—¡Alfa Damon, has despertado! —exclamó Nicole, acercándose de inmediato para revisar sus signos vitales. Le alumbró los ojos con una luz, haciendo que él se encogiera.
—¿Para qué es eso? —se quejó Damon con debilidad—. Estoy perfectamente bien.
—Yo seré la jueza de eso —dijo Nicole firmemente, pero no pudo ocultar la sonrisa que floreció en su rostro.
Sin embargo, como si la Diosa de la Luna misma quisiera humillar a Damon, comenzó a emitir una serie de toses acuosas y miserables que hicieron que su cuerpo convulsionara en la cama de la enfermería. Pequeños trozos de rojo salpicaron el interior del respirador.
—¡Dios mío! Nicole, ¿va a― —entré en pánico, pero Nicole simplemente acarició suavemente el pecho de Damon, esperando a que se calmara.
—Su garganta está demasiado seca, pero necesito examinarlo para ver si puede beber —explicó Nicole. Eventualmente, Damon dejó de toser y nos miró a ambos con cansancio descontento.