```
Ignorando la mirada curiosa de Hermana Miriam, me lanzo al armario donde reposa el Grimorio.
Me apresuro al armario, mis dedos hormiguean al hacer contacto con la suave tapa de cuero del Grimorio. El momento en que lo toco, sus gritos mentales atraviesan mi mente como una ráfaga de trueno.
—¡Grimorio, por amor a todo lo sagrado, bájale el volumen! —me quejo, presionando mi mano libre en mi sien—. Habla a un volumen normal antes de que hagas estallar mis tímpanos mentales.
El rugido se detiene abruptamente. A través de nuestro enlace, percibo una energía casi avergonzada emitiendo del libro. Se aclara la garganta mentalmente.
—Has estado perdiendo el tiempo teorizando cuando podrías haberme consultado —dice Grimorio, sonando demasiado condescendiente para alguien que estaba gritándome para que lo notara.
Resisto el impulso de rodar los ojos. "Ahora me lo dices."