En el laboratorio del Instituto Max Planck de Óptica Cuántica en Leipzig, Alemania, a las 4:00 pm, Friedrich Müller y yo, Helena Vivaldi, estábamos inmersos en un experimento crucial con la máquina "E.D.R" (Explorador Dimensional de Realidades), diseñada para explorar partículas de luz y visualizar diferentes realidades.
Friedrich, a pesar de su edad, emanaba una confianza casi arrogante y mantenía una actitud distante. En contraste, yo irradiaba energía cálida. Ambos vestíamos batas de laboratorio elegantes, pero la seriedad de Friedrich era palpable mientras celebrábamos nuestro éxito.Nuestra emoción se tornó en horror al activar la máquina. En lugar de proyectar realidades en el monitor, un estruendo resonó como un rayo. El laboratorio tembló y apareció una fisura en el espacio frente a nosotros, desatando un caos indescriptible.
La explosión de energía descontrolada sacudió el laboratorio, provocando escalofríos y haciendo que algunos vomitaran. La sensación de peligro inminente nos invadió; comprendimos que algo había salido terriblemente mal.
—Helena: Nuestros cálculos estaban completamente errados —susurré angustiada, recordando cómo confiamos ciegamente en los números que creíamos correctos.
Friedrich, temblando junto a mí y mostrando signos de pánico, dejó escapar palabras que antes parecían imposibles.
—Friedrich: ¿Qué hemos hecho, Helena? —murmuró, buscando refugio detrás de una mesa mientras el caos se desataba a su alrededor.
—Helena: ¡Friedrich, debemos mantener la calma y encontrar una solución! —exclamé, tratando de infundirle coraje mientras me acercaba a él. Sin embargo, él retrocedió, negando con la cabeza y sus ojos reflejaban puro miedo.
—Friedrich: No sé qué hacer, Helena. ¡Esto es demasiado!
Sentía la misma desesperación que él, pero no podía sucumbir al pánico. Respiré profundamente, buscando la fortaleza necesaria para enfrentar la situación.
—Helena: Escúchame, Friedrich —dije con determinación—. No podemos permitir que el miedo nos paralice. Debemos buscar una solución juntos antes de que sea demasiado tarde.Friedrich asintió débilmente; sabía que necesitaba más que palabras para convencerse de que podíamos superar esto juntos.
—Friedrich: Tienes razón, Helena. No podemos rendirnos ahora —dijo, recuperando algo de su antigua fuerza—. Debemos corregir nuestros errores.Con alivio noté que Friedrich estaba nuevamente a mi lado, listo para enfrentar lo que el destino nos tenía reservado. Juntos nos adentramos en los escombros del laboratorio destrozado, decididos a encontrar una solución antes de que fuera demasiado tarde.
Después del estruendo y el temblor, varias partes del laboratorio habían colapsado y algunos colegas habían perdido la vida por la caída de escombros. Con cada paso entre el caos, sentíamos la urgencia de salir lo más pronto posible. La magnitud de nuestro error era abrumadora; debíamos actuar rápidamente.—Helena: Tenemos que actuar con rapidez, Friedrich —insistí mientras nos adentrábamos en el laberinto de destrucción—. Cada segundo cuenta; estas fisuras pueden expandirse aún más.
Friedrich asintió; su expresión tensa reflejaba la gravedad de la situación. A pesar de su desesperación anterior, parecía haber recuperado parte de su determinación habitual.
—Friedrich: De acuerdo, Helena. Necesitamos estabilizar estas fisuras antes de que sea demasiado tarde —respondió con un tono firme y decidido.Avanzamos entre los escombros, buscando desesperadamente cualquier pista que nos condujera a una solución. Cerrar esas fisuras se convirtió en nuestra única prioridad.
—Helena: Los registros del experimento y los restos de la máquina deben contener alguna pista sobre qué salió mal —mencioné, escudriñando el suelo y las estanterías destrozadas. Entonces vi un pequeño agujero que me permitió observar lo que sucedía afuera.
Lo que vi era inolvidable. Varias fisuras idénticas se habían abierto por toda la ciudad, de las cuales emergían monstruos enormes que destruían todo a su paso. Aquella escena era apocalíptica, como salida de un juego macabro. Las lágrimas brotaron de mis ojos al reconocer el gran error y el horrible destino que habíamos condenado a la humanidad. Pero no dejé que eso me detuviera.
Continué avanzando y, entre los escombros carbonizados, encontré documentos que contenían el reporte del experimento 'E.D.R.' con registros detallados del fallo. Los agarré con manos temblorosas, sintiendo una mezcla de alivio y ansiedad por lo que podríamos descubrir.
—Friedrich: ¿Estás bien? ¿Qué has encontrado?
