Justo cuando estoy a punto de sugerir que probemos algo más—cualquier cosa, como golpear hasta encontrar una puerta oculta—un movimiento capta mi atención. Un reflejo ondea a través de la pared distante, como olas de calor que se elevan del asfalto calentado por el sol. Se arremolina y coagula, tomando la apariencia familiar de los portales que usábamos para viajar al Santuario de Dakota.
Un alivio me inunda, moderado por la precaución.
—Magíster Orión pidió un portal, pero sus instrucciones eran vagas. Hay un montón de mundo ahí fuera.
—Marcus avanza, su mandíbula fija con determinación —yo iré primero —dice, su tono no admite réplica. Antes de que pueda protestar, él está a través del portal, desapareciendo en un abrir y cerrar de ojos.
—Vanessa y yo intercambiamos una rápida mirada, una conversación entera pasa entre nosotras en ese fracción de segundo. Juntas, entramos en el torbellino giratorio.