Todos los arreglos necesarios mantienen ocupados a Vanessa y Kellan.
Alguien logra conseguir algún tipo de vestido blanco, vaporoso que Lisa dice que me hará parecer un ángel, pero yo creo que parece más algo que llevaría en mi luna de miel.
Definitivamente no algo que deba usar en público.
—A Lucas no le va a gustar —predigo, frunciendo el ceño por cuánta piel se ve debajo de la tela transparente—. Diablos, ni a mí me gusta.
Lisa entrecierra los ojos. —Se te ve el sujetador. Me pregunto si podemos conseguir uno sexy.
—Esto no es un anuncio de lencería. Se supone que debo ser presentada como Luna, no como la puta del Alfa —arrancándome la endeble excusa de vestido, mi labio se curva en desdén—. ¿Quién trajo esto?
Lisa se encoge de hombros. —Una mujer. La verdad no conozco bien a la manada para decir quién.
Un ceño fruncido se acentúa en mi rostro mientras hago una bola con el vestido y lo empujo de vuelta a la bolsa en la que vino. —Pues quien sea, tiene un gusto pésimo.