—Estoy caminando a la parada de autobús después de mi clase nocturna —mi mente todavía centrada en la conferencia—. Las luces de la calle parpadean sobre mi cabeza, proyectando largas sombras que parecen cambiar y danzar en las esquinas de mi visión. Una sensación incómoda me pica en la nuca, pero la ignoro, achacándoselo a mi imaginación hiperactiva.
Entonces, sin previo aviso, un dolor abrasador estalla en la base de mi cráneo. Un grito estrangulado se desgarra de mi garganta mientras mis rodillas ceden y me desplomo sobre el pavimento. Puntos danzan frente a mis ojos, y por un momento desorientador, el mundo se tambalea sobre su eje.
—¡Ava! ¡Ava, escúchame! —La voz frenética de Selene corta la neblina de agonía—. ¡Levántate! ¡Tienes que correr!