Capítulo 8: Noche de Pasión
Narra Ifigenia
- Tus deseos son órdenes - susurró James mientras sus manos se posaban en mi cintura. Mis brazos rodeaban su cuello mientras nos besábamos apasionadamente. Cada beso despertaba un deseo insaciable en mí, quería más, anhelaba entregarme por completo.
- Te deseo, Ifigenia - suspiró, dejando escapar el deseo en su voz.
En ese momento, las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta mientras me perdía en sus caricias. Mis manos se aventuraron debajo de su saco, acariciando su pecho, mientras él exploraba mi cuerpo bajo el vestido. Con sus manos en mi cintura, nos acercábamos más, la pasión ardiendo entre nosotros.
Pero justo cuando James estaba a punto de quitarme el vestido, se detuvo y me miró a los ojos.
- Ifigenia... ¿Estás segura de que quieres hacer esto? ¿Realmente quieres que esto suceda? - preguntó, buscando una confirmación en mi mirada.
Por un momento, me detuve, sus palabras resonaron en mi mente. Me estaba preguntando si realmente quería entregarme a él después de tanto esperar. Pero en lo más profundo de mi ser, sabía que lo deseaba con todo mi ser. No necesitaba decir nada, simplemente volví a besarlo, dejando que mis labios hablasen por mí. A partir de ese momento, no había vuelta atrás.
No encontraba las palabras adecuadas para expresar lo que sentía, así que simplemente asentí con la cabeza, transmitiéndole mi deseo sin palabras.
James me tomó en sus brazos, cargándome con cuidado mientras yo envolvía mis piernas alrededor de su cadera. Con suavidad, me recostó en la cama, besando cada centímetro de mi piel en el camino. Cada caricia era tan delicada que me sentía como una muñeca de porcelana, y con la misma delicadeza sentí su cuerpo caer sobre el mío.
Sus labios comenzaron a explorar los míos, descendiendo lentamente por mi cuello, hasta llegar a mis pechos. Allí se detuvo, suspirando con excitación.
- Cariño... Dime si debo detenerme, de lo contrario, seguiré adelante - murmuró, buscando mi consentimiento.
- No quiero que te detengas - susurré, llena de excitación.
Nos sentamos en la cama y comencé a desabrochar su saco con mis manos temblorosas, liberando su pecho desnudo mientras nuestros labios se encontraban en un beso apasionado. Luego, con delicadeza, desabroché su camisa y la retiré lentamente, revelando su torso desnudo.
Después, nos pusimos de pie y, con suavidad, comencé a desabotonar su pantalón, quitándoselo con lentitud mientras nuestros labios seguían unidos en un beso apasionado. Finalmente, me despojé de mi vestido, dejando que cayera al suelo.
- Eres hermosa, Ifigenia... eres una visión hecha mujer - suspiró, admirando mi desnudez.
Nuestros ojos se encontraron y, con cuidado, me recostó en la cama. Cada beso que me daba era tan delicado que me llenaba de confianza. Sus labios recorrieron mi cuello, bajando por mi pecho hasta llegar a mi ombligo.
- Mmmm, James - gemí su nombre, sintiendo cómo su boca exploraba cada rincón de mi piel. Suaves suspiros escapaban de mis labios mientras él me acariciaba con ternura.
Luego, con un movimiento cuidadoso, giramos y quedé encima de él. Sus labios se encontraban con los míos mientras sus dedos acariciaban mi espalda.
Comenzó a despojarme del sujetador mientras sus labios seguían explorando mi cuerpo. Cuando llegó a la zona debajo de mi ombligo, continuó despojándome de la única prenda que me quedaba.
No pude evitar devolverle el gesto y comencé a besar su cuello, recorriendo su hombro y descendiendo por su pecho. Mis labios exploraron cada centímetro de su cuerpo.
A pesar de todo, James notó mi inseguridad. Era mi primera vez y sentía miedo.
- ¿Estás segura? - suspiró, buscando mi confirmación.
Presioné mi boca contra la suya, transmitiéndole con ese beso que sí, que estaba segura.
Jadeó al ver cómo se despojaba de lo que cubría su cuerpo. Pude admirar cada parte de su cuerpo, fuerte y elegante. Era la personificación de la perfección masculina, una fantasía hecha realidad.
Sus manos descendieron hasta mi vientre, sus caricias encendiendo mi cuerpo. Sentía como si fuera un arqueólogo explorando cada rincón de mi ser.
- Mmmm, James - gemí su nombre, entregándome al placer que me proporcionaba.
- ¿Qué quieres, nena? Dime qué deseas - suspiró, lleno de deseo.
