Por suerte, Cayo finalmente logró reunir suficientes agallas para llevarla a la cama.
Sus ojos castaños recorrieron su espléndido cuerpo, grabando la sagrada imagen en su cabeza.
Cayo siempre se consideró el tipo de hombre que la complacería a ella primero antes de sumergirse, sin importar cuánto le doliera, y no iba a cambiar eso ahora.
Su cálida mano aterrizó en su sexy muslo, acariciando, y se inclinó para continuar sus atenciones en sus pechos.
Una de sus manos dejó su pecho para deslizarse hacia el sur, mientras su lengua atendía al pezón ya liberado.
Al meter sus dedos en sus húmedos pliegues, su boca y lengua estaban sobre su pecho, absorbiendo su leche.
Slurp, slurp, slurrpp
—Hnnnghh... —Khalifa maulló, con los ojos cerrados, masajeando su espalda y cabeza.
Su lengua jugueteó con sus pezones, mordisqueando y chupando, asegurándose de que ella oyera el sonido.
Slurpppp