—Ava.
Mi cabeza parece pesar un millón de kilos. Mis oídos se sienten tapados y aborregados. Y las manos de Kellan arrastrándome para ponerme de pie son como brasas ardientes presionadas contra mi piel.
—¿Qué?
—Te desmayaste.
Mirándolo sin expresión, me toma un rato que mi cerebro alcance a entender sus palabras. —Oh. Mierda. Supongo que esa es una forma de lidiar con el estrés; simplemente dejar que tu cuerpo se apague.
No lo recomiendo realmente.
Kellan no hace preguntas sobre mi visita con Lucas, solo me acompaña de vuelta a la cabaña y se asegura de que esté cuidada. Trae almuerzo que no quiero comer y promete revisarme en otra hora o dos.
Por supuesto, el almuerzo no es opción. Mi estómago está demasiado revuelto para eso. Y hasta que la Hermana Miriam y Selene regresen, no tengo una buena manera de obtener información sobre lo que pasó con el lobo de Lucas. Definitivamente no voy a decirle a la gente que él no tiene uno; la manada necesita estabilidad, no otro golpe.