Todas mis ideas giran en una especie de melodrama loco sacado del programa de televisión favorito de Selene, y me golpeo las manos contra mi cara, frotando fuerte contra mis mejillas, como si pudiera empujar las lágrimas de vuelta a mis ojos.
—Lo siento —digo, mientras Lucas apoya una mano preocupada en mi espalda, acariciándome como lo harías con un cachorro. Es lindo. Parece no saber qué hacer conmigo, mientras yo simplemente estoy agradecida de que lo esté intentando.
Una vez que estoy segura de que mis lágrimas se han ido, le sonrío. —Solo estoy alterada.
—Has pasado por mucho. ¿Te molesté cuando atendí la llamada telefónica? —inquirió Lucas.
—¡No! —La palabra explota de mí en horror. ¿Cree acaso que soy ese tipo de persona, que se molesta cuando tiene que hacer cosas importantes en lugar de verme sentada en la cama de un hospital? —Para nada. —Le aseguré con firmeza.