Cuando se aproximaron a la puerta, un mayordomo con rasgos orientales abrió la puerta y los recibió con una reverencia.
—Buenas noches, Kai. En el maletero del deportivo hay una maleta. Es de Amelia, mi novia. A partir de hoy vivirá aquí y todos debéis tratarla como la señora de la casa. Adecuad su ropa en el vestidor vacío de mi habitación. Dentro de la maleta también hay un portátil, dejadlo en alguno de los cajones del cambiador. Ya le buscará ella un sitio más adecuado.
Kai asintió con una reverencia y miró a Jason con una ligera preocupación.
—Señor, su hermana viene en seis días. Cuando eso ocurra, ¿quién será la señora de la casa?
—Esta casa no es propiedad de la familia, es propiedad mía. Por lo tanto, la señora de la casa es Amelia. Ahora cumple con diligencia las órdenes.
Kai volvió a hacer una reverencia profunda antes de marcharse hacia el interior de la casa. Mientras subían las escaleras, Amelia sintió un ligero alivio. Aunque se tratara de una jaula dorada, quizás podría acostumbrarse a vivir con esos lujos.
Jason no se detuvo hasta llegar ante unas enormes puertas de caoba finamente talladas. Con un suave empuje, las puertas se abrieron revelando una impresionante biblioteca. La sala parecía ocupar dos plantas completas, con todas las paredes cubiertas de estanterías repletas de libros, excepto la pared a la izquierda de la entrada. En esa pared, había una chimenea ahora apagada por el calor estival, sobre la cual colgaba una diana de dardos. Una barra similar a la de los bares con tres taburetes se encontraba al lado, y cuatro sillones formaban un semicírculo alrededor de la chimenea, dejando suficiente espacio para jugar a los dardos si se deseaba. Cada sillón tenía una lámpara y una mesita, ideales para poner una bebida mientras se disfrutaba de un buen libro.
En el centro de la sala, había una lujosa mesa de billar, y a la derecha, cuatro impresionantes escritorios. El techo de la sala era una bóveda de cristal, permitiendo ver la luna llena que brillaba intensamente en el cielo nocturno.
—Este es uno de mis lugares favoritos de la casa —dijo Jason, observando la reacción de Amelia.
Amelia miró alrededor, maravillada por la magnitud y la belleza del lugar. Cada rincón de la biblioteca parecía pensado para proporcionar un rincón de tranquilidad y estudio. Las estanterías estaban llenas de libros antiguos y nuevos, cubriendo una amplia variedad de temas. Los sillones de cuero y las lámparas daban una sensación acogedora, contrastando con la impresionante mesa de billar y los escritorios que sugerían tanto recreo como trabajo serio.
—Es... increíble —susurró Amelia, todavía asimilando la riqueza del entorno.
—Puedo imaginar que tienes muchas preguntas y preocupaciones —continuó Jason, guiándola hacia uno de los sillones—. Esta noche quiero que te sientas cómoda y comencemos a conocernos mejor. Sé que todo esto es nuevo para ti, y estoy dispuesto a ayudarte a adaptarte.
Antes de sentarse, Jason se dirigió a la barra y comenzó a preparar un cóctel para Amelia. Sus movimientos eran precisos y elegantes, evidenciando una práctica y familiaridad con la preparación de bebidas. Pronto, le ofreció un vaso alto con colores vibrantes.
—Un "Sex on the Beach" para ti —dijo Jason, con una sonrisa amable, extendiéndole el vaso.
Amelia tomó el cóctel, agradecida. Observó cómo Jason se servía a sí mismo un whisky con hielo, los cubos de hielo tintineando suavemente en el vaso mientras él se dirigía hacia los sillones.
—Salud —dijo Jason, levantando su vaso.
—Salud —respondió Amelia, chocando suavemente su vaso con el de él antes de tomar un sorbo.
Se sentaron frente a frente, los sillones de cuero crujieron ligeramente bajo su peso. Amelia sintió la suavidad del cuero bajo sus dedos mientras sostenía el vaso, el cóctel era dulce y refrescante, ayudándola a calmar sus nervios.
—Lo que más me preocupa ahora es... entender mi lugar aquí —dijo Amelia, sus ojos buscando respuestas en el rostro de Jason.
—Tu lugar aquí es a mi lado, como mi compañera —respondió Jason con una sonrisa calmada—. Quiero que te sientas en casa y que aproveches las oportunidades que esta vida te ofrece. Hay muchas cosas que puedo enseñarte y muchas que puedes descubrir por ti misma.
La biblioteca, con su atmósfera tranquila y acogedora, parecía un lugar seguro para comenzar esta nueva etapa. Amelia sabía que tenía mucho que aprender y muchas barreras que superar, pero por primera vez en mucho tiempo, sintió una chispa de esperanza. Con determinación en su corazón, decidió que, pase lo que pase, encontraría la manera de adaptarse y prosperar en su nueva vida junto a Jason.
