—No entiendo. ¿Cómo supiste acerca del collar? ¿Y de este libro? ¿Cómo llegaste aquí? —susurra la señora Elkins, extendiendo la mano para acariciar la mía en un gesto familiar—. ¿Crees en los sueños proféticos?
Vanessa avanza ahora, su voz alta con incredulidad —¿Es usted clarividente, señora?
—No, querida —la señora Elkins le regala a Vanessa una de sus sonrisas cálidas—. Pero algunos sueños significan algo. ¿Crees en tu Diosa de la Luna, niña?
Los gruñidos de los guardias llenan el aire, un agravio colectivo por ser cuestionados sobre su fe.
La mirada severa de Vanessa los silencia. Se vuelve hacia la señora Elkins, su voz suave pero firme —Creo en la Diosa de la Luna, sí.