—¿Estás bien? —pregunta Vanessa, agarrando mi brazo e inspeccionando las ronchas que me he hecho.
—Solo una picazón loca. Desde que conecté con el libro, es como si la energía estuviera zumbando justo debajo de mi piel. Como un millón de hormigas en una fiesta.
Ella frunce el ceño. —Desearía saber más sobre la magia y sus efectos secundarios. Odio no saber si estas cosas son normales.
—Ni que lo digas. —Alejando mi brazo, me rasco otra vez.
La voz de Marcus corta el aire nocturno. —Se acabó el tiempo. Vamos a movernos. Ava, ven adelante esta vez.
Subo al asiento del copiloto, agradecida por el cambio. Al menos puedo estirar un poco las piernas. El cuero agrietado debajo de mí es duro y punzante, pero sigue siendo una mejora.
Vanessa se sienta atrás, y puedo sentir su mirada vigilante sobre mí incluso en la oscuridad.