—Viajar con un vampiro es mucho menos místico de lo que esperaba.
No se parece en nada a lo que alimentaba mi mágico viaje a su hogar. No hay una oscuridad infinita, ni una extensión de rojo que borra la existencia de todo lo demás. No hay sensación de viaje, no hay sensación de sofocación.
En su lugar, la Hermana Miriam extiende un brazo y aparece ante nosotros una puerta brillante, negra plateada y remolino en su interior.
—Como tus guardias son tan cautelosos, permitiré que uno de ellos pase primero. Luego yo. Luego tú, Ava, y el último guardia. Esta puerta se dispersará después del último o después de treinta segundos. Es tu elección —su advertencia es clara: O vienes con ella o no, pero la elección es mía.
—Entendido.