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Una vez más, las alarmas empezaron a sonar en mi mente. ¿Qué consideraría mi querida madre un regalo apropiado para reparar la distancia entre nosotras después de años de ausencia? No podía pensar en nada, lo que me preocupaba enormemente.
¿Un coche? ¿Una casa? Eran posibilidades, pero no parecían algo que mi madre considerase suficientemente digno.
—Realmente no hace falta —dije con cautela—. Solo quiero mi teléfono de vuelta.
—Debes aspirar a cosas mejores, querida —mi madre hizo clic con la lengua en señal de ligera desaprobación. Luego metió la mano en el bolsillo de su falda y balanceó un manojo de llaves frente a mí.
Quizás en verdad me iba a dar una casa. Mi corazón latía fuerte— si era una casa, tendríamos que dejar esta torre. Podría aprender más sobre esta nueva ciudad y hacer planes para marcharme.