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—Santo cielo. —Observando mi reflejo en el espejo de cuerpo entero de Lisa, la transformación es asombrosa.
—Los vaqueros de Lisa realzan mis curvas como si hubieran sido hechos para mí, acentuando la definición recién descubierta de mis piernas. Me giro, admirando cómo se ve mi trasero. Maldición. Las sesiones de tortura con Jericho están dando sus frutos.
—Lisa sonríe desde su sitio en la cama, rodeada de un mar de blusas descartadas —. ¿Ves? Te dije que básicamente somos del mismo tamaño ahora.
—Paso mis manos sobre mis caderas, maravillada por cómo quedan —. Siempre he sido demasiado grande para tu ropa. Esto es una locura. —Desde que me encargué de las comidas y las compras, el único lujo que había podido permitirme era comer un poco extra. Se tradujo en un poquito de acolchado extra y un poco de pancita. Huir de la manada quemó el resto.