—La eternidad es una perra —esa es la conclusión a la que he llegado, después de estar encerrada en este cuarto.
—¿Vivir para siempre, sin que nada cambie nunca? Eso es suficiente para volver loco a cualquiera. No es de extrañar que ese desgraciado vampiro sea como es.
—A veces, creo que he estado despierta durante días; otras veces, creo que he dormido más tiempo. Mis comidas no parecen llegar a ninguna hora consistente, y el temperamento de Marisol fluctúa cada vez que la veo.
—Hoy, ella está fría, casi lanzándome la bandeja.
—Sopa fría salpica. Las fresas parecen marchitas. Aún así, no hay utensilios para hacerme la vida más fácil.
—A estas alturas, estoy acostumbrada a la inmundicia de vivir aquí, e incluso a la desgracia de utilizar un cubo de desechos.
—Aún así, comparado con antes... Está bastante bien.
—Ese vampiro loco no ha vuelto, y nunca me quejaré de su ausencia.