Los aullidos fantasmales de los lobos retumban por la noche, enviando miedo hasta lo más profundo de mi alma.
Me estremezco.
El extraño cambiante con las drogas maldice entre dientes. —Están de caza —dice con una voz baja y urgente.
Los brazos de Lucas se tensan mientras corre. No es lo más cómodo, con todo el traqueteo, pero logra correr sosteniéndome como si mi carga extra no le afectase en absoluto.
¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Horas? Que ha mantenido su ritmo sin flaquear. No puedo evitar admirarlo, incluso mientras me preocupo.
—Va a estar bien —murmura, su tono frío con determinación.
Aumentamos el paso, las sombras del bosque parecen cerrarse a nuestro alrededor mientras nos apresuramos. Los aullidos se vuelven más fuertes, más cercanos, enviando helados zarcillos de miedo deslizándose por mis venas.
—¿Cuánto falta? —pregunto, mi voz un susurro apagado.