—¡Detén esto ahora mismo! —La enorme campana que colgaba directamente sobre la arena sonó señalizando el final de la pelea. No es que Damon planeara asestar el golpe final, de todas maneras. Harper ya había quedado inconsciente por sus heridas, cayendo floja en el suelo con los ojos cerrados. La sangre goteaba de las comisuras de sus labios, su cuerpo lleno de hematomas negros y azules.
Damon la miraba fijamente a su figura inconsciente, una emoción desconocida girando en lo profundo de su pecho. Era una mujer lobo, o al menos, todavía era parcialmente una. Por toda lógica, ya debería estar sanando de esas heridas superficiales.
Entonces, ¿por qué no despertaba?
—¿¡Damon, te has vuelto jodidamente loco?! —gritó Blaise a su hermano mayor en cuanto entró en el recinto de la arena.