Vanessa sacude la cabeza. —Puede que tengas fiebre por haberte sobreexigido, pero lo dudo. A estas alturas, eres más cambiante que humana, creo que no deberías enfermarte. Ni siquiera necesitas tus gafas ya.
—Probablemente esté bien
—Mejor revisar —me interrumpe—. Voy a buscar mis cosas y consultar con Magíster Orión para ver si esto es normal después de tanto tiempo en ese cuarto mágico suyo.
—Estás exagerando. Estoy bi— —La habitación se inclina mientras doy un paso y de repente el suelo se precipita hacia mí. Los rápidos reflejos de Vanessa me salvan de una ignominiosa caída de cara.
—¿Decías? —Su tono es suave pero firme, sus dedos se clavan en mis brazos mientras me endereza.
Arrugo la nariz. Mi sentido del olfato aún no es tan agudo como el de ellos, pero juro que puedo oler su satisfacción. Quizá sea mi imaginación. —Está bien, quizás estoy un poco tambaleante.