—Oscuridad.
—Luz.
—Muy frío.
—Quema.
—Me duelen los pulmones.
—Algo me sujeta.
—Hay susurros. Oraciones, creo.
—Reina el caos en este mundo nebuloso. Algo pita sin cesar.
—Estoy sudando. Mis manos están demasiado calientes.
—… levántate.
—¿Qué es eso?
—… Ava, tú…
—¿Quién es ese?
—… ¿puedes oírme?
Lucho por alcanzar la voz que me llama, pero algo me arrastra de nuevo.
La frustración hierve, pero estoy demasiado cansada para luchar contra ella.
—Ava, tienes que despertarte.
Ahí está de nuevo.
—Sé que puedes oírme, porque finalmente puedo oírte.
—¿Oírme? ¿Oír qué? ¿Estoy hablando?
—Sí.
—No, no creo que esté hablando. Estoy demasiado cansada. Mi cuerpo está aplastado bajo la tierra. El fuego devoró cada pedazo de mí. Me ahogué. Se me fue el aire.
—Estás viva. Estás dormida en el hospital. Estás bien. Solo necesitas despertar.
—No, no.
—No, no, no.
—Despertar es dolor.
—Recuerdo el dolor.
—No habrá dolor, Ava. Solo despierta. Vuelve a mí.
—De ninguna manera.