Lucas no responde al mensaje de Kellan, ni a mi llamada telefónica.
Probablemente esté ocupado otra vez con el Consejo.
Estirándome, pruebo el rango de movimiento en la ropa táctica ligera que Kellan me proporcionó. La tela es transpirable, pero ya estoy sudando debajo de la capa resistente a impactos de la camisa. Un cuchillo descansa pesado en mi cinturón, y las botas se sienten rígidas, prometiendo ampollas si tengo que correr por mi vida. Pero por supuesto el beta insistió, así que aquí estoy, emperifollada como una operativa menos el arsenal.
Los guardaespaldas han dejado todos sus trajes por atuendos similares, aunque varios llevan pistolas en las caderas. Me giro hacia Marcus, con una ceja levantada. —¿Por qué no tengo pistola? —él apenas me echa un vistazo. —Una pistola en manos sin entrenar solo busca problemas.
Frunzo los labios pero concedo su punto con silencio. Usarla requeriría un manual de instrucciones y no hay tiempo para eso en una emergencia.