Chapter 2 - neblina

Atravesando mis ojos, un inquietante escalofrío se desató, comenzando desde mi espina dorsal hasta la punta de mi cabeza. Un gran presentimiento de que nada estaba bien se apoderó de mí; era un silencio inminente, ni un alma ni una vida de algo que estuvo ahí antes. Las calles estaban cubiertas de polvo, como si décadas hubieran pasado en un solo instante, y ese olor a llanta quemada y carne en putrefacción se infiltraba por mis fosas nasales, provocando un revoltijo en mi estómago. La neblina negra afuera ocultaba el cielo, como si estuviera atrapado en una pesadilla de la que algo o alguien me tomaría en cualquier momento y…

-miauu -¡AAHH! Lucas, me asustaste.

Vuelvo a entrar a casa, el corazón latiendo con fuerza contra mi pecho. Aún no sé qué rayos está pasando y eso me asusta más no saber qué hacer. Tendré que esperar a que llegue alguna noticia por la televisión o tal vez el internet vuelva. No lo sé, tal vez ocurrió un ataque terrorista o algo así, o tal vez ya empezó la tercera guerra mundial. Me quedé pensando, la mente girando en un torbellino de teorías mientras intentaba descubrir qué es lo que estaba ocurriendo.

De repente, la televisión que no tenía señal empezó a emitir un sonido ensordecedor,

-"¡ALERTA ROJA, ALERTA ROJA, ENCONTRAR EL REFUGIO MÁS CERCANO!"

-¿Qué?! ¿Refugio?! ¿Qué demonios está pasando?!

Los niveles de confusión y terror se dispararon en mi cuerpo, una desesperación paralizante de no saber qué diablos estaba ocurriendo. No es la primera vez que siento esta sensación, pero esto era aún peor. El sonido que emitía la televisión era tan fuerte y molesto que me provocaba un dolor punzante en la cabeza. Tras unos minutos de tortura auditiva, aparece otro mensaje:

-"¡NO SALIR DE LOS REFUGIOS HASTA QUE ESTÉ SEGURO, NO TENER CONTACTO CON NEBLINA NEGRA"!

-¿Neblina negra? Era la que hace un momento vi en la calle, pero ¿qué tiene de especial esa neblina? ¿Qué mierda está ocurriendo?

El miedo se apoderó de mí, y un temblor incontrolable se adueñó de mis manos. No había dudas, estaba temblando al no saber qué diablos estaba pasando ni cómo escapar de esta pesadilla. No sé cuánto me durará la comida y ya no hay latas de atún para Lucas. No puedo quedarme encerrado en mi casa cuando se me acabe la comida, tendré que conseguir más y necesito encontrar el refugio que mencionaban en la televisión. Tengo que conseguir información de qué diablos está pasando.

Tras unos minutos de pensar con desesperación, algo suave y cálido toca mi pierna. Era Lucas, acariciando mi pierna con su pelaje. Se me había olvidado que no estaba solo en esta casa.

-"Todo estará bien", me dije a mí mismo, intentando infundir algo de calma en mi agitado corazón. Y así fue que pasaron tres días.

-¿Estamos listos, Lucas?

Mi gato me mira confundido, sin entender qué diablos estaba diciendo, pero con su mirada leal que prometía estar conmigo a donde fuera. Tras casi agotar las provisiones en casa, no podemos seguir aquí; tenemos que conseguir más alimento y también tengo que investigar qué diablos está pasando con todo esto. Con una mochila cargada con las últimas provisiones y una mascarilla ajustada a mi rostro por si la neblina es tóxica, no puedo quedarme en casa muriendo de hambre. Imagínate morir y que Lucas me coma.

-"No, no, no", no puedo permitir eso, aunque él sobreviva más tiempo. Me doy una cachetada doble para despertar de la parálisis del miedo. Es hora de irnos. Una mañana a las 8, partimos a buscar comida al supermercado más cercano, armados con la esperanza de que aún haya alguien ahí afuera que me pueda explicar qué está pasando.

El sol apenas se filtraba a través de la densa neblina negra que cubría el cielo, un recordatorio constante del caos que se había desatado. Con cada paso que daba, el peso de la incertidumbre se hacía más pesado sobre mis hombros. Lucas, con su instinto felino, parecía inquieto, como si pudiera sentir la tensión en el aire.

Caminamos en silencio, el único sonido era el crujir de los escombros bajo nuestros pies. Las calles, una vez llenas de vida, ahora estaban desoladas, con ventanas rotas y coches abandonados que se alineaban en el camino como tumbas de metal. La señal de la televisión había sido clara, pero las instrucciones eran tan vagas que solo servían para alimentar el miedo que ya me consumía.

"¡ALERTA ROJA, ALERTA ROJA, ENCONTRAR EL REFUGIO MÁS CERCANO!", resonaba en mi cabeza como un eco sin fin. ¿Pero dónde? ¿Cómo encontrar un refugio en una ciudad que parecía haber sido olvidada por Dios?

La mochila que llevaba estaba llena de provisiones, pero sabía que no durarían para siempre. La comida enlatada, el agua embotellada, y las pocas barras de granola que había encontrado en la despensa serían suficientes por ahora, pero ¿y después? No podía permitirme el lujo de pensar en el futuro; el presente ya era lo suficientemente aterrador.

Al llegar al supermercado, la puerta de cristal estaba destrozada, y el interior saqueado. Las estanterías estaban vacías, y el suelo estaba cubierto de vidrios rotos y paquetes abiertos. Era evidente que no era el único que había tenido la idea de buscar suministros aquí.

"Miau", el maullido de Lucas rompió el silencio, atrayendo mi atención hacia el fondo de la tienda. Allí, entre las sombras, se movía una figura. No estaba solo.

Con cautela, me acerqué, listo para enfrentar a quien o lo que fuera. Pero en lugar de un enemigo, encontré a una mujer, no mucho mayor que yo, con una linterna en una mano y una lata de frijoles en la otra.

"¿Quién eres?", pregunté, mi voz temblorosa.

"Me llamo Sofía", respondió con cautela. "Estoy buscando a mi hermano. Se perdió cuando todo esto comenzó".

Su historia era similar a la mía, y en su mirada vi el mismo miedo y confusión que sentía. Decidimos unir fuerzas, dos almas perdidas en busca de respuestas y supervivencia.

Juntos, rebuscamos en los restos del supermercado, encontrando algunas latas de comida y botellas de agua que habían sido pasadas por alto. No era mucho, pero era un comienzo. Con nuestros suministros recién adquiridos y la compañía inesperada, nos preparamos para enfrentar lo que viniera.

La neblina negra seguía ahí fuera, y con ella, la promesa de más misterios y peligros. Pero ahora, con Sofía a mi lado y Lucas en mis brazos, sentía que tal vez, solo tal vez, podríamos encontrar más respuestas en esta ciudad en ruinas.