- Hazme tuya, James - grité, dejando que mi voz expresara mis más profundos anhelos.
Comencé a mover mi cadera, pero de repente se detuvo. ¿Por qué parar? La impaciencia se apoderó de mí. Levantó su cuerpo ligeramente, alcanzó la mesita de noche y sacó un envoltorio plateado. Lo rasgó mientras me sonreía y observaba cómo lo usaba.
Temblaba de nerviosismo y James lo notó.
- ¿Quieres que pare? - preguntó, suspirando.
- No - respondí, suspirando.
- ¿Estás segura? - volvió a preguntar.
- Sí - respondí nuevamente.
Nuestros cuerpos se presionaron uno contra el otro, y sentí cómo su miembro se deslizaba en mi zona íntima. Abrí mis piernas para darle paso, sintiendo un cosquilleo en todo mi cuerpo.
- Nena, ¿estás lista? - preguntó con deseo.
- Sí, James, estoy lista - respondí, llena de anticipación.
Comenzó a empujar y un dolor se apoderó de mi cuerpo.
- Aaaaaaaa, James, duele - gemí, sintiendo la incomodidad inicial.
- Tranquila, amor... pronto ese dolor se convertirá en puro placer, te prometo que seré cuidadoso - susurró, abrazándome mientras buscaba aliviar mi malestar.
Me aferré a su espalda y mordí su hombro, lo que provocó un gemido suyo. Con ímpetu, se deslizó dentro de mí, moviéndose con delicadeza para evitar lastimarme. Estuvimos así durante un buen tiempo, entregados el uno al otro, hasta que ambos alcanzamos el clímax. Me acurruqué en su pecho mientras él acariciaba mi cabello.
- Debe ser un cliché total esta posición, yo recostada en tu pecho desnudo, cubiertos por una sábana - dije, sonriendo mientras besaba su pecho y él acariciaba mi cabello.
- Fue hermoso, Ifigenia - dijo, mirándome a los ojos.
Esa expresión fue suficiente, James no necesitó decir nada más.
Deslizó la punta de su dedo por mi piel, dejando la calificación "A+" escrita en ella. Luego, con tono juguetón, dijo:
- Tienes la mejor calificación, Señorita Rodríguez.
Cuando me miró a los ojos, lo besé y luego nos quedamos dormidos abrazados. Sentí una profunda sensación de protección en sus brazos.
Narra James
Mientras la pasión ardía entre nosotros, mis manos se posaban en su cintura, sintiendo la electricidad que emanaba de su cuerpo. Cada beso que compartíamos despertaba en mí un deseo incontrolable, anhelando entregarme por completo a ella.
La miré a los ojos, buscando una confirmación en su mirada. Quería asegurarme de que esto era lo que ella realmente deseaba. No quería presionarla ni hacerla sentir incómoda. Quería que este momento fuera especial para los dos.
Cuando ella volvió a besarme con pasión, supe que había dado su consentimiento sin necesidad de palabras. Sentí una oleada de emoción y gratitud. No podía creer que ella me deseara tanto como yo la deseaba a ella.
La llevé con cuidado hacia la cama, sabiendo que debía tratarla con delicadeza. Cada caricia que le daba era como si estuviera tocando una obra de arte, sintiendo su suavidad y su calidez bajo mis manos.
Mientras nuestros labios se encontraban en un beso apasionado, mi mente se llenaba de pensamientos de amor y devoción hacia ella. Quería hacerla sentir especial, quería que esta noche fuera inolvidable para los dos.
A medida que nuestros cuerpos se desnudaban lentamente, sentí una mezcla de excitación y ternura. Admiré su belleza desnuda, maravillándome de tenerla tan cerca de mí. Era como si estuviera viviendo un sueño hecho realidad.
Cuando me recosté sobre ella, mis labios exploraron cada centímetro de su piel, queriendo memorizar cada detalle de su cuerpo. Quería que se sintiera amada y deseada en cada momento.
A medida que nos entregábamos el uno al otro, sentí una conexión profunda y poderosa. Cada gemido, cada suspiro, era una muestra de la pasión y el amor que compartíamos en ese momento.
Cuando finalmente alcanzamos el clímax juntos, sentí una oleada de felicidad y satisfacción. La abracé con fuerza, sintiendo la calidez de su cuerpo contra el mío. Me sentí completo, como si hubiéramos creado algo hermoso y único juntos.
La miré a los ojos, sin necesidad de decir palabras. Nuestros ojos hablaban por sí solos, expresando todo lo que sentíamos en ese momento. Me sentí agradecido y afortunado de tenerla en mi vida, y supe que este era solo el comienzo de algo especial entre nosotros.