El Salvaje se acercó a Max con una sonrisa cruel en el rostro mientras soltaba al lobo feroz dentro de la pequeña cueva. Los ojos de la criatura brillaban de hambre, y su mandíbula goteaba saliva. Max, aún débil, sabía que no tenía fuerzas suficientes para enfrentarse a un animal de ese tamaño en su estado actual. El cubo pegajoso en su mano parecía vibrar, emitiendo un ligero calor, pero Max aún no comprendía cómo podría ayudarlo. Miró el cubo y sintió una ola de frustración: estaba atrapado, sin fuerzas, frente a un depredador hambriento.
—¿Realmente crees que es el final?—La voz del cubo resonó en su mente, como si estuviera susurrando directamente en su cerebro.
—Esta es una oportunidad. Si quieres sobrevivir, tendrás que ir más allá de tus límites.
El lobo avanzó, y Max instintivamente intentó defenderse con los puños. El impacto de sus manos en el hocico de la bestia fue fuerte, pero no suficiente para detener el ataque.
Max fue lanzado contra la pared de la cueva, sintiendo cómo el aire era expulsado de sus pulmones. El dolor explotó en su cuerpo, pero se levantó tambaleándose, sin darse por vencido. El cubo en su mano comenzó a pulsar con una energía cálida.
—Usa el dolor, Max. Cada golpe, cada herida, es un paso hacia la verdadera fuerza—insistió la voz del cubo.
Max apretó los dientes. El lobo atacó de nuevo, y esta vez Max logró esquivar. Usando el cubo como un arma improvisada, lo lanzó contra la cabeza de la criatura, causando una leve grieta en el cráneo del animal. La bestia aulló, pero no retrocedió. Max, desesperado, se dio cuenta de que su fuerza limitada no sería suficiente.
Fue entonces cuando el cubo comenzó a fundirse con su piel. Un calor abrasador recorrió el cuerpo de Max, como si sus venas estuvieran en llamas. El dolor era insoportable, pero sintió un cambio gradual en sus músculos.
Estaban haciéndose más fuertes, más duros, como si algo se estuviera desbloqueando dentro de él. El cubo parecía proporcionar la energía que tanto deseaba, aunque de una manera brutal y dolorosa.
Max avanzó contra el lobo, ahora con más velocidad y poder. Con un puñetazo devastador, finalmente logró derribar al animal, rompiéndole las costillas con el impacto. El lobo cayó al suelo, sin vida, y Max respiró profundamente, aún sintiendo la sensación de poder creciente.
Sin embargo, la victoria tuvo un precio. Sus brazos estaban cubiertos de sangre, sus músculos estaban ardiendo, y el dolor en su cuerpo era casi insoportable. Se sentía exhausto, pero el cubo no le permitía detenerse.
—Esto es solo el comienzo. Quieres venganza, ¿verdad? Quieres destruir a tus enemigos? Entonces tendrás que aceptar el precio—susurró la voz.
Max cayó de rodillas, sintiendo que el cubo estaba drenando parte de su vitalidad para fortalecerlo. La sensación era confusa, como si estuviera siendo remodelado desde adentro hacia afuera. Sus huesos parecían ajustarse, su piel se volvía más resistente y sus músculos, más densos. Estaba evolucionando, pero a un costo de dolor físico intenso.
Los salvajes que lo observaban desde afuera gritaron de éxtasis, impresionados por su victoria contra el lobo. Uno de ellos entró en la cueva, sosteniendo una lanza rudimentaria. Era más grande y fuerte que los demás, claramente un líder o guerrero de la tribu. Max se levantó, sin tener tiempo para descansar, sabiendo que el próximo desafío sería aún más difícil.
El guerrero avanzó con la lanza, girándola en el aire con una destreza inesperada. Max se esquivó, pero la hoja de piedra rozó su brazo, cortándolo profundamente. La sangre brotó, pero el dolor era solo un estímulo para él.
El cubo ardió en su mano, y Max sintió una nueva ola de energía corriendo por su cuerpo. Ya no era el mismo hombre de minutos antes; era más rápido, más fuerte, más resistente.
Con un grito de furia, Max asestó un puñetazo directo en el pecho del guerrero, quien retrocedió sorprendido por la fuerza que Max había adquirido. Pero el guerrero no se rindió.
Recuperó el equilibrio y asestó un golpe con la lanza, que Max logró esquivar en el último segundo. Con un movimiento rápido, Max agarró la lanza y la rompió por la mitad, usando el pedazo restante como arma improvisada.
Max golpeó al guerrero con la misma brutalidad con que el lobo lo había atacado antes, ahora sintiendo el control absoluto de su nuevo poder. Cada golpe resonó en sus músculos fortalecidos por el cubo, y derribó al guerrero con una serie de ataques precisos y devastadores. El cuerpo del hombre cayó al suelo de la cueva, inmóvil.
—¿Qué estás haciendo conmigo?—gritó Max, mirando el cubo en su mano—. No pedí esto.
—Pediste fuerza. Pediste venganza. Y este es el camino para conseguirlos—respondió la voz del cubo, fría e implacable.
Max respiraba con dificultad, aún sintiendo la adrenalina corriendo por sus venas. El cubo le había dado lo que había prometido: poder. Pero el precio era claro: cada vez que usaba la fuerza del cubo, algo dentro de él parecía fragmentarse. El dolor era constante, pero no podía detenerse ahora. Aún había muchos enemigos a los que enfrentarse, muchos obstáculos que superar.
Sabía que el cubo lo estaba manipulando, pero también sabía que, sin él, jamás tendría la oportunidad de vengarse. Sus enemigos eran poderosos, y no podía derrotarlos solo con la fuerza que tenía antes. El cubo era su única esperanza de alcanzar el poder absoluto, aunque eso significara sacrificar parte de sí mismo en el proceso.
Maxim Millus, el "Super Ultra", que alguna vez creyó que su fuerza de 350 kilos era suficiente, ahora entendía que el camino hacia la verdadera fuerza era mucho más arduo. Y así, mientras miraba la vasta selva que rodeaba la cueva, sabía que su viaje acababa de comenzar. Con cada batalla, se volvería más fuerte, hasta que finalmente fuera invencible.