Capítulo 63: El Amor Duele
Narra Brenda
Era como una pesadilla de la que no podía despertar. No podía creer lo que estaba sucediendo. El auto seguía en movimiento, mis lágrimas caían sin cesar y mi madre me gritaba desesperada. Sin pensarlo dos veces, abrí la puerta del auto y caí de rodillas en el suelo. Me levanté rápidamente y comencé a correr, sin importarme los gritos que me llamaban desde atrás.
Necesitaba estar con Alan, necesitaba que me explicara lo que estaba pasando. Con el corazón en la garganta, llegué a su departamento. Estaba destrozada, no podía controlar mi llanto. Alan abrió la puerta y antes de que pudiera decir una palabra, me abalancé hacia sus brazos, buscando su protección.
Desesperadamente, le supliqué:
- Por favor, dime que todo esto es una mentira. Dime que mis padres están tratando de separarnos y nada de esto es real... - mi voz temblaba de dolor y esperanza.
Alan bajó la cabeza, sus ojos llenos de tristeza, y suspiró antes de responder:
- Quisiera poder decirte que no es verdad, que todo es una confusión, pero no puedo mentirte más. Lo siento, Brenda. - su voz sonaba quebrada y llena de remordimiento.
Sentí cómo mi mundo se desmoronaba. Retrocedí, alejándome de él, tratando de asimilar sus palabras.
- ¿Entonces es verdad? Después de todo lo que prometiste, me mentiste... ¿Por qué, Alan? ¿Por qué me ocultaste todo esto? - pregunté, con la voz entrecortada por el dolor.
Alan se acercó lentamente, sus ojos llenos de lágrimas, y tomó mis manos entre las suyas.
- No quería lastimarte, Brenda. Pensé que si te ocultaba la verdad, podríamos ser felices juntos. Pero me equivoqué, y ahora lo veo. Te amo y no quiero perderte, pero entiendo si no puedes perdonarme. - sus palabras resonaron en el aire, cargadas de arrepentimiento y amor.
Me quedé en silencio por un momento, luchando con mis propios sentimientos. Finalmente, respondí con voz firme pero llena de tristeza:
- No sé si alguna vez podré perdonarte, Alan. Me has herido profundamente al romper tu promesa. Necesito tiempo para pensar y sanar. Por ahora, necesito alejarme de ti... - dije, con el corazón destrozado.
Me paré en la puerta, lista para irme, y él intentó detenerme.
- No intentes detenerme - advertí, con voz firme - Ya no sé qué me duele más... la primera vez que te encontré engañándome con ella, o esta vez que me mentiste después de haberme lastimado.
Me separé de él y, finalmente, grité:
- Ha sido el mejor de los cumpleaños
Esta vez, no quise llorar. Bajé rápidamente para alejarme de él. Me paré en la entrada del edificio y escuché cómo corría para alcanzarme, pero yo ya no podía estar con alguien que me había lastimado tantas veces.
- Solo lo olvidaremos... - dije cuando finalmente logró alcanzarme.
Él se quedó allí, sollozando, y yo me fui. Mi taxi había llegado, pero antes de irme, vi cómo Alan caía de rodillas, llorando. Durante el camino, tuve que decirle tres veces al taxista que ignorara cómo lucía, que estaba bien. Pero al llegar a casa, no pude contenerme. No quería entrar, porque sabía que tendría que enfrentarlos después de todo lo que había pasado.
Giré la perilla y ahí estaba mi mamá, sosteniendo el teléfono. Cuando me vio, lo aventó y corrió hacia mí.
- Oh, gracias a Dios, ¿estás bien? Te he estado llamando.
Y lo único que pude hacer después de haberme aguantado fue llorar...
- Estuviste con él, ¿cierto? - preguntó mamá. - ¿Te lo dijo?
- Soy una estúpida - dije entre llantos - Ahora puedes decirme: "Te lo dije". Vamos, dilo mamá, que lo estoy esperando.
