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Tardó dos días en rendirme y llamar a Lisa, diez minutos antes de su turno. No contesta la primera vez, así que llamo de nuevo. Esta vez, ella responde, y su voz molesta me trae lágrimas a los ojos.
—¿Hola? —esa maravillosa voz me responde al oído, suspicaz y a la defensiva. Piensa que soy una llamada automática.
—Hey, Lise. —De alguna manera, consigo sonar normal.
—¿Ava? Este no es tu número. ¿Perdiste tu teléfono?