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La respuesta de Beatriz fue una mezcla de risa y lágrimas de alegría. Extendió sus dedos para acariciar su cabello. —Está bien —le aseguró con dulzura.
—Oye, mira a nuestra niña pequeña —con ternura, guió su mano debajo de su barbilla, girando su mirada hacia los delicados rasgos de su hija.
Damien accedió, sus ojos encontrándose con la pequeña maravilla ante él, las lágrimas continuaron fluyendo.
—Nunca supe que serías tan llorón —bromeó Rhys desde su lado.
—Yo tampoco —admitió Damien, su voz quebrándose mientras se secaba los ojos con el brazo—. Muchas gracias, hombre.
—Recuerda, no soy solo yo —aseguró Rhys, ofreciendo una palmada reconfortante en su hombro. Damien asintió, reconociendo sus palabras. Con una resolución renovada, se puso de pie, recogiendo cuidadosamente al bebé del abrazo de Beatriz y llevándola hacia el grupo que esperaba.