Mamá no dijo nada, solo me abrazó.
- Estamos aquí para apoyarte, queremos lo mejor para ti... - dijo mientras me cubría entre sus brazos.
- Pero no es lo que necesito... ¡Lo necesito a él!
Yo estaba recargada en la puerta, mi mamá me consolaba tocando mi hombro. Estaba enojada y con una tristeza que no cabía en mi pecho.
- ¿Hay algo que pueda hacer por ti? - preguntó mi madre con voz suave, preocupada por mi estado.
- Quiero estar sola - respondí bruscamente, apartándome de ella. Me dirigí a mi cuarto, con la intención de encerrarme y permitir que mi corazón olvidara a Alan. Sin embargo, mientras subía los escalones, todo a mi alrededor se volvió borroso. Me sentía mareada y, antes de darme cuenta, perdí el conocimiento. Lo último que vi fue cómo la escalera parecía moverse.
Desperté en el hospital, escuchando voces a mi alrededor.
- ¿Una contusión, doctor? - preguntó mi madre, preocupada.
- Así es. Brenda sufrió una contusión, probablemente debido al estrés y a todo lo que ha pasado recientemente, incluyendo el grave accidente que tuvo. Afortunadamente, no es algo grave y es posible que pueda regresar a casa más tarde en el día - explicó el médico.
Así que estaba en el hospital. Me desmayé después de todo lo que había sucedido, y una vez más, Alan era el causante de mi dolor.
Abrí los ojos por completo y vi a mi madre y al médico observándome.
- Podemos irnos ahora, ya estoy bien - dije con determinación, tratando de ocultar mi vulnerabilidad.
- Me alegra verte despierta, cariño. Pero debes descansar. Lamento mucho lo que te ha sucedido - dijo mi madre, con una mezcla de alivio y tristeza en su voz.
- No me pasó nada. Odio que me tengan lástima. Ahora, recoge tus cosas y vámonos - respondí con firmeza, rechazando cualquier muestra de compasión. No quería que me vieran como una víctima. Estaba comenzando a comprender que el fin de una relación no significaba el fin de mi vida, aunque aún me costaba creerlo por completo.
Después de unas horas en el hospital, mi padre llegó para llevarnos a casa. Como siempre, intentó hacer bromas para animarme, pero su esfuerzo no lograba romper la tristeza que me embargaba.
Acabo de aprender que el amor puede ser muy doloroso... Nunca imaginé que mi primer noviazgo terminaría de esta manera.
Después de salir del hospital, llegué a casa y me dirigí directamente a mi habitación. Me sumergí en un sueño profundo que duró toda la tarde. Al despertar al día siguiente, me encontré incapaz de levantarme de la cama. Una tristeza abrumadora se apoderó de mí y perdí toda motivación. Lo peor de todo es que esta sensación persistió durante los siguientes tres días. Mi madre estaba preocupada, pero decidí ocultarle la verdadera razón de mi estado emocional. Le dije que eran los efectos secundarios de las pastillas que me habían recetado, para tranquilizarla. Sin embargo, en realidad, había dejado de tomar esas pastillas hace días. La verdadera causa de mi dolor era el amor, una enfermedad mortal que había sido desencadenada por ALAN, el único que había destrozado mi corazón.
A pesar de mis esfuerzos por olvidarlo, ALAN continuaba enviándome mensajes desesperados. Cada uno de ellos decía: "perdóname" o "te necesito". Aunque sabía que debía bloquearlo o cambiar de número, una parte de mí seguía aferrada a la esperanza de que sus mensajes cambiaran. Esta situación me llevó a aislarme de mis amigos, sintiendo que me estaba perdiendo a mí misma poco a poco.
Así pasaron tres días, en los que me limité a quedarme sola en mi habitación, sumida en la tristeza y la confusión. Ingrid, mi hermana, intentaba animarme, pero sus esfuerzos no lograban alcanzarme en lo más profundo de mi dolor.
