Christian y Emiliano habían sido citados en la oficina de su padre, ya que el señor Gerard Agreste desea comunicarles algo muy importante.
—¿Qué crees que nos dirá nuestro padre?— inquirió Christian mirando a su hermano.
—No lo sé, quizá sea que por fin nos anunciará quien de los dos heredará su empresa. Aunque, estoy seguro de que yo seré su heredero.
—No estés tan seguro de eso, Emiliano, yo estoy dispuesto a hacer lo necesario para heredar la empresa de nuestro padre, así tendré el respeto que merezco por ser Su hijo.
—Un bastardo como tú, Christian, no merece ningún respeto, fuiste engendrado por la concubina de mi padre, no mereces nada.
—Con mi madre no te metas imbécil! Llevo la sangre del gran Gerard Agreste al igual que tú, así que cállate y espera a que llegue nuestro padre antes de ladrar sobre lo que decidirá.
Unos minutos después, entró Gerard a la oficina, con su mirada amable, ofreciéndoles una sonrisa a sus dos hijos.
—Disculpen la tardanza, estaba en una junta con los directivos de la empresa.
—Ya dinos padre, quien será tu heredero, es lo único que me interesa de esta reunión— soltó Emiliano, con altivez.
—Si, padre, ¿podrías decirle a mi hermano que yo soy quien va a heredar la empresa?— inquirió Christian mirando con recelo a su hermano.
Gerard cambió su cálida sonrisa a un gesto serio y lleno de altivez y superioridad.
—Tambien me da gusto verlos. El motivo por el cual los cité es, informarles, cómo es que se decidirá al heredero de la empresa— Gerard los miraba a ambos con detenimiento esperando alguna reacción, y ahora que prestaban atención a sus palabras, continuó —El heredero de mi empresa, será el primero de ustedes dos, en casarse.
—¡¿Qué?!— exclamaron los dos al unisono.
—Lo que escucharon, el primero de ustedes en contraer matrimonio, será el heredero de mi empresa.
—Pero, ¿por qué? Esto es simplemente ridículo, no puedo creer que nos hagas esto— soltó Christian, obviamente molesto.
—No será demasiado difícil para mí, ninguna mujer se me resiste, así que esto será rápido— soltó con superioridad Emiliano
—Eso es lo que tú crees, hermano, pero ya verás, que seré yo quien heredará la empresa, ya lo verás.
—Esperen un momento muchachos— Gerard llamó su atención —No cualquier mujer puede ser esposa de mis hijos, tendrá que ser una mujer buena, amable, servicial, y alguien a quien ustedes realmente amen.
—Esta bien, te daremos noticias, en cuanto tengamos a dicha mujer, dispuesta a casarse.
Gerard asintió, y extendió su mano hacia la puerta de la oficina, indicandoles que podían retirarse.
Inuyasha y Sesshomaru, se levantaron de sus asientos y se fueron tranquilamente.
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Elizabeth y su madre acababan de solicitar otro préstamo al banco para pagar sus deudas, pero no les darían nada hasta que liquidaran sus otras deudas.
—¿Que vamos a hacer, Elizabeth? No tenemos suficiente dinero para pagar las deudas— exclamó la mujer entre sollozos
—No te preocupes mamá, encontraremos la forma, verás que todo saldrá bien, de algún modo— Elizabeth intentaba consolarla acariciando su espalda.
—Pero, cómo? Con mi trabajo de mesera, apenas y alcanza para los gastos de la casa, el abuelo está enfermo y no puede trabajar, su pensión es solo para su medicina.
—Yo buscaré otro trabajo, tu regresa a casa a cuidar del abuelo, y esperar a que Lukas regrese del instituto.
—Esta bien hija, trata de llegar para la cena, y ten mucho cuidado.
—Sí, mamá no te preocupes.
Elizabeth se encaminó hacia el centro de la ciudad, mientras su madre regresaba a su casa, ella buscaría algún trabajo con buenos ingresos, para pagar las deudas, pero eran demasiadas, no sabía que trabajo sería tan bueno como para librarse de problemas. Así que solo se sentó en una banca a llorar, al ver que su madre ya se había alejado lo suficiente.
Casualmente Christian iba pasando, y al verla la reconoció de la universidad, ella era la encargada del taller de tiro con arco, siempre le había parecido una chica guapa y atractiva, pero siempre estaba concentrada en sus estudios y distraída con sus amigas y no se había atrevido a acercarsele. Pero al verla llorar, su corazón le instó a hablarle.
—¿Por qué lloras, Elizabeth?— le preguntó, sentándose a su lado.
—¿Quién eres tú?— preguntó ella alzando la mirada, exaltada y sorprendida de que alguien fuera tan amable con ella.
—Quizá no me recuerdes, soy Christian Agreste, fuimos compañeros en la universidad.
—Ah, sí, me acuerdo, perdona si no te reconocí, estoy muy abrumada con la situación en mi casa.
—¿Que te preocupa? ¿Te puedo ayudar en algo?
—No creo que puedas ayudarme, a menos que quieras pagar todas mis deudas y ayudarme a ver por el bienestar de mi familia, eso sería lo único que me ayudaría.
—Bueno, tal vez, si tú así lo deseas, sí pueda ayudarte, estoy apunto de heredar la empresa millonaria de mi padre, y puedo ayudarte si, haces algo por mí a cambio.
—¿Qué es lo que tendría que, hacer por ti, Christian? Quieres una noche de pasión conmigo? Porque te advierto que yo, no soy una mujer fácil, no soy una puta que tiene sexo por dinero.
—No se trata de eso, aunque bueno, si tú te enamoras de mi, y quieres hacerlo conmigo, yo no tendría ningún inconveniente.
—Si claro, entonces, de qué se trata, me darás trabajo en tu empresa?
—Si lo quieres ver así, está bien, bueno, ¿que te parece si, mañana te invito a comer, y lo hablamos? Justo ahora, tengo algo que hacer, pero al verte llorar no pude evitar acercarme y ver que estuvieras bien, me recordó la época en que me gustabas en la universidad.
Elizabeth se sonrojó al instante.
—¿Yo te gustaba en la universidad? Pero... nunca me dijiste nada.
—No pero, siempre hacia lo posible por estar cerca de ti, bueno, debo irme— Christian miró su reloj —Tengo que hablar con unos inversionistas y llamar a algunas personas. Nos vemos mañana, paso por ti a las 3.
Ella asintió y Christian se fue de ahí rápidamente.
Elizabeth tenía el corazón acelerado. Recordaba perfectamente a Christian, había sido su crush desde que había entrado en la universidad, con su porte de chico rebelde, su mirada tan hipnotizante... Era el sueño de todas las chicas de la universidad, y el hecho de que le confesara, que era ella precisamente, quien le gustaba... Parecía todo parte de un hermoso sueño, del que no quería despertar.