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—De todos modos —él retiró el plástico y sus semillas se derramaron, empapando toda su longitud. Al ver esto, los ojos de Naia brillaron y se inclinó de nuevo para tomarlo fresco.
Un intenso placer recorrió su columna vertebral, sintiendo la suave lengua de ella directamente sobre su piel sensible. —Naia… —gemía, arqueándose y con las manos enterradas en su cabello.
—Ella lamió su eje desnudo —que estaba aún más sensible después de la sesión anterior— con gusto. Lo lamió limpio como si temiera perderse alguna gota más.
Y en poco tiempo, su eje se levantó de nuevo. Sin embargo, él no podía soportar ser el único en recibir placer.
—Déjame probar a Naia, también —dijo él, tirando de sus piernas para que ella se acostara, abriéndolas inmediatamente para crear la forma de M más hermosa.