—¿Estás bien? —Vanessa aparece en mi campo de visión con una taza humeante de lo que huele a chocolate caliente. Mucho mejor que el café.
—Estoy bien. —El vapor de la taza me asalta la cara con humedad y calor, recordándome que el verano ha terminado.
—El clima todavía no es lo suficientemente frío como para que el chocolate caliente sea algo habitual, y el viento es un poco demasiado cálido contra mi piel, pero el rico sabor del chocolate que cubre mi lengua trae consuelo. Es una pequeña cosa, pero ayuda a afianzar mis pensamientos acelerados mientras Vanessa se sienta a mi lado en el banco.
—Aquí fuera, en el pequeño jardín detrás del refugio del alfa, solo hay paz bajo la vasta extensión de oscuridad y estrellas. Selene duerme plácidamente a pocos pies de distancia, su pelaje plateado casi brilla a la luz de la luna.