Gastone se quedó ahí, desconcertado. Su boca abierta, pero no lograba articular palabras.
—Siento que Lucía no está tan atraída por mí. Solo es educada porque mi madre es su clienta —reflexionó Daniel, frotándose la barbilla pensativo mientras se recostaba, sumido en profundas cavilaciones.
Gastone tosió ligeramente para despejar su garganta. —¿En qué debería ayudarte? —preguntó, su confusión evidente en su voz.
—Bueno, es bastante obvio que muchas mujeres están interesadas en ti, quizás incluso con intenciones de acabar en tu cama —insinuó Daniel con una risita. Había notado a innumerables mujeres coqueteando con Gastone, aunque él nunca parecía reconocer sus avances.
La presencia de Gastone era una de las razones por las que el restaurante siempre estaba lleno de clientas mujeres, además de los deliciosos y sabrosos platos que se servían.
—Je, parece que a ti te buscan aún más las mujeres, Daniel —dijo Gastone con una sonrisa falsa, devolviendo el cumplido.