La recién llegada no notó la mirada de la chica más joven y miró por encima del hombro para ver a su ex suegra —Esta es mi casa, madre.
—¡Dejó de ser tu casa el día que dejaste a mi hijo!
—Madre, aunque Tomás y yo nos hayamos divorciado, Leon sigue siendo mi hijo.
—No lo es. Y ahora está trabajando.
La abuela no estaba de humor para charlas triviales y cruzó sus brazos mientras miraba a la ex nuera con mala cara —¿A qué vienes?
—Verás, madre, siempre me sentí culpable contigo y con Leon. Encontré un lugar estupendo para ustedes en la ciudad.
La abuela frunció el ceño —Esta es nuestra casa. Todavía estamos pagándola y no te necesitamos.
Sus palabras hicieron grietas en la expresión de la mujer —¿Hipotecada? ¿La casa está hipotecada?
—¿Cómo crees que pagamos las facturas del hospital de mi hijo? ¡Ni que lo supieras porque te escondiste como la rata que eres!