—Helena: Aquí están los documentos del experimento. Pero no tenemos tiempo; debemos salir antes de que todo colapse.Sin previo aviso, un escombro cayó sobre mi brazo derecho, aplastándolo en el acto.
—Helena: ¡Aaah! ¡Mi brazo! Friedrich, toma los documentos y sal de aquí, rápido.
—Friedrich: No, Helena. No te dejaré aquí. Salimos juntos, sin importar lo que pase.Intentó mover el enorme escombro sin éxito.
—Friedrich: No puedo moverlo... Tengo una idea, pero será muy dolorosa.
—Helena: ¿A qué te refieres?
—Friedrich: Tendré que... arrancarte el brazo para liberarte.
—Helena: Si no hay otra alternativa, hazlo. Pero... rápido.Friedrich usó una roca para empezar a destrozar mi brazo.
—Friedrich: Lo siento, Helena. Esto dolerá mucho.
—Helena: ¡Aaah! ¡Sácame de aquí, por favor!El dolor era insoportable mientras él golpeaba mi brazo con la roca.
—Helena: ¡Dios mío! ¡No puedo soportarlo! ¡Me duele tanto!Friedrich continuó golpeando; el sonido de huesos rompiéndose llenaba el aire.
—Friedrich: Casi... listo... ¡Aguanta!
—Helena: ¡Por favor, hazlo rápido! ¡No puedo más! ¡Es insoportable!Con cada golpe, su desesperación aumentaba al ver mi sufrimiento.
—Friedrich: ¡Lo siento tanto!
—Helena: ¡Por favor, termina ya! ¡Sácame de este infierno!Finalmente, logró liberarme, aunque mi brazo quedó completamente destrozado.
—Friedrich: Lo logramos. Vamos, debemos salir de aquí ahora.
—Helena: Gracias... No puedo... soportar más... (con voz débil)Perdí el conocimiento por el intenso dolor y el shock. Friedrich, desesperado, me tomó en brazos y corrió hacia la salida.
—Friedrich: ¡Aguanta! Te sacaré de aquí, te lo prometo.Aunque sin fuerzas, cargó mi cuerpo inconsciente sobre sus hombros y comenzó a correr para salir rápidamente del laboratorio en ruinas.
—Helena: (susurrando mientras recobraba la conciencia) Espero que estos documentos nos den alguna idea de cómo solucionar esto.
—Friedrich: Resiste. Primero salgamos de aquí.Justo cuando pensaban que la situación no podía empeorar, un temblor violento sacudió el suelo bajo sus pies. Miraron a su alrededor con horror mientras el edificio comenzaba a desmoronarse a su alrededor.—Helena: ¡Friedrich, cuidado!
Un fragmento de vidrio se rompió y cayó en el ojo derecho de Friedrich. A pesar de la herida, no se detuvo y siguió avanzando, apenas escapando antes de que las paredes se derrumbaran.
—Helena: ¡Tu ojo, Friedrich! ¿Estás bien?
—Friedrich: (jadeando) No importa. Solo debemos salir de aquí.Al salir del edificio, un destello de esperanza surgió en medio de la devastación.
—Helena: (débil) Lo que hemos hecho... no tiene perdón. Hemos perdido tanto... un brazo, un ojo...
Desde el exterior, vieron la ciudad siendo atacada por monstruos que emergían de las fisuras, arrasando todo a su paso.
—Friedrich: (de rodillas) ¿Qué hemos hecho? ¿Cómo pudimos ser tan imprudentes?
—Helena: (luchando por mantenerse consciente) Friedrich... mira... algo está descendiendo.
—Friedrich: (mirando al cielo) ¿Qué es eso? ¿Una figura humanoide? Es tan rápida...
—Helena: Apenas puedo distinguirla... pero tal vez haya esperanza.(Friedrich se levanta, decidido a no rendirse.)
—Friedrich: Sea lo que sea, debemos seguir adelante. No podemos darnos por vencidos ahora.
—Helena: (sintiendo su fuerza desvanecerse) Sí... Friedrich... no te detengas...(Helena pierde el conocimiento mientras Friedrich avanza hacia el incierto futuro.)
Observé cómo la figura se abalanzaba sobre uno de los monstruos. En un impacto espectacular, el ser explotó en una lluvia de partículas de luz.
—Friedrich: ¿Qué está pasando? —exclamó, cubriéndose el ojo con tela para frenar la hemorragia.Un frío descorazonador me invadió. ¿Quién había destruido a las abominaciones que habíamos desencadenado?
—Helena: No lo sé, pero parece que Dios no nos ha abandonado —respondí con voz quebrada y una esperanza frágil.Mientras observábamos la confrontación entre las criaturas que amenazaban nuestra existencia, una sensación de impotencia me invadió. Tal vez podríamos encontrar una manera de salir de esta crisis y restaurar la paz; sin embargo, el peso de la incertidumbre aplastaba cualquier atisbo de optimismo.