Fue en el tercer día cuando Anabela, amiga querida, decidió hacerme una visita. Su presencia fue un rayo de luz en medio de mi oscuridad, y su apoyo me hizo sentir un poco de esperanza en medio de la tormenta emocional que estaba viviendo.
- No tienes idea de cuánto te extraño. ¿Dónde está mi amiga?
- ¿Te refieres a tu mejor amiga de antes, a la que todos le mintieron y aun así seguía sonriendo, o a tu amiga actual, a la que lastimaron y a la que parece no importarle?
- Solo la quiero a ella. - Tomo una foto de nosotras dos - Como antes y como ahora... No sabes cuánto te extraño. ¿Podrías hacer el esfuerzo de pasar estas últimas semanas con nosotros? La graduación está casi aquí.
- Vamos, no seamos dramáticos... Solo he faltado dos días a la escuela.
- Pero te estás perdiendo a ti misma. No sabía que eras de esas chicas que se olvidan de sí mismas después de terminar con su novio...
- No soy así. Esto no es por él. Ya me olvidé de Alan. No estoy deprimida, solo estoy cansada. Estas últimas semanas han sido demasiado para mí.
Anabela se fue y yo no dije ni hice nada. Mi mamá llegó con mi "cena" y medicinas, las tomé y me quedé dormida...
En esa noche, durante mi sueño, me encontraba en el salón de clases. Estaba sola y vi entrar a un profesor. Esperaba ver a Alan, pero no era él. Tuve una conversación con ese otro profesor:
- ¿Y el Profesor Freeman?
- Él ya no trabaja aquí, lo sabes bien.
- Pero... lo necesito, lo extraño demasiado.
- Bueno, quizás él ya no esté pensando en ti... Como tú dijiste, "solo se olvidarán". Tal vez sea tiempo de seguir adelante, ¿no crees?
En mi sueño, terminé de hablar con él y salí de la escuela. Al salir a la calle y girar a un lado, vi a Alan. Tenía puesta la misma ropa que llevaba el primer día que lo vi, y sostenía el libro que nos marcó tanto. Pero al otro lado, me vi a mí misma, sonriendo y realmente feliz... Fue entonces cuando decidí seguir adelante y dejar a Alan.
Desperté un poco alterada. Los rayos del sol me daban en la cara. Miré el reloj y eran las 7:30 am. Después de ese sueño, me sentía decidida a seguir con mi vida. Habían sido varios días dedicados a la melancolía y a estar triste por Alan. Ambos "solo nos olvidaremos".
Era un poco tarde para ir a la escuela, pero me apresuré. Me metí a bañar y estrené ese vestido que planeaba usar en un día de campo con Alan... Cuando estuve lista, mi mamá subía con mi medicina y se llevó una gran sorpresa al verme.
- Bren… ¡me alegra mucho verte! ¿Qué ha pasado?
- Quiero hacer cosas, mamá. Tengo sueños que quiero cumplir. Eso es lo que ha pasado.
- Pues me alegra que haya pasado. ¿Necesitas algo...?
- No, en un rato bajo a desayunar.
Terminé de arreglarme y cuando bajé, todos estaban reunidos alrededor de la mesa...
- Mamá, si necesito algo, sabes... ¿Dónde están mis papeles para la beca de Boston? ¿Dónde está el formulario de inscripción para el Instituto Tecnológico de Massachusetts?
- ¿Hablas en serio?
- Sí, los necesito. No quiero dejar pasar otro día más. Voy a ir a la escuela y comenzaré los trámites para recuperarlos.
- Me alegra, hija. Los documentos están arriba, en mi cuarto...
Busqué frenéticamente mis papeles, tomé mis cosas y me dirigí apresuradamente a la escuela.
Al llegar, Anabela se alegró mucho de verme. Comenzaban los ensayos para la graduación y me asignaron un lugar en el escenario. Había una lista de invitados para la ceremonia de graduación y esta vez el encargado de dar las palabras de despedida sería un ex profesor de literatura...