respondió Amelia, tratando de infundir firmeza en su voz, aunque por dentro sentía un torbellino de emociones.
Bajaron del coche y se dirigieron hacia la entrada del edificio. Cada paso resonaba en su mente como un eco de sus propias inseguridades, pero con Jason a su lado, estaba dispuesta a enfrentarlo todo. El primer día en la oficina sería un reto, pero también una oportunidad para demostrar su valía y comenzar a construir su futuro en este nuevo mundo.