Amelia se hundió en el sillón de cuero, su cuerpo relajándose gradualmente mientras daba un trago más profundo al cóctel. La bebida fría y dulce recorrió su garganta, y el alcohol comenzó a difundir un cálido cosquilleo por sus venas. Sus pensamientos vagaban, atrapados entre el lujo que la rodeaba y la extrañeza de su situación actual.
Quizás hasta pudieran llegar a enamorarse el uno del otro. Cuando este pensamiento la atravesó, tomó un sorbo más largo de su cóctel, tratando de ahogar la confusión que sentía. ¿Cómo podía estar pensando en enamorarse de un hombre?
—¿Por qué buscar una...? —Amelia titubeó, sin saber cómo definirse. ¿Prostituta, esclava, chica de compañía?— Bueno... a mí. Seguramente hay montones de mujeres estupendas deseando estar contigo.
Jason la observó con una mirada penetrante antes de responder. —Varios motivos. No quiero mujeres trepas. Me llama la curiosidad saber hasta qué punto funcionan los gusanos de tu antigua jefa. Es divertido ver a un hombre hetero convertido en una hermosa mujer hetero y entregada en lo sexual a mí. Gano puntos con Inmaculada Montalbán para los negocios comunes. No lo sabes, pero ella al final os tiene a todas en su círculo de amistades. "Quiero ser tu amiga" resonó en la cabeza de Amelia al oír esa última frase de Jason. —Puedo obligarte a cualquier acto sexual. Por último, mi hermana está empeñada en casarme con su amiga. Seguramente la traiga cuando venga y contigo, a lo mejor, le hago tirar la toalla.
—En definitiva, poder, sumisión total, curiosidad y libertad —resumió Amelia, tratando de ser más concisa.
—Sí, es más bonito dicho así —Jason mostró una gran sonrisa antes de tomar otro trago de su copa—. ¿Qué más deseas saber?
Amelia miró su cóctel durante un rato, pensando en su siguiente pregunta. —¿Qué es el olor y el aura de la que hablaron en el restaurante? —preguntó, su voz llena de curiosidad.
—Bien jugado, pero de momento voy a guardarme esa respuesta. Antes quiero ver si cumples con todas mis expectativas —dijo Jason con una sonrisa que la dejó sin palabras.
Amelia reflexionó sobre la respuesta de Jason mientras sostenía su vaso. Sabía que había más de lo que él dejaba entrever, pero no estaba en posición de exigir respuestas. Finalmente, decidió preguntar algo que la había estado atormentando desde el principio.
—Con lo dicho al mayordomo, vamos a dormir en la misma cama. ¿Debo tener sexo contigo? —Un temblor recorrió su cuerpo mientras hacía esa pregunta.
Jason tomó un sorbo de su whisky antes de responder. —Vas a tener sexo, pero a su debido tiempo. Por ejemplo, esta noche te vas a desnudar para mí y dormirás totalmente desnuda junto a mí. Es posible que te acaricie e incluso te llegue a besar, pero con el transcurso de los días te iré pidiendo más y más cosas. Tengo confianza plena en obtener tu virginidad por tu propia voluntad.
Amelia negó con la cabeza. Había visto cómo todas las compañeras en la zona de las novatas parecían encantadas con el sexo con hombres, pero en su mente, le parecía imposible entregarse voluntariamente a Jason. Él era atractivo, con una apariencia formidable, seguramente debajo del traje su cuerpo estaba fibroso y bien tonificado... De repente se dio cuenta de que estaba pensando en él con lujuria.
Miró la bebida. Ya había consumido la mitad, más varias copas de champán durante la cena. Definitivamente, era cosa del alcohol, no podía ser su voluntad.
—Te veo roja. ¿Te pasa algo? —inquirió Jason con una sonrisa pícara y atractiva.
La pregunta la hizo sonrojarse aún más. Le había hecho verlo de forma atractiva y le había preguntado de forma directa. Hiperventilando un poco, finalmente se atrevió a responder.
—Me... me comienzo... comienzo a sentir... Es el alcohol seguramente, pero... —No podía soportarlo, estaba actuando como una mujer cliché ante su amor no confesado. Tomó aire profundamente mientras Jason la miraba divertido y tras exhalar, contestó—. Me están viniendo pensamientos raros a la mente, en los cuales te estoy valorando como un hombre atractivo.
Lo había dicho y se sintió de repente liberada. Odiaba ver a Jason con esa sonrisa de diversión, pero era la dichosa verdad.
—Me halaga. Como dices, quizás sean efectos del alcohol. Tranquila, solo tomaré tu virginidad si tú me la entregas de forma voluntaria, y hacerlo bajo los efectos del alcohol no lo considero correcto. Otra cosa es que lo hubieras dicho o escrito antes de empezar a beber —dijo Jason, su sonrisa cada vez más encantadora para Amelia.
Ella no lo sabía, pero el alcohol aceleraba el trabajo del gusano en ese sentido, ya que transformaba el alcohol en azúcar, proporcionando energía extra al gusano y permitiéndole trabajar con más potencia sobre el cerebro de Amelia. El gusano no buscaba en realidad volverla una mujer hetero, sino empujarla a reproducirse, lo que en los humanos se traducía en sentir atracción por personas del sexo contrario.
Amelia se quedó mirando su copa, sintiendo una mezcla de confusión y aceptación. Sabía que su vida había cambiado irrevocablemente, y aunque no entendía todos los detalles, estaba decidida a encontrar una manera de adaptarse y, quizás, encontrar una forma de prosperar en su nueva realidad.
El silencio en la sala se volvió más pesado, solo interrumpido por el suave crujido del cuero cuando se movían en sus asientos. Amelia tomó un último sorbo de su cóctel, sabiendo que la noche aún guardaba muchas incógnitas y desafíos por delante.
Amelia se levantó tambaleante y se acercó a la mesa de billar. Sus pasos eran vacilantes y su visión estaba un poco nublada por el alcohol, pero se sentía audaz y dispuesta a jugar.
—¿Jugamos? Por cada bola que yo meta, podré conservar una prenda. Por cada bola que tú metas, podrás quitarme una prenda. Al final de la partida, si yo gano, solo me quitaré el vestido y me revelarás lo del olor. Si tú ganas, me quitaré una prenda por cada bola de diferencia —propuso Amelia, tratando de mantener la compostura.
Jason, un excelente jugador de billar, encontró la apuesta demasiado fácil, especialmente ante una mujer claramente ebria. Sonrió, evaluando la situación, y decidió hacer la apuesta más interesante.
—Hagamos otra apuesta. Si tú ganas, te revelaré lo que quieres saber, pero esta noche vas a dormir desnuda. Si yo gano, no solo vas a dormir desnuda, sino que además me darás un beso por cada bola de diferencia —dijo Jason, su voz suave pero con un tono de desafío.
Amelia, mostrando una sonrisa pícara, respondió con una condición adicional.
—¿Dónde yo quiera? —preguntó, sus ojos brillando de anticipación— Pero para eso, tú también dormirás desnudo —añadió rápidamente, tapándose la boca al darse cuenta de lo que había dicho—. Por favor, cariño, ¿puedes preparar otro de estos? —dijo, tendiéndole la copa vacía.
Jason aceptó la copa con una sonrisa, disfrutando del giro que había tomado la noche. Se dirigió a la barra para preparar otro cóctel, mientras Amelia, con movimientos torpes, colocaba las bolas en la mesa de billar. Jason observaba sus esfuerzos con una mezcla de diversión y resignación, esperando que no dañara el tapete de la mesa.
—¿Puedo empezar yo? —preguntó Amelia, con una mezcla de esperanza y nerviosismo.
—Adelante, las damas primero —respondió Jason, observándola con atención mientras ella se preparaba para su primer golpe.
El taco golpeó la bola blanca, pero con tan poca fuerza que apenas llegó a tocar las demás bolas. Jason reprimió una risa y le pasó el cóctel recién preparado, luego tomó el taco con una confianza que contrastaba con la torpeza de Amelia. Con una serie de movimientos precisos y fluidos, comenzó a meter una bola tras otra, sin darle a Amelia ninguna oportunidad de recuperar terreno. La partida terminó rápidamente cuando metió la bola negra.
—Me debes ocho besos —anunció, dejando el taco y abrazándola con una sonrisa de triunfo.
Amelia se acercó y le dio un beso en los labios, uno que duró un poco más de lo que ella había planeado. —Ya te debo solo siete. Si metes el resto sin fallar, te deberé catorce —dijo, su voz teñida de una mezcla de desafío y diversión.
Jason levantó una ceja, intrigado. —¿Has jugado alguna vez al billar? —preguntó, divertido por su actitud.
Amelia se encogió de hombros con una sonrisa traviesa. —Sí, lo sé, has ganado, pero estoy dándote la oportunidad de ampliar la ganancia —respondió, su mirada fija en él con una mezcla de desafío y atracción.
Jason sonrió, apreciando su audacia. —Me gusta cómo piensas —dijo, acercándose más a ella.
El ambiente en la biblioteca era cargado de una tensión eléctrica, cada movimiento y palabra parecía cargado de significado. La luz de la luna llenaba la sala, reflejándose en los muebles de caoba y en los cristales de las estanterías, creando un escenario casi mágico para el juego que estaban jugando.
Amelia sentía el peso de la mirada de Jason, cada beso que le debía era una promesa de algo más. Su mente estaba nublada por el alcohol y la situación, pero una parte de ella disfrutaba de este nuevo juego de poder. Sabía que estaba en un terreno peligroso, pero también sabía que debía mantenerse firme y encontrar una manera de salir adelante.
—Adelante, Jason, continúa. Quiero ver si puedes meter las otras siete bolas sin fallar —dijo Amelia, su voz llena de un desafío juguetón.
Jason levantó el taco y, con una sonrisa confiada, se preparó para el siguiente golpe. La tensión entre ellos aumentaba con cada movimiento, cada bola que entraba en las troneras. Amelia lo observaba, su corazón latiendo con fuerza. Sabía que con cada bola, la apuesta se volvía más intensa y el juego más intrigante.