Ella jadeó con dificultad y miró al hombre sobre ella con una mirada casi suplicante, esperando que la dejara sola, pero a cambio, recibió movimientos aún más bruscos de su parte.
Greyven ignoró sus súplicas y permaneció enterrado en sus pechos, mordisqueando y comiendo.
Las tetas de la niña pequeña eran delicadas y sedosas, y con ese cuerpo suave y flexible, era casi imposible para él contenerse.
Un cuerpo delgado como ese, pero con un par de tetas tan gordas.
Su entera persona era simplemente una sirena seductora para él.
Bajo su excesivo saqueo, sus tetas gradualmente se hinchaban y se calentaban, y sus pezones se volvían cada vez más delicados y atractivos.
Debido a estar contenidos durante tanto tiempo, se volvieron húmedos y llenos como si estuvieran a punto de reventar.
—Hermano mayor~ Hermanito~
Anastasia agarró su grande e inquieta mano.
—No, ¿podemos hacerlo en casa